Aviso a navegantes
Soy responsable de lo que escribo, no de lo que usted entienda o interprete
lunes, 30 de junio de 2025
El tiempo me ha dicho
jueves, 26 de junio de 2025
¿Cómo haces?
martes, 17 de junio de 2025
Todo lo que perdemos
viernes, 6 de junio de 2025
Me lo robaste todo
domingo, 1 de junio de 2025
Estoy a salvo
Respira hondo.
Llevo toda la tarde recordando que debo respirar hondo, respirar muy hondo y repetirme que estoy a salvo.
Pero mi sistema nervioso no se cree esa posibilidad, no entiende que estoy en un momento de mi vida en el que, pese a las complicaciones, hay paz.
Han pasado las tormentas, tormentas que siguen doliendo y que tengo que seguir gestionando. Pero han pasado, solo queda ir reconstruyendo lo que han destrozado, con calma y paz, con amor y apoyo.
Tengo un trabajo estable, cómodo, con un buen sueldo, ejerzo lo que he estudiado, lo que soy. Quizá no estoy motivada ni es lo que mas me gustaría, pero tengo metas, objetivos y formas de ir mejorando.
Cada día estoy mas cerca de independizarme, aún queda, pero estoy mucho mas cerca que hace un año. Lo toco con la punta de los dedos.
Mi hijo está teniendo todos los recursos posibles para estar bien, para aprender, para mejorar. Nos tiene a su lado, nos quiere. Está en el camino, aunque la adolescencia sea lo mas complicado del universo.
Estoy bien rodeada, tengo amistades increíbles, una hermana maravillosa.
Y tengo una relación sana. Realmente la tengo. Una relación en la que validan lo que siento, lo que soy. En la que hablamos las cosas, llegamos a acuerdos que se cumplen, en la que me cuidan, me protegen. Donde no sólo me quieren, si no que me quieren bien. Donde no estoy haciendo todo el esfuerzo, donde me dan exactamente lo mismo que doy yo. Donde hay equilibrio.
Pero mi sistema no entiende esto. No lo procesa, no lo comprende. Su zona de confort es el caos, es la guerra. Lo que conoce es la ebullición continua y el dolor constante, el esquivar balas, el modo supervivencia. Mi cerebro está magnificando cada mínima cosa negativa y la convierte en un mundo, porque asi se siente a gusto. Mi cerebro me grita "huye" ante cualquier complicación, por muy leve que sea.
Me da pánico estar bien. Porque no sé cómo funciona eso. No sé cómo se hace el estar tranquila de forma dilatada en el tiempo. Llevo buscando ese estado media vida, y ahora que casi puedo rozarlo... no sé llevarlo.
Y sé que se puede, y sé que podré hacerlo. Pero que irónico que lleve toda la tarde a base de llanto nervioso porque estoy bien.
Y qué miedo, qué pánico, perder esta posible paz. Este posible futuro. Esta posible estabilidad.
Qué suerte poder ser independiente para pagarme la terapia. Qué suerte tener a quien me rodea.
Qué puñetera e increíble suerte que Maikel apareciese en mi vida, sin esperarlo, cuando no quería una relación con nadie, cuando solo quería sanar y seguir adelante.
Sé la cantidad de gente que ve mal la rapidez, el tiempo entre mi relación anterior y esta, lo rápido que hemos hecho las cosas... pero ¿para qué voy a cerrarme puertas que me hacen feliz solo porque se supone que los tiempos no son los adecuados, o los bien vistos socialmente?
No me arrepiento de absolutamente nada de lo que ha pasado entre Maikel y yo, y agradezco cada día mas que entrase en mi vida, y agradezco aún mas que quiera quedarse.
Que ganas de que llegue el martes y la sesión con mi psicóloga.
Qué ganas de seguir avanzando.
P.D. Iba a poner de título a esta entrada "Respira hondo", pero resulta que ya tenía una con ese título, y me parece curioso cuál es, de qué momento y lo que dice, así que os la dejo por aquí
lunes, 26 de mayo de 2025
Distancia
De pronto he pensado en mi primo José Manuel. Y parece mentira, porque en realidad llevo pensando en él desde hace meses, pero ha sido justo hoy que mi cabeza ha hecho clic.
Era mi mayor pilar, la persona a la que más amaba, y se lo llevaron a mallorca. Pasamos de vivir juntos y vernos cada día a no volver a vernos en años. Pasamos unos cinco o seis años sin vernos en persona, sin darnos un abrazo ni estar juntos. Tengo nítido y claro el recuerdo de la primera vez que nos vimos, el llanto infinito, la alegría, el abrazo eterno. También recuerdo perfectamente todo el llanto de la despedida. De todas y cada una de las despedidas que se sucedieron desde entonces. Comenzamos a vernos algo más, pero siempre fue cada uno o dos años, a veces más. En este momento llevo casi cuatro años sin verle en persona.
Y parece un mundo, pero nunca hemos dejado de querernos.
Los primeros años de nuestra vida los pasamos pegados al teléfono. Conversaciones interminables sobre nuestro día a día, yo cantando y él contando chistes cuando nos quedábamos sin temas de conversación. Broncas de nuestros padres cuando llegaba la factura del teléfono. Cartas, fotos enviadas por correo ordinario, a veces VHS de algún video casero. Crecimos y apareció internet, y con él una nueva manera de comunicarnos. Conversaciones diarias por msn, videollamadas cuando tuvimos webcam. Nuestros primeros móviles, sms, toques, llamadas si teníamos saldo. E-mails extralargos contándonos cosas.
El no querer separarnos ni un milímetro cuando por fin venía a Sevilla o yo a Mallorca. Las noches en vela, sin dormir, tumbados uno al lado del otro cogidos de la mano o abrazados contando cosas. Ir a absolutamente todo juntos, dormir juntos, abrazarnos continuamente, incluso pese a sus quejas por yo ser demasiado pesada o cariñosa. Y hablar, hablar y hablar sin cansarnos.
A mi primo y a mí nunca nos separó la distancia. Lo hicimos nosotros. Nos separamos al crecer, al comenzar a entendernos menos, al dejarnos ir y ya no hablar tanto, al no aprender a comunicarnos y decirnos las cosas, tanto buenas como malas. Y aún así no dudó ni un segundo en plantarse en mi casa al mes de nacer mi hijo, que lleva su nombre, ni dudó en estar en su primer cumpleaños, ni dudó en venir automáticamente cuando hace unos años mi hermana le dijo que yo estaba pasando por una depresión grave.
Tenemos 33 años, ambos somos un desastre, llenos de traumas y de emociones mal gestionadas. Él tiene quejas de mi y yo de él. Pero sigo sabiendo cuánto nos amamos en realidad, cuanto nos importamos, quizá a nuestra manera, esa que ya es un poco rara y seguramente insuficiente, pero que nunca va a irse.
Durante media vida hemos sabido mucho más del otro que las personas que convivían con nosotros diariamente. Me ha llegado a conocer y saber de mi vida más que mi hermana, he llegado a conocerle y saber de su vida más que su madre.
La distancia nunca fue un problema en realidad.
Pero no voy a romantizarlo, lo pasé realmente mal, siempre lo he llevado muy mal. La primera vez que nos vimos en persona cuando éramos pequeños, tras aquellos primeros cinco o seis años, fue porque mis padres me pillaron hablándole a una de las fotos suyas que teníamos en casa mientras le ofrecía patatas fritas, supongo que me vieron tan mal de la cabeza que vieron que era absolutamente necesario traer a mi primo. Teníamos 8 o 9 años en ese momento.
Recuerdo todas las veces que he necesitado un abrazo suyo, algo más que una llamada o un mensaje, y no he podido tenerlo. Lo mucho que ha dolido, el vacío que he sentido. Recuerdo hasta los celos que he llegado a tener de sus amigos, de nuestra otra prima, de sus novias, porque pensaba que podían sustituirme, y cómo él me dijo y demostró de mil maneras que eso era imposible. Recuerdo cuando escribió que yo no era su prima, ni su hermana, si no parte de él mismo.
Llevo toda la vida diciendo que para mi sería imposible tener una relación a distancia, que es algo con lo que no puedo, que necesito el contacto físico, el vernos a menudo… y hoy, por primera vez, sin esperarlo y de golpe, he sido consciente de que llevo teniendo una relación a distancia desde los cuatro años, con una de las personas más importantes de mi vida.
Y no solo he sido capaz de tenerla, sino que durante décadas nos hemos amado y cuidado de forma incondicional. Quizá ya no sabemos cuidarnos como hace diez años, pero el amor nunca va a desaparecer, y sabemos que si nos necesitamos, nunca vamos a fallar.
Sé perfectamente que no es lo mismo, que las relaciones románticas y de pareja a distancia tienen matices diferentes a las familiares, pero mi relación con mi primo nunca fue tampoco una relación familiar más. Igual que dijo él, yo también pienso que él es parte de mí, y me quitaron esa parte siendo muy pequeña, añadiendo, además, que nunca me enseñaron a gestionar ese duelo y esa pérdida, nunca me acompañaron ni escucharon para minimizar el daño. Y aún así seguí adelante.
Hoy en día tengo muchísimas herramientas, apoyos y recursos como para que las cosas sean menos dolorosas, más llevaderas y tranquilas. Y, aunque sé de sobra que voy a pasarlo mal, también sé de sobra que me merece la pena intentarlo.
Yo nunca me rindo.
sábado, 24 de mayo de 2025
El modo difícil
jueves, 15 de mayo de 2025
Mi Mala Suerte
lunes, 12 de mayo de 2025
Knuckles
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo."
jueves, 8 de mayo de 2025
De Vivir y Sentir
sábado, 3 de mayo de 2025
Vas a sobrevivir
domingo, 20 de abril de 2025
Et Prometo
lunes, 14 de abril de 2025
De repente tengo miedo de perderte
Nos teníamos las ganas de una primera vez
Como si antes de nosotros nunca hubiese habido nada
La primera noche ya volví a nacer
Comenzamos por probar a ver qué pasa
Me animó a echarle un poco de valor
Un quinto sin ascensor o cualquier habitación
Lo importante no era dónde, sino estar los dos
Estás tomando talla de importante
Y empiezo a no saber dónde debo colocarte
Si miro esos ojos verdes y no entiendo tanta suerte
De repente tengo miedo de perderte
De repente creo que quiero mirarte para siempre
Nos curamos poco a poco las heridas
Me abrazó y todo dejó de doler
Y aún le busco explicación a esa sonrisa
Aún no entiendo cuál es su superpoder
Pero me siento más guapa, estoy más viva
Por algún motivo me has sentado bien
Cada domingo duelen más las despedidas
Pero juro que no perderé este tren
Estás tomando talla de importante
Y empiezo a no saber dónde debo colocarte
Si miro esos ojos verdes y no entiendo tanta suerte
De repente tengo miedo de perderte
De repente creo que quiero mirarte para siempre
De repente tengo miedo de perderte
De repente creo que quiero mirarte para siempre
jueves, 10 de abril de 2025
Vértigo
martes, 8 de abril de 2025
Ya no tengo miedo
Recuerdo perfectamente el día que lo dejamos. Lo recuerdo porque creo que jamás podré olvidar ese día.
Fue el 16 de septiembre, un lunes.
Ese día, mi hijo comenzaba el instituto. Su primer día de clase en un centro nuevo, una etapa nueva, un mundo nuevo, primero de la ESO.
Ese día, también fue mi primer día de trabajo en un sitio nuevo. Un lugar en el que nunca había estado, con nuevas funciones, nuevos compañeros y por primera vez a jornada completa.
Por primera vez en la vida no podría llevar a mi hijo al cole en su primer día de clase, por primera vez en la vida no iría yo a recogerlo y estar ahí para que me contase todas esas nuevas experiencias e impresiones.
Estaba acojonada.
La semana anterior la había tenido de vacaciones (las que me quedaban de haber dejado el anterior trabajo), y, por supuesto, la pasé entera en su casa. Fue una semana de pura ansiedad porque seguía dándole vueltas a si me habría equivocado al dejar mi trabajo actual por algo totalmente distinto, por el miedo al comienzo del instituto de José Manuel, por el cambio de vida casi radical que comenzaría a partir de ese lunes... Él no entendía tanto miedo o ansiedad, para él todo era fácil, y los primeros días reconozco que sí intentó cuidarme, pero creo que se acabó cansando. Al final, el domingo por la tarde tuvimos una pelea, casi ni recuerdo por qué (podría pararme a pensar y sé que lo recordaría, pero casi prefiero que no), y parece que el mundo explotó. Sé que ni siquiera fue algo de verdad importante, y también sé que, una vez más, no me sentí escuchada, cuidada o comprendida.
No hacía más que pensar que yo no me merecía eso, que ya tenía demasiado encima pensando en el día que se me presentaba al día siguiente y que no podía ser que la persona a la que quería y con la que compartía mi vida me aumentase esa carga en vez de hacerla mas liviana. Nos fuimos a dormir enfadados, y, obviamente, no dormí absolutamente nada.
Ese primer día de trabajo fue un infierno, no hacía mas que pensar en mi hijo y cómo estaría pasando el día, en él y en la pelea, en qué hacer a partir de ahora... no escuché casi nada de las explicaciones que me daban y muy pocas veces pude concentrarme en lo que debía. Decidí que al salir iría a su casa a hablar con él y arreglar las cosas, porque sabía que no podría seguir así.
Fui, tuvimos una conversación de casi dos horas, y pareció que todo se arreglaba e iría bien. Él salió a sacar al perro, y entonces... entonces repasé esa conversación agotadora que acabábamos de tener, y pensé en cuantísimas veces habíamos tenido esa misma conversación y luego no había servido de nada, recordé todas las promesas que nunca se cumplían, los acuerdos que no llegaban, pensé en el día y la noche que había pasado... y acudí a mis amigas. Les dije que estaba pensando en recoger mis cosas y terminar, que estaba cansada, que no me merecía lo que había pasado. Respondieron de inmediato y me dijeron que lo hiciese, que yo era fuerte y capaz. Recogí mis cosas. Llamé a mi hermana y a Dani para que vinieran a buscarme. Él llegó de sacar al perro y lo vio todo encima de la mesa, entró en cólera. Pensó que ya lo tenía todo planeado, que le había hecho perder el tiempo, no me quiso creer cuando le dije que había sido una decisión tomada tras analizar nuestra conversación vacía.
Me fui completamente rota y destruida, con mis amigas dándome la enhorabuena, con mi hermana y Dani abrazándome, con el cariño de mi hijo al llegar a casa.
Esa semana (y los meses que siguieron, en realidad) fue un absoluto infierno. La ansiedad me devoraba, tuve la formación en la nueva empresa y no me enteré de nada, no hacía más que pensar que la había cagado, la cabeza me daba vueltas, quería morirme con tal de no sentir todo lo que sentía... y mis amigos me felicitaban. Aún recuerdo la pura felicidad real de Danil, como casi que le oí saltar de alegría al otro lado del teléfono cuando se lo dije. Todos diciéndome que por fin había salido de ahí, que era más fuerte de lo que pensaba, que había sido muy valiente, que ahora por fin podría ser feliz.
Siempre hay muchos malos en una misma historia. Depende de quién la cuente, de los detalles y versiones que se den, de cómo lo han percibido quienes lo han vivido.
En mi versión, lo único que tengo claro es que, objetivamente, vivo más tranquila desde que él ya no está en mi vida. Una vez superado el síndrome de abstinencia, la ansiedad ha desaparecido, he podido dejar los antidepresivos, ya no vivo con miedo de no saber qué mina será la que se pise hoy. Ya no hay nadie que me haga sentirme pequeña, mal conmigo misma, una molestia.
Ya no tengo miedo.
Miedo.
Jamás pensé que llegaría a estar tanto tiempo en una relación donde el sentimiento que mas veces me inundaba era ese.
Pero salí. Y ahora soy libre. Y vivo tranquila, en paz. Sanando las heridas, yendo a terapia, mejorándome a mi misma y a mi vida.
Quizá el capítulo aún no está tan cerrado como me gustaría, pero ya casi nunca pienso en él, no le echo en absoluto de menos, no me apetece verle ni hablar, ni tenerlo cerca en general. Es real que estoy mucho más feliz, y una parte de mi siente como que este año ha sido una nube extraña en la que ni siquiera he sido yo misma y mi vida no la controlaba yo.
Ahora estoy bien. Recuperándome, pero bien. Bien rodeada, bien querida, bien cuidada. Me gusto, me quiero, sé quién soy.
Ya no tengo miedo.