Aviso a navegantes

Soy responsable de lo que escribo, no de lo que usted entienda o interprete

lunes, 30 de junio de 2025

El tiempo me ha dicho

Me encantaría escribir.
Me encantaría decir como me siento, lo que pienso, lo que se me pasa por la cabeza.
Pero hay cosas que no se pueden publicar.
Que a la vez no sé con quién hablar o cómo.
No tengo mi diario a mano para volcarlo ahí, y no me gusta escribir desde el móvil algo que no publicaría. 

Ojalá pudiera. Ojala vaciar mi cabeza del caos, de la cantidad de pensamientos con los que lleva todo el día. Del querer y no poder.

Me pesa mucho mi forma de ser y de sentir. No quiero cambiarlo, pero me pesa. Tengo que aprender a quererme y valorarme de la forma en que quiero y valoro a los demás. De mirarme con la misma admiración con la que miro a muchas de las personas que me rodean. Tengo que recordar cuanto valgo y merezco, dejar de idealizar a los demás e idealizarme un poco a mi. Decir lo que quiero o necesito sin sentirme culpable, dejar de anteponer siempre a otras personas, anteponerme a veces a mi. Centrarme en mi.

Me sé la teoría, sé que soy buena persona, inteligente, capaz de mil cosas, sé que soy sincera, fuerte, valiente, divertida, atenta, cariñosa. Sé que sé sacarme partido, aunque no sea la mas guapa del mundo ni tenga un cuerpo de modelo. Sé que atraigo, sé que es difícil soltarme, sé que nunca he tenido problemas para ligar, para el sexo casual, para enamorarme o que se enamoren de mi. Sé que tengo una capacidad de resiliencia enorme y que jamás me conformo si lo que tengo no me hace feliz, que intento mejorar siempre que puedo. Sé que tengo mis metas y objetivos muy claros, conozco mis prioridades, sé a lo que aspiro y por qué. Sé que merece la pena estar a mi lado. Sé que la gente que me quiere lo hace de verdad.

Pero no lo pongo en práctica. No me comporto acorde a lo que soy. Me sigo comportando como la niña a la que pegaban e insultaban en el colegio y que solo quería ser invisible, la que no hablaba para no molestar, a la que en casa llamaban egoísta una y otra y otra vez y se moría por demostrar que ella no era egoísta. A la que llamaron fea toda su vida, tanto fuera como dentro de casa. Sigo comportándome como la niña a la que llamaban inútil todos los dias, la que nunca hacía las cosas suficientemente bien aunque se hubiera deslomado intentándolo. Esa que si llegaba a casa con menos de un nueve en alguna asignatura era castigada con la decepción. A la que han negado el cariño constantemente, con la que han aplicado demasiadas veces la ley del hielo. 

Crecí siendo eso, la tonta, la inútil, la fea, la egoísta, la mala, la que no sabia hacer las cosas. La que no merecía la pena.

Destruir eso es muy complicado.

Ojalá poder gritar lo que siento, escribir lo que mi cabeza ebulle. Y, sinceramente, ojalá tenerme a mi misma como amiga o novia, ojalá saber qué decirme a mi misma sin la culpabilidad y el síndrome de impostor aplastándome. Ojala ser capaz de hablarme y solucionar estados de animo igual que lo hago con la gente que me rodea.

Que ganas de verme dentro de unos años. Con mi piso, decorado a mi gusto, limpio, ordenado, con mis animales, mi hijo teniendo su propio espacio y trayendo a quien quiera cuando quiera. Comprando la comida que quiera, sin miedo a entrar en la cocina o hacer algo alli, saber que por fin tengo un lugar seguro al que volver, en el que estar. 
Siendo libre. 



jueves, 26 de junio de 2025

¿Cómo haces?




No sé cómo lo haces
Sabes leerme tan bien
Me conoces mejor que yo misma
Veo todo lo que haces
Para que me sienta bien
Has sido fuerte, aunque este fuerte la vida

Tú eres mi refugio
Y mi lugar seguro
Estar entre tus brazos es lo que me cambia el mundo
Sé que lo tengo todo
Así se acabe el mundo
Porque estarás conmigo hasta el último segundo

A veces me siento derrotada
Un poco cansada,
Y tú, te quedas a mi lado
Aunque me he equivocado
Nunca te has ido lejos
Tú nunca me has soltado

Solo tú me conoces
Con lo bueno y lo malo
Quédate para siempre
Nunca sueltes mi mano


Esta canción lleva atormentándome desde que la escuché por primera vez, hace semana y algo. 
Me encanta la canción, la letra y la melodía.
Pero me atormenta. Me atormenta muchísimo. 

Porque me recuerda a él. Porque se la hubiera mandado de forma automática si la hubiese escuchado en febrero, la habría puesto de fondo en nuestra vida. Sería de esas que habría querido en nuestra boda. 
Me sigo sintiendo rota. Demasiado.
Odio cada vez que me habla, cada vez que tengo que verle. Ojalá pudiera desaparecer al 100% de mi vida. Le odio tanto como he llegado a amarle. Y odio odiarle. No quería hacerlo nunca mas. Este no era el plan, así no iban a ser las cosas. Nunca.

Ni siquiera quiere admitir lo que hizo. No quiere reconocerse a si mismo que sí fue mucho mas consciente de lo que cree. Me dice "cree lo que quieras", y, con esta misma canción sé que él se sentiría identificado, porque nadie le conoce como yo, nadie me conoce como él. Ni familia, ni amigos. Demasiado tiempo juntos, demasiada vida.
Es imposible que no se diese cuenta. Absolutamente imposible.
Pero no quiso darse cuenta.
Y por eso le odio.
Tengo que vivir con ello el resto de mi vida. 
Este no era el plan.

Odio echarle de menos, y la vez tener la más absoluta certeza que no quiero tenerle cerca nunca mas. Odio recordar toda una vida que de golpe ha desaparecido, unos recuerdos que ya no significan nada.

Me atormenta pensar en cómo la persona que más cosas ha hecho en mi vida por mi, con la que más segura me he sentido, la que mas tranquila me ha hecho sentir, el que era mi hogar, mi sitio, quien más me ha amado en todos los sentidos... se ha convertido en todo lo contrario.
Y tengo que aceptarlo, seguir adelante, continuar. Pero por qué, por qué, por qué. Si parecía que todo iba cada vez mejor. Si estábamos en el camino.

Sé que lo idealizo. Sé que no era tan así. Sé que fallaban demasiadas cosas. Sé que he pasado demasiado tiempo forzando y esperando algo que, claramente, no iba a pasar. ¿Pero tenía que terminar así?
Quizá sí. 

Quizá era la única manera de despegarme de él de verdad, de dejarlo atrás. De avanzar sin seguir esperando.

Quizá es eso lo que me ha permitido enamorarme de esta manera en la que estoy ahora y que tan rara se me hace. Tan poco conocida, tan abrumadora. 

¿Qué es lo que hace que nos enamoremos de alguien? No paro de darle vueltas a esa pregunta, de analizarme a mi y a mis relaciones, a los sentimientos que he tenido y tengo...
Pero eso lo hablaré en otra entrada.

Hoy estoy derrotada, cansada... y estoy intentando no necesitar que nadie se quede conmigo. Mantenerme sola, continuar sola. 

Porque si, me estoy acostumbrando a las grandes pérdidas. 
Pero ya no puedo con mas.

Ya no puedo, así, en general, con esta vida que tanto me pesa.

martes, 17 de junio de 2025

Todo lo que perdemos

No sé muy bien cómo explicarme.
Llevo días sumida en una tristeza profunda que, siendo razonables a simple vista, no tiene sentido. Una relación a distancia ni es algo tan grave ni es el fin del mundo, más aún si hay amor, comunicación y capacidad para llevarla.

Y entonces, hablando con Danil, fui consciente de la realidad. Y la realidad es que hablar de esto, echarle la culpa de mi estado a que se haya ido, es lo fácil, lo sencillo, lo que todo el mundo va a entender... pero ni de lejos es lo más grave o lo que mas me afecta, porque en realidad es algo en lo que confío y que me da tranquilidad, porque sé que ambos estamos igual de volcados en que salga bien.
Lo cierto es que solo ha sido la gota que ha desbordado mi vaso.

Iba a casarme. Estábamos buscando piso. Nos conocíamos, nos compenetrábamos. No era sencillo, pero era nuestro. No estábamos listos, pero si en proceso.
Le echo de menos. Es una realidad que nunca me quiero admitir, pero le echo muchísimo de menos. Echo de menos poder contar con él, la rutina que teníamos, su forma de cuidar de mi. Su cariño, sus palabras de afecto. Echo de menos sentir que mi familia no está tan rota, que podría acabar siendo una de esas familias estructuradas y normativas que nunca tuve y que siempre quise. Echo de menos el futuro que nunca va a ser. Echo de menos a la persona que más me ha conocido en toda mi vida, a la persona que más conozco. 
Hemos crecido juntos, se suponía que íbamos a envejecer juntos. Han sido diecisiete años de amor permanente, pese a todos los altibajos.

Y ya no está. Y ya no hay nada. Y, lo peor, no quiero que lo haya. No quiero por nada del mundo volver atrás, no quiero tenerle cerca, no quiero ningún roce con él, no quiero que jamás vuelva a estar en mi vida. Aunque a veces aún me descoloque el mundo cuando aparece. Tengo muy claro que no lo quiero aquí.

Llevo analizando estos diecisiete años todo este tiempo, estos meses... y he llegado a la conclusión de que no es justo. De que nunca lo ha sido. Perdoné cosas que no debería haber perdonado, seguimos cuando no deberíamos haber seguido. Hemos estirado el chicle hasta romperlo, y se ha roto muy mal.
Solo me quedan sentimientos negativos, este casi odio, este coraje, esta rabia. Odiarle por romperlo todo. Por seguir haciendolo con su actitud, por no poder sentirme segura, menos aún si está cerca. Por el miedo que he desarrollado hacia él. 

Tengo la sensación de que jamás volveré a estar segura. Si le he perdido a él, si él me ha perdido a mi... no sé ni cómo seguir esta entrada. Sigo reviviendo esa mañana, la noche anterior, la semana entera. Analizando cada palabra, acto y pensamiento. 
Me siento absolutamente rota.

Me siento una absoluta fracasada. Me siento un fracaso como madre, aunque la lógica diga que he hecho todo lo posible por mi hijo. Me siento un fracaso como novia, como ex, como persona. Sé que será una racha, sé que acabaré superándolo. Pero también sé que han sido demasiadas cosas en demasiado poco tiempo. 

Estoy agotada en absolutamente todos los sentidos. Y, si ya de por si mantener una relación requiere esfuerzo, si encima es a distancia requiere el triple, y creo que mi cuerpo ya no da más, por eso se ha apagado. Y no es la relación la que lo apaga, es el cansancio, el no poder con todo, la necesidad de rendirse y decir simplemente "no puedo".

No puedo con las pérdidas, no puedo con el duelo. No puedo con seguir gestionando a mi último ex, las cosas que aún tengo pendientes con él y seguir recuperándome del daño que hizo. No puedo con lo que ocurrió en marzo y que volcó todo mi mundo, no puedo con estos sentimientos y este dolor infinito. No puedo con el sentimiento de culpabilidad respecto a la vida de mi hijo y su futuro. No puedo con el sentimiento de soledad.

Y creo que tengo derecho a no poder. Creo que tengo derecho a estar sin ganas de hacer nada, tengo derecho a olvidarme de comer y no tener hambre, a estar llorando o durmiendo 24/7, a no querer trabajar, hablar ni salir. Tengo derecho a hundirme, porque me paso la vida luchando por no hacerlo. 
Y eso agota. Y ya no puedo mas.

Sé que no estaré siempre así. Pero tampoco tengo prisa en averiguar cuánto va a durar. Me merezco un descanso, merezco dejar de pensar en cómo seguir adelante. 
Quien se quiera quedar en el proceso, que se quede. Quien se quiera ir que se vaya. Quien quiera cuidarme, yo encantada. Quien quiera exigirme, mejor que desaparezca.

Lo que sí tengo claro ahora mismo es que no soy un problema. Mis cosas me las gestiono sola, ni arrastro a nadie ni hago daño a nadie por no gestionarlas bien. Sigo entregandome a los demás, sigo estando si me necesitan. No obligo a nadie a quedarse, no obligo a nadie a apoyarme ni a estar ahí. Quien está es porque lo elige libremente, y si me eligen es porque lo que ofrezco merece la pena.

Así que sí, ahora estoy en un momento muy bajo y quizá no seré "la de siempre", pero esto también soy yo, y creo que lo importante es que al final lo sigo intentando. Continúo en el proceso.

Aunque ahora mismo me haya rendido y necesite una pausa.

He perdido demasiado, necesito descansar.


viernes, 6 de junio de 2025

Me lo robaste todo

Me lo robaste todo.
Lo hiciste desde el egoísmo, queriendo protegerte a ti mismo. Lo hiciste desde la cobardía de no querer enfrentarte a las consecuencias de tus actos.

Y yo me dejé. Porque me quedé incluso cuando supe todas las mentiras, todo el daño.

Me lo robaste todo.
Y aún así siempre me quedé con tus partes buenas, pensando en tus ganas de mejorar, de seguir adelante. Pensando que me querías.

Me robaste una vida, un futuro. Decidiste por mi. Al ocultar algo que sabías que lo habría cambiado todo. 
Y ahora siento que nunca he sido dueña de mi vida, que siempre decidiste tu.
Has vuelto a decidir ahora.

Me lo has robado todo. Otra vez.
De otra forma, de otra manera.

Y aquí estoy, pensando que mi hijo es un problema, que yo soy un problema. Que no merezco cosas buenas porque solo voy a complicar la vida de quien me ama.
Pensando que mi única opción eres tú. Que eres el único que va a aceptarlo todo de mi. Porque eres quien mas me conoce, porque es tan tuyo como mío, porque ya va mas de media vida. Porque él sería mas feliz. Porque es el camino fácil. 

Volver a perdonar, olvidar de nuevo. Seguir adelante. Ser como tú, borrar lo que no interesa, quitar de en medio lo que es mejor no pensar ni saber.

Me lo robaste todo. Una vida entera. Me robaste la libertad, la juventud. Me has robado ahora el futuro, ese que quería junto a ti.
Porque nunca me has dado otra opción. Siempre has sido tú. 

No me quito culpa. Yo decidí seguir, yo tomé mis decisiones.
Pero mis decisiones siempre fueron desde el amor, desde el puto amor, mientras las tuyas fueron desde el egoísmo y la cobardía. 

Me he tenido que recomponer demasiadas veces por ti. Demasiadas. Marcaste el resto de mi vida, de nuestras vidas, cuando en 2011 decidiste callar, mantenerme en el engaño.
Y ahora estamos aquí. Atados para siempre. Con él como víctima de las decisiones tomadas por dos inconscientes.

Nunca voy a perdonartelo. Y quizá me he dado cuenta tarde. Quizá debería haber sido consciente de ello en 2018, antes de comenzar de nuevo la rueda.
Tampoco voy a perdonarte lo que ha ocurrido ahora. Tras tantos años, tras tanto daño. Cuando se suponía que todo iba a ir a mejor.

Me has fallado demasiadas veces. 

Y aún así voy a pensar toda mi vida que eres mi única opción. 
El único que lo entendería todo.

Me lo has robado todo.

Y aún duermes tranquilo por las noches. Sin admitir errores, sin pensar en ello. Porque olvidar es mas sencillo, porque seguir adelante es la única opción. 
Lo entiendo.
Ojalá yo fuera capaz.

Me lo sigues robando todo. Amistades, espacios, planes, paz mental.

Mientras yo me sigo sintiendo culpable. Mientras sigo pensando que sería mejor estar sola, para no hacer daño a nadie, para no hacer a nadie entrar en mi vida caótica. 
Para no afectar a mi hijo. 
Para dejar de sentir que es una molestia, que somos un problema.

Me lo robaste todo.
Y no sé si esta vez podré recuperarme. No sé que será de mi, de mi aguante, de mi futuro, si es que lo hay.

Puede que me atormente todo lo que pudo ser y nunca será, pero tengo claro que yo puedo decir, con la cabeza alta, que reconozco mis errores, que los enfrento y reparo, que lucho de verdad por mejorar, que pienso en los demás antes que en mi (demasiado y demasiadas veces), y que nada de lo que he hecho, hago o haré es desde el egoísmo.
Siempre fue desde el amor.
Siempre es desde el amor.
Siempre será desde el amor.

Pero ahora va a ser desde el amor hacia mi misma. Primero yo, mi hijo, mi familia.

Primero mi vida. 
No volverás a decidir por mi.

Aunque me lo hayas robado todo.


domingo, 1 de junio de 2025

Estoy a salvo

Respira hondo.

Llevo toda la tarde recordando que debo respirar hondo, respirar muy hondo y repetirme que estoy a salvo.

Pero mi sistema nervioso no se cree esa posibilidad, no entiende que estoy en un momento de mi vida en el que, pese a las complicaciones, hay paz.

Han pasado las tormentas, tormentas que siguen doliendo y que tengo que seguir gestionando. Pero han pasado, solo queda ir reconstruyendo lo que han destrozado, con calma y paz, con amor y apoyo.

Tengo un trabajo estable, cómodo, con un buen sueldo, ejerzo lo que he estudiado, lo que soy. Quizá no estoy motivada ni es lo que mas me gustaría, pero tengo metas, objetivos y formas de ir mejorando. 

Cada día estoy mas cerca de independizarme, aún queda, pero estoy mucho mas cerca que hace un año. Lo toco con la punta de los dedos.

Mi hijo está teniendo todos los recursos posibles para estar bien, para aprender, para mejorar. Nos tiene a su lado, nos quiere. Está en el camino, aunque la adolescencia sea lo mas complicado del universo.

Estoy bien rodeada, tengo amistades increíbles, una hermana maravillosa.

Y tengo una relación sana. Realmente la tengo. Una relación en la que validan lo que siento, lo que soy. En la que hablamos las cosas, llegamos a acuerdos que se cumplen, en la que me cuidan, me protegen. Donde no sólo me quieren, si no que me quieren bien. Donde no estoy haciendo todo el esfuerzo, donde me dan exactamente lo mismo que doy yo. Donde hay equilibrio


Pero mi sistema no entiende esto. No lo procesa, no lo comprende. Su zona de confort es el caos, es la guerra. Lo que conoce es la ebullición continua y el dolor constante, el esquivar balas, el modo supervivencia. Mi cerebro está magnificando cada mínima cosa negativa y la convierte en un mundo, porque asi se siente a gusto. Mi cerebro me grita "huye" ante cualquier complicación, por muy leve que sea.

Me da pánico estar bien. Porque no sé cómo funciona eso. No sé cómo se hace el estar tranquila de forma dilatada en el tiempo. Llevo buscando ese estado media vida, y ahora que casi puedo rozarlo... no sé llevarlo.

Y sé que se puede, y sé que podré hacerlo. Pero que irónico que lleve toda la tarde a base de llanto nervioso porque estoy bien

Y qué miedo, qué pánico, perder esta posible paz. Este posible futuro. Esta posible estabilidad. 

Qué suerte poder ser independiente para pagarme la terapia. Qué suerte tener a quien me rodea.


Qué puñetera e increíble suerte que Maikel apareciese en mi vida, sin esperarlo, cuando no quería una relación con nadie, cuando solo quería sanar y seguir adelante. 

Sé la cantidad de gente que ve mal la rapidez, el tiempo entre mi relación anterior y esta, lo rápido que hemos hecho las cosas... pero ¿para qué voy a cerrarme puertas que me hacen feliz solo porque se supone que los tiempos no son los adecuados, o los bien vistos socialmente?

No me arrepiento de absolutamente nada de lo que ha pasado entre Maikel y yo, y agradezco cada día mas que entrase en mi vida, y agradezco aún mas que quiera quedarse.


Que ganas de que llegue el martes y la sesión con mi psicóloga. 

Qué ganas de seguir avanzando. 


P.D. Iba a poner de título a esta entrada "Respira hondo", pero resulta que ya tenía una con ese título, y me parece curioso cuál es, de qué momento y lo que dice, así que os la dejo por aquí 

Respira hondo


lunes, 26 de mayo de 2025

Distancia

De pronto he pensado en mi primo José Manuel. Y parece mentira, porque en realidad llevo pensando en él desde hace meses, pero ha sido justo hoy que mi cabeza ha hecho clic.

Era mi mayor pilar, la persona a la que más amaba, y se lo llevaron a mallorca. Pasamos de vivir juntos y vernos cada día a no volver a vernos en años. Pasamos unos cinco o seis años sin vernos en persona, sin darnos un abrazo ni estar juntos. Tengo nítido y claro el recuerdo de la primera vez que nos vimos, el llanto infinito, la alegría, el abrazo eterno. También recuerdo perfectamente todo el llanto de la despedida. De todas y cada una de las despedidas que se sucedieron desde entonces. Comenzamos a vernos algo más, pero siempre fue cada uno o dos años, a veces más. En este momento llevo casi cuatro años sin verle en persona. 

Y parece un mundo, pero nunca hemos dejado de querernos. 

Los primeros años de nuestra vida los pasamos pegados al teléfono. Conversaciones interminables sobre nuestro día a día, yo cantando y él contando chistes cuando nos quedábamos sin temas de conversación. Broncas de nuestros padres cuando llegaba la factura del teléfono. Cartas, fotos enviadas por correo ordinario, a veces VHS de algún video casero. Crecimos y apareció internet, y con él una nueva manera de comunicarnos. Conversaciones diarias por msn, videollamadas cuando tuvimos webcam. Nuestros primeros móviles, sms, toques, llamadas si teníamos saldo. E-mails extralargos contándonos cosas. 

El no querer separarnos ni un milímetro cuando por fin venía a Sevilla o yo a Mallorca. Las noches en vela, sin dormir, tumbados uno al lado del otro cogidos de la mano o abrazados contando cosas. Ir a absolutamente todo juntos, dormir juntos, abrazarnos continuamente, incluso pese a sus quejas por yo ser demasiado pesada o cariñosa. Y hablar, hablar y hablar sin cansarnos. 

A mi primo y a mí nunca nos separó la distancia. Lo hicimos nosotros. Nos separamos al crecer, al comenzar a entendernos menos, al dejarnos ir y ya no hablar tanto, al no aprender a comunicarnos y decirnos las cosas, tanto buenas como malas. Y aún así no dudó ni un segundo en plantarse en mi casa al mes de nacer mi hijo, que lleva su nombre, ni dudó en estar en su primer cumpleaños, ni dudó en venir automáticamente cuando hace unos años mi hermana le dijo que yo estaba pasando por una depresión grave. 

Tenemos 33 años, ambos somos un desastre, llenos de traumas y de emociones mal gestionadas. Él tiene quejas de mi y yo de él. Pero sigo sabiendo cuánto nos amamos en realidad, cuanto nos importamos, quizá a nuestra manera, esa que ya es un poco rara y seguramente insuficiente, pero que nunca va a irse. 

Durante media vida hemos sabido mucho más del otro que las personas que convivían con nosotros diariamente. Me ha llegado a conocer y saber de mi vida más que mi hermana, he llegado a conocerle y saber de su vida más que su madre.

La distancia nunca fue un problema en realidad. 

Pero no voy a romantizarlo, lo pasé realmente mal, siempre lo he llevado muy mal. La primera vez que nos vimos en persona cuando éramos pequeños, tras aquellos primeros cinco o seis años, fue porque mis padres me pillaron hablándole a una de las fotos suyas que teníamos en casa mientras le ofrecía patatas fritas, supongo que me vieron tan mal de la cabeza que vieron que era absolutamente necesario traer a mi primo. Teníamos 8 o 9 años en ese momento.

Recuerdo todas las veces que he necesitado un abrazo suyo, algo más que una llamada o un mensaje, y no he podido tenerlo. Lo mucho que ha dolido, el vacío que he sentido. Recuerdo hasta los celos que he llegado a tener de sus amigos, de nuestra otra prima, de sus novias, porque pensaba que podían sustituirme, y cómo él me dijo y demostró de mil maneras que eso era imposible. Recuerdo cuando escribió que yo no era su prima, ni su hermana, si no parte de él mismo.

Llevo toda la vida diciendo que para mi sería imposible tener una relación a distancia, que es algo con lo que no puedo, que necesito el contacto físico, el vernos a menudo… y hoy, por primera vez, sin esperarlo y de golpe, he sido consciente de que llevo teniendo una relación a distancia desde los cuatro años, con una de las personas más importantes de mi vida.

Y no solo he sido capaz de tenerla, sino que durante décadas nos hemos amado y cuidado de forma incondicional. Quizá ya no sabemos cuidarnos como hace diez años, pero el amor nunca va a desaparecer, y sabemos que si nos necesitamos, nunca vamos a fallar.

Sé perfectamente que no es lo mismo, que las relaciones románticas y de pareja a distancia tienen matices diferentes a las familiares, pero mi relación con mi primo nunca fue tampoco una relación familiar más. Igual que dijo él, yo también pienso que él es parte de mí, y me quitaron esa parte siendo muy pequeña, añadiendo, además, que nunca me enseñaron a gestionar ese duelo y esa pérdida, nunca me acompañaron ni escucharon para minimizar el daño. Y aún así seguí adelante.

Hoy en día tengo muchísimas herramientas, apoyos y recursos como para que las cosas sean menos dolorosas, más llevaderas y tranquilas. Y, aunque sé de sobra que voy a pasarlo mal, también sé de sobra que me merece la pena intentarlo.


Yo nunca me rindo.

sábado, 24 de mayo de 2025

El modo difícil

Vivo con intensidad, con rabia, con amor. 
Vivo llena de traumas y recuerdos, de cosas que me habrían gustado que fuesen de otra manera, de momentos que me encantaría repetir. 
Hay épocas a las que me gustaría regresar. 

Me conozco mucho, pero aún me sorprendo de mí misma, de mis dudas, de mis fracasos, de mis agobios o mis miedos. 
De cómo reacciono a veces, de cómo funciona mi cerebro.

Intento sobrevivir dentro del caos y el desorden, del oleaje que no me permite mantenerme estable y tranquila, de la vida que no controlo.

A veces es demasiado difícil, y a veces se vuelve muy sencillo.

Tengo la sensación de que tengo muchas vidas, de que mi momento cambia en función de quien está a mi lado, y eso me agobia y frustra, me deja fuera de juego. 

A veces tengo ganas de llorar sin razón aparente, y a veces canto a pleno pulmón de pura felicidad sin que haya ocurrido nada.

Vivo agotada. Agotada de mi misma, de no sentirme suficiente, mientras a la vez siento que valgo muchísimo. Buscando aquello que me haga sentir valorada.

Adoro la intensidad. La mía, la de los demás, la de mi hijo. Hasta la de mi perra, tan loca ella y a la vez tan adorable.

Hoy me han hecho plantearme algo, y una parte de mi rebosa seguridad, mientras una pequeña voz me pregunta si me estaré equivocando.

¿Dejará algún día la vida de presentarse en el modo difícil?

jueves, 15 de mayo de 2025

Mi Mala Suerte

Me cuesta demasiado concentrarme, pensar con claridad. Las ideas dan cien vueltas en mi cabeza y no se marchan.
Intento pensar en positivo, centrarme en lo bueno, en el hoy, ahora. 
Y no me sale. Juro que no me sale. La cabeza va a explotarme, las lágrimas están a punto de salir continuamente. Estoy gritando.
Otra vez.

¿Por qué tan pronto? ¿Por qué tan mala suerte?

Intento convencerme de que las ganas sigan igual, que es mejor olvidarlo y no darle vueltas hasta que no sea una realidad. Pero me inunda la desesperanza y me siento idiota.

Siento que solo va a dolerme a mi, aunque otra parte de mi sepa que no es cierto.

Necesito quitarme este peso y estar bien. Y maldigo el momento en que decidí bajar las corazas y volver a confiar en que algo podía salirme bien. Y pienso en que quizá habría sido mejor no empezar, no enamorarme, no sentir.

Sigo pensando que la vida soltera es más sencilla. Que no puedo con tanto. Me parece demasiado injusto que por una vez que tengo algo bueno, que me da paz, que es recíproco, tranquilo, donde me tratan bien y me quieren... lleguen factores externos a joderlo. Es demasiada mala suerte. Estoy harta de mi mala suerte.

Ya estoy pensando en mi vida cuando se vaya, adelantando acontecimientos, pensando en lo que cambiará... y sé que no voy a morirme, se que lo superaré. Pero también sé que ahora una parte de mi piensa que la fecha de caducidad es inevitable y que por tanto no merece la pena seguir trabajando en nosotros.
Y es una mierda.

Tengo una apatía absoluta. Cero ganas de hacer nada.
Han sido demasiadas cosas de golpe.
Demasiado esfuerzo.

Creo que he colapsado.



lunes, 12 de mayo de 2025

Knuckles

"Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo."

Vuelvo a recordar este poema, mi poema favorito en el mundo. Se me vienen a la cabeza continuamente sus versos, esos que tanto me gustan, a los que tanto significado les veo.
Una despedida, un amor infinito. 

Y sin embargo, me llama la atención haberlo pensado hoy, que tan plena me siento, que se me desborda el amor y los buenos sentimientos y sensaciones, que el universo gira en positivo.

Que estoy fatal de la cabeza es una realidad, que tengo a los que me rodean todo el día preocupados por mi, también. Que la imagen que doy es la de una persona absolutamente inestable también es cierto. 
Que mi hermana no se fía de nadie que yo tenga cerca porque me sobreprotege, que Germán cree que tengo el cableado cerebral estropeado, que mis amigos me aman. Todo eso son verdades.

Que me animan a ser feliz y a que persiga hacer las cosas que me hacen sentirme bien, también.

¿Qué me hace feliz ahora mismo?
Maikel.
Y Danil, Amaro, Germán, Joshua, las niñas, mi hijo y mi sobrino, salir, reírme, sentirme amada, querida, deseada. 

Me encantaría poder desahogarme tranquila, explicar y sacar todo lo que estoy sintiendo, pero se van a meter tanto conmigo... se van a preocupar, me van a criticar, alguno hasta capaz se enfada... y otros se van a reír muy fuerte.

Peeeero es que se me desborda el amor. Es que me siento querida, me siento cuidada. Me siento bien. Me habla y me cambia el ánimo, piensa en mi tanto como yo en él, me dice cosas preciosas, me mira y se para el mundo. Le da miedo perderme o que deje de quererle, y a mi me da el mismo miedo. Lo siento todo tan recíproco que se me hace extraño. Quiero tantas cosas que me mareo y me siento abrumada. 
Me parece precioso vivir eso de nuevo, me encanta irme a dormir pensando en él y despertarme igual, vivir la ilusión de vernos, de hacer planes. Me encanta cómo estamos cuando estamos juntos, la conexión, las ganas, el amor.

Pero también vivo acojonada, en serio. Porque recuerdo que hace dos años estuve igual cuando conocí a Fran, que también todo parecía maravilloso, que lo fue los primeros meses... y que se fue a la mierda en cuanto la palabra "novio" entró en juego. Sé que no es la misma situación, sé que no son la misma persona (ni de lejos, madre mía), pero si que me da miedo que las cosas cambien demasiado, que al final todo se relaje en exceso, que se vayan perdiendo las ganas.

También sé que me siento diferente. Que cuando acepté esa palabra la última vez lo hice sintiéndome obligada a ello, que a mi hermana le dije "es que él se siente más seguro así", a lo que ella respondió "no me gusta nada esa razón para empezar a salir con alguien", y, aunque esta vez no me ha preguntado, le habría dicho que a mi me hace tanta ilusión como a él tener algo serio, que tenía las mismas ganas, aunque no le encuentre explicación lógica, porque de verdad que en esto la lógica no está existiendo, se están rompiendo mis esquemas y me da vértigo sentir lo rápido que va todo, justo después de algo tan enorme como lo que he estado viviendo. Pero me encanta así. Sin sentido, sin lógica, solo a base de sentir muy fuerte.

Y si sale mal ya me arreglaré, como hago siempre.

He pasado toda mi vida pasándolo mal por cosas que yo no he elegido, me han ocurrido cosas que ni me busqué ni pude evitar, así que, puestos a pasarlo mal, al menos que sea por algo que yo misma he decidido. 
Y si decido volverme loca y dejar que la felicidad me nuble, pues adelante. 
Ya se arrepentirá la Irene del futuro si al final tiene que hacerlo.

Pero la Irene actual, la de hoy, la de esta semana de feria... esa Irene está eufórica por dentro. Se le sale el amor por cada poro y se muere de ganas de tener aún más, de seguir descubriendo, de seguir hablando, haciendo cosas.
En serio, de verdad que estoy con el corazón a punto de explotar.

Y lo siento, lo siento por los que se preocupan por mi, por los que creen que estoy fatal de la cabeza... pero es que me encanta, es que me encanta sentirme así. Me encanta tener a alguien que se preocupe por mi, que me llame en cuanto ve que algo no va bien, que se pegue cinco horas de un jueves en una llamada por discord viendo conmigo una serie que nos gusta a ambos, que se interese por conocer hobbies y gustos que no tenemos en común, que quiera conocerme y saber de mi día, de mi vida. Con quien hablar de forma tranquila y sana cuando hay algún conflicto, sin que sea un drama, sin hacernos daño, desde el cariño y sabiendo que no queremos lastimarnos, que solo queremos aclarar cosas. Que esas conversaciones de verdad sirvan y tengan sentido. Que me haga sentir útil porque puedo ayudarle cuando algo le preocupa, que me diga que le hago sentir especial. Que sienta que estar conmigo es una suerte y presuma de ello, que sea tan expresivo. Que el sexo sea tan absolutamente increíble, que tengamos tanta conexión en ese ámbito. Que la mezcla entre amor y deseo sea la bomba que es. 
Ese crescendo que llevamos viviendo desde que nos conocimos.

Quizá en unos meses nos estrellemos estrepitosamente, quizá se cumplan todos mis miedos, o los suyos. Pero me siento tan llena en este momento, en este instante... que me da igual. Me da exactamente igual. Quiero seguir con esta sonrisa, con estas ganas.
Y si el niño me sale rana... no será el primero 😜

Si esta entrada empezó con un poema de "desamor" es simplemente porque son mis versos favoritos, ese "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos", la profundidad de saber que siempre amarás a alguien a quien en realidad ya no amas y reconocerte ese derecho, esa realidad... es tan yo. Todo lo que sea romanticismo puro es tan yo que hasta me doy un poquito de asco.
Y aún así, me encanta.

Ojalá dure mucho tiempo. 
Ojalá quedarme a vivir en los días de feria que he pasado con él.




jueves, 8 de mayo de 2025

De Vivir y Sentir

Son las 7 de la mañana, y hace algo menos de una hora que he llegado a casa después de un día de feria con mis amigos. 

Lo lógico sería tener ganas de dormir (que las tengo), pero mi necesidad principal ahora mismo es escribir. 

Lo necesito porque llevo tantos sentimientos encima que se me desbordan.
Demasiados.

Se me desborda un amor infinito, un agradecimiento profundo. 

Me pasa siempre que llego a casa después de verle y el día ha sido de esos de miradas infinitas, besos increíbles y el corazón hinchado. 
Me pasa siempre también cuando llego a casa después de un día con todos los demás, lleno de risas, muchísimas risas, lleno de hacer el tonto, de conocer gente, de salseos y estupideces.

La feria ha tenido ambas cosas, y yo, que ni siquiera soy muy feriante, he tenido dos días que han sido espectaculares. 

Pero os voy a ser sincera. Estoy muerta de miedo. Estoy absolutamente acojonada y, si pienso en cómo estará todo dentro de unos meses le tengo pánico a la posible respuesta. Me da miedo perder lo que tengo ahora mismo, que se acabe torciendo, que acabe saliendo mal.
Intento no pensar en ello, centrarme en el ahora, el hoy. En disfrutar todo lo bonito que me rodea.

Lo estoy sintiendo todo, cómo no, muy intensamente. Siento de forma intensa el amor, lo bueno, lo malo. Y recuerdo lo que me dice mi psicóloga de que eso no es algo malo, que es mi forma de vivirlo y que es maravillosa, pero también recuerdo a mi hermana diciéndome que los golpes después de la euforia son peores.

Pero es que estoy tan en paz dentro del caos... ¿cómo es posible tanta dicotomía? ¿Que unos aspectos de mi vida sean un desastre y me hagan sentir las cosas más feas que os podéis imaginar, y que haya otros que me provoquen una felicidad tan inmensa?
En un mismo día puedo pasar de la euforia total a la tristeza profunda solo dependiendo de lo que me rodeo o en lo que piense, y, de verdad, es agotador.

Me repiten que me rodee de lo que me hace feliz, que me centre en esas cosas que me atan a la vida. Y juro que estoy en ello.

La gente que me rodea es tan maravillosa... 
Y sí, me da pánico sentir todo lo que siento, y me dan miedo sus consecuencias a futuro y todo lo que puede salir mal. Pero pienso vivirlo, disfrutarlo, empaparme de todas esas sensaciones... y ya veremos como me enfrento a lo que esté por venir.

Total, al final es lo que siempre he hecho. Y siempre sobrevivo, ¿no?


sábado, 3 de mayo de 2025

Vas a sobrevivir


La primera vez que dejé por escrito que quería quitarme la vida tenía 12 años.
Lo decía en serio, no era simplemente un pensamiento dramático de una preadolescente. No veía salida. No encontraba apoyos.
El mes que me quedé embarazada ya tenía decidido cómo y cuándo hacerlo, y ese positivo en el test de embarazo lo paró todo, por eso siempre digo que, literalmente, mi hijo me salvó la vida.
Recuerdo pocas épocas de mi vida en las que ese pensamiento haya desaparecido de forma absoluta. Y, seré sincera, la única razón que me ha mantenido aquí es José Manuel.

En enero volví a estar convencida de hacerlo. Empecé a mover las cosas, a idear planes, buscar opciones y formas. Mis anclas, la terapia y José Manuel lo fueron aplazando. Luego la época de paz fue aliviando la idea.

Hasta el miércoles. El miércoles entré en tal crisis que puedo asegurar que si José Manuel no hubiera estado en casa, yo no estaría ahora escribiendo esto. Lo puedo asegurar con absoluta certeza.

Y es que estoy agotada. Agotada de luchar, de superar cosas, de no salir de una y entrar en otra, de ser fuerte, de tener siempre que seguir adelante.

Pero estoy tan bien rodeada, tan acompañada, tengo tanta suerte en ese aspecto de mi vida que creo que, de alguna manera, el universo me compensa todo lo demás, todas las guerras, toda la sangre. Y mi gente es mi paz, mi bandera blanca.

Nunca hablo de ello, nunca lo he dicho en voz alta, salvo a mi psicóloga y a los pocos amigos en los que he confiado tanto como para hacerlo. 

Sé que hay mucha gente igual (y peor) que yo. 
Sé que hay gente que no lo entiende.
Sé que siempre me han llamado dramática y quizá esto se vea como una prueba más, una manera de llamar la atención y poco más.

Pero escribirlo, publicarlo, también es ayudarme. Es gritarle a quien no lo sepa el cómo me siento, la desesperación interior con la que paso los días, y también reconocerles a quienes me mantienen viva su lugar, su manera de salvarme. Es decirle a las personas que se sientan como yo que no están solas. Es sentir que no tengo que esconderlo porque estoy buscando salida, porque sigo sin rendirme. Porque lucho y lucho y lucho. Y cuando estoy agotada pido ayuda para que luchen conmigo. Porque no estoy sola.

Y de pronto se me ocurrió escribirlo, de mi puño y letra, con la mariposa que mi hermana convirtió hace años en mi símbolo. Para recordarme que sigo, que he sobrevivido, que estoy sobreviviendo, que voy a sobrevivir.

Que todavía no me he rendido.




domingo, 20 de abril de 2025

Et Prometo

Estoy absolutamente obsesionada y enamorada de "Et prometo" de Iván Herzog.
Y estoy así porque describe casi de forma exacta el cómo quiero que me quieran, el cómo quiero yo cuando me enamoro. 

Reflexiono sobre ello y lo cierto es que nunca he tenido algo así. Ha estado muy cerca, eso si, y he tenido parejas que se han esforzado muchísimo por hacerme feliz y ser románticas, detallistas... 

Pero ese tipo de amor romántico tan absolutamente increíble, esa sensación de que la otra persona no sólo te ama, si no que busca amarte de la forma que te hace feliz, que entiende lo que necesitas y busca la forma de dártelo, por supuesto sin perderse a sí misma por el camino eso... eso es muy complicado, casi imposible. 

Encontrar ese equilibrio, esa manera de dar y recibir lo que se necesita en ambas direcciones, en todos los sentidos. 

Sé que existe, que se puede. Lo he visto en otros lugares, en la vida real, en gente que me rodea. En mi misma, a veces.

Hay una parte de mi que tiene muchas ganas de encontrar eso. Es la niña que siempre quiso casarse y tener una familia, la adolescente que leyó cien novelas de amor y dijo "ojalá yo algún día", la adulta que sigue enamorada de las comedias románticas en cualquier formato y que tiene su boda en la cabeza como un sueño increíble. La enamoradiza que no controla todo lo que siente, la mujer que cumple todos los estereotipos de género en cuanto al amor se refiere. 

La otra parte de mi esta tranquila sola. Se imagina comprando su piso, eligiendo la decoración, los muebles y lo importante junto a mi hijo. Se imagina llegar y saludar a animales, hacer lo que haya que hacer ese día y terminarlo sentada en el sofá, con Gala a un lado y gatos por otro. Se imagina los findes sin el niño saliendo, trayendo a casa a quien le de la gana, descansando. Rodeada de amistades y disfrutando.
Y siente que esa idea le da mucha paz.

Tengo muchas ganas de seguir estudiando, yendo al gimnasio, a terapia. Seguir avanzando y conseguir las metas que tengo. 
Intento centrarme en ello y ese es ahora mismo mi motor. Mejorar mi vida y mi salud mental. Continuar.

Joshua me dijo mil veces el año pasado "te mereces un amor como los de Jane Austen, como los de las novelas que te encantan" y, ¿sabéis qué? Tiene toda la razón. Me lo merezco. Y no voy a conformarme ya nunca más con menos.
Porque sola también soy muy feliz, porque soltera siempre estoy en paz.

Y si no van a mejorar mi paz y llenarla hasta los topes de romanticismo y esfuerzo, merece más la pena seguir "sola".
Y lo pongo entre comillas porque en realidad nunca estoy sola 💜






Et prometo que tot el que faci, ho faré per nosaltres
Que si el que necessites és esforç, m'hi deixaré la pell
Que si no entenem que ens passa
Si ens perdem i no sabem què fer
Passarem per sobre dels problemes i així n'aprendrem

Et prometo fer-te l'esmorzar vuit dies per setmana
Et prometo un petó de bon dia i cent de bona nit
Que tremolaré com el primer dia i quan parli m'entrebancaré
Però que encara que no se m'entengui sempre et prometré

Et prometo un vint-i-tres d'abril on mai t'hi faltin roses
On la novel·la que tothom demana l'hem escrit tu i jo
Que tothom sabrà de la nostra història i a poc a poc serà la dels demés
Serem l'enveja dels amants que no s'estimen bé

Que vola-volarem sobre la por
Camina-minarem donant l'esquena a la tempesta
I mai més estarem sols
Que balla-ballarem amb els records
I mira-mirarem com passa el temps
I seguim sent el que avui som, sent el que volem tu i jo

Som el destí més sincer, el resultat exacte
Química, seny i amor
Balla-ballarem amb els records
I mira-mirarem com passa el temps
I seguim sent el que avui som, sent el que volem tu i jo

lunes, 14 de abril de 2025

De repente tengo miedo de perderte

Mientras venia al trabajo ha saltado en Spotify "Quiero mirarte para siempre" de Paula Mattheus. 
Me han aplastado los recuerdos. 

Descubrí esa canción en pleno apogeo del amor, me sentí tan, pero tan identificada. El miedo, la ilusión, el creer que había encontrado a ese alguien para siempre.

Nos pasamos todo enero entre las sábanas
Nos teníamos las ganas de una primera vez
Como si antes de nosotros nunca hubiese habido nada
La primera noche ya volví a nacer

Esa primera vez... esas ganas infinitas, ese sentir que todo encajaba, que era increíble. Que sí, que pese a las dudas...

Comenzamos por probar a ver qué pasa
Me animó a echarle un poco de valor
Un quinto sin ascensor o cualquier habitación
Lo importante no era dónde, sino estar los dos

La literalidad de esta letra a la hora de sentirme identificada siempre me asustó. 
Su forma de hacerme sentir segura, de resolver, de querer estar conmigo. Venir a mi barrio solo para un par de horas. El interés infinito.
- Las primeras alarmas que no vi y ahora son tan claras. -

Estás tomando talla de importante
Y empiezo a no saber dónde debo colocarte
Si miro esos ojos verdes y no entiendo tanta suerte
De repente tengo miedo de perderte
De repente creo que quiero mirarte para siempre

Cuando escuché por primera vez esta canción fui consciente de que estaba enamorada hasta las trancas. Que efectivamente quería mirarle para siempre, que quería un futuro con él, una vida en común, una familia. Que quería que fuese él lo primero en ver cada mañana. 
Recuerdo que le pasé esta canción y le dije lo identificada que me sentía. Recuerdo que entre risas me dijo "pero mis ojos son azules, no verdes" 
Las risas, la complicidad. 
- Aún mas alarmas que no quise ver. -

Nos curamos poco a poco las heridas
Me abrazó y todo dejó de doler
Y aún le busco explicación a esa sonrisa
Aún no entiendo cuál es su superpoder
Pero me siento más guapa, estoy más viva
Por algún motivo me has sentado bien
Cada domingo duelen más las despedidas
Pero juro que no perderé este tren

Me cambió la vida, y eso hay que concedérselo. Llegó en un momento muy oscuro en el que me sentía atrapada y sin saber salir de una vida que no quería. Y él fue mi salida. Mi vía de escape. Hacerle feliz se convirtió en una de mis prioridades. Quería curar sus heridas, demostrarle que un amor sano era posible, que podía confiar en mi, que íbamos a estar bien. 
A una parte de mi le duele una barbaridad no haber sido capaz de hacerlo. Luego viene la otra y le recuerda que, en esta ocasión, no fui yo, fue él. Que yo hice todo lo posible, pero que hay personas tan rotas que es imposible salvar a sus demonios.
Pero abrazarle era estar en casa. Esos brazos me hacían sentir importante, segura. Abrazarle era simplemente maravilloso. Por eso al final siempre me quedaba. Con tal de no renunciar a esos brazos, a la sensación de protección.

Mi corazón se hizo ciego a las alarmas. Se hizo ciego a los silencios, a los castigos. Se hizo ciego al miedo. Se hizo ciego y mudo, dejé de contarles cosas a mis amigos, dejé de hacer las cosas que me gustaban. Mi vida giró en torno a él, a lo que él quería, a sus horarios. Revelarme un mínimo era pelea asegurada. Y en esas peleas la culpa siempre era mía. Siempre se hacían promesas que nunca se cumplieron.
Normalicé demasiadas cosas que no era normales.

Estás tomando talla de importante
Y empiezo a no saber dónde debo colocarte
Si miro esos ojos verdes y no entiendo tanta suerte
De repente tengo miedo de perderte
De repente creo que quiero mirarte para siempre
De repente tengo miedo de perderte
De repente creo que quiero mirarte para siempre

El comienzo fue increíble. Salir fue muy complicado. 
Pero lo conseguí. Con el alma rota, a pedazos, arrastrándome y sabiendo que si él me hubiera buscado los primeros días, me habría encontrado. Con síndrome de abstinencia, con el alma destruida.
Pero me fui. Pude escapar de la tela de araña que era mi vida. 
Y aún recuerdo los inicios, los sentimientos. 
Y pienso en mi padre. En lo mucho que siempre se parecieron y cómo no quise verlo. 

¿Sabéis a quién quiero mirar ahora para siempre?
A mi hijo. A mi reflejo en el espejo. A la paz que merezco. 
Mi miedo es perderme de nuevo a mi misma.
La sonrisa que me importa es la mía, la de aquellas personas que me aman, pero que me aman de verdad.

Y mi tranquilidad actual no es gracias a una pareja, es gracias a mi misma, a mis amistades, a mi familia, a la terapia. Es gracias a haber luchado contra mis demonios. 
Y pienso seguir así, porque voy a comerme el mundo.

Porque no merezco menos.

jueves, 10 de abril de 2025

Vértigo

Es 10 de abril. Hoy se cumplen tres meses. 
Tres meses del cierre definitivo, del dolor desgarrador en el pecho, del punto y final para empezar una nueva vida.

Tres meses.

A ratos me parece que fue ayer, y otros ratos siento que fue en otra vida. No reconozco a la Irene de 2024, esa que pasó casi dos meses sin dormir con su hijo y el mismo tiempo sin ver a sus amigos. Esa que lo dejó todo. Esa que tenía ataques de ansiedad derivados del miedo.

Los primeros dos meses fueron el infierno en vida. Todo oscuridad, desesperación, angustia. 
Pero sobreviví. Volví a terapia. Tuve apoyo. 
Dani como pilar principal, mi familia conmigo, mis amigos hablando a diario, viéndonos todas las semanas, no sentirme nunca sola. En serio, nunca. Ni uno solo de los días que han pasado desde aquel 10 de enero he vuelto a sentirme sola. Ni siquiera en los momentos en los que la única opción que veía era desaparecer.

Y entonces la luz. Empezar a sentirme mejor, buscar formas de sanar, de sonreír. Seguir las indicaciones de mi terapeuta. Organizar planes, buscar gente nueva.
Aparecieron ellos, Amaro y Maikel, para, junto al resto de mis amigos, convertir este último mes en uno de los mejores que he tenido en muchos años.

Salir, bailar, reírme (en serio, cuantísimo me he reído y me sigo riendo cada día), disfrutar, dejar de pensar, valorarme, sentirme valorada. Sentirme deseada de esa manera tan vasta, tan necesaria. Conectar.  Hacer cosas distintas. Tener aún más razones para seguir adelante.

Llegar a la sesión de terapia el lunes pasado y poder decirle que estoy en paz, tranquila, que puedo centrarme en cumplir metas porque no estoy luchando por sobrevivir, porque no me cuesta levantarme por las mañanas. Porque la tormenta ha pasado.

Vendrán otras tormentas. Lo sé. Quizá la felicidad de hoy se convertirá en infierno mañana. Sé que la paz no dura para siempre, que vendrá el bajón tras el subidón, que en algún momento la vida será mas gris. Pero he avanzado de una forma que hace tres meses pensé que sería imposible, porque de verdad que de esta pensé que me moría. 

Y he sobrevivido. Estoy aquí, firme, fuerte, capaz. Tengo objetivos, ganas. Tengo fe y amor propio. 
Tengo los mejores amigos del mundo, la mejor familia, la mejor terapeuta.
Me tengo a mi.

Lo he conseguido.


Y cuando creí que tocaba fondo
Me agarré a la vida, ya no me escondo
Y aunque la tristeza nos deje huella
Pisa por encima y camina sin parar
Hasta que amanezca

¿Dónde se ha metido mi cordura?
Que no la puedo ver
¿Dónde se perdió esa criatura sin nada que perder?
Sin nada que perder


martes, 8 de abril de 2025

Ya no tengo miedo

Recuerdo perfectamente el día que lo dejamos. Lo recuerdo porque creo que jamás podré olvidar ese día.

Fue el 16 de septiembre, un lunes. 

Ese día, mi hijo comenzaba el instituto. Su primer día de clase en un centro nuevo, una etapa nueva, un mundo nuevo, primero de la ESO.

Ese día, también fue mi primer día de trabajo en un sitio nuevo. Un lugar en el que nunca había estado, con nuevas funciones, nuevos compañeros y por primera vez a jornada completa.

Por primera vez en la vida no podría llevar a mi hijo al cole en su primer día de clase, por primera vez en la vida no iría yo a recogerlo y estar ahí para que me contase todas esas nuevas experiencias e impresiones.

Estaba acojonada.

La semana anterior la había tenido de vacaciones (las que me quedaban de haber dejado el anterior trabajo), y, por supuesto, la pasé entera en su casa. Fue una semana de pura ansiedad porque seguía dándole vueltas a si me habría equivocado al dejar mi trabajo actual por algo totalmente distinto, por el miedo al comienzo del instituto de José Manuel, por el cambio de vida casi radical que comenzaría a partir de ese lunes... Él no entendía tanto miedo o ansiedad, para él todo era fácil, y los primeros días reconozco que sí intentó cuidarme, pero creo que se acabó cansando. Al final, el domingo por la tarde tuvimos una pelea, casi ni recuerdo por qué (podría pararme a pensar y sé que lo recordaría, pero casi prefiero que no), y parece que el mundo explotó. Sé que ni siquiera fue algo de verdad importante, y también sé que, una vez más, no me sentí escuchada, cuidada o comprendida. 

No hacía más que pensar que yo no me merecía eso, que ya tenía demasiado encima pensando en el día que se me presentaba al día siguiente y que no podía ser que la persona a la que quería y con la que compartía mi vida me aumentase esa carga en vez de hacerla mas liviana. Nos fuimos a dormir enfadados, y, obviamente, no dormí absolutamente nada.

Ese primer día de trabajo fue un infierno, no hacía mas que pensar en mi hijo y cómo estaría pasando el día, en él y en la pelea, en qué hacer a partir de ahora... no escuché casi nada de las explicaciones que me daban y muy pocas veces pude concentrarme en lo que debía. Decidí que al salir iría a su casa a hablar con él y arreglar las cosas, porque sabía que no podría seguir así.

Fui, tuvimos una conversación de casi dos horas, y pareció que todo se arreglaba e iría bien. Él salió a sacar al perro, y entonces... entonces repasé esa conversación agotadora que acabábamos de tener, y pensé en cuantísimas veces habíamos tenido esa misma conversación y luego no había servido de nada, recordé todas las promesas que nunca se cumplían, los acuerdos que no llegaban, pensé en el día y la noche que había pasado... y acudí a mis amigas. Les dije que estaba pensando en recoger mis cosas y terminar, que estaba cansada, que no me merecía lo que había pasado. Respondieron de inmediato y me dijeron que lo hiciese, que yo era fuerte y capaz. Recogí mis cosas. Llamé a mi hermana y a Dani para que vinieran a buscarme. Él llegó de sacar al perro y lo vio todo encima de la mesa, entró en cólera. Pensó que ya lo tenía todo planeado, que le había hecho perder el tiempo, no me quiso creer cuando le dije que había sido una decisión tomada tras analizar nuestra conversación vacía.

Me fui completamente rota y destruida, con mis amigas dándome la enhorabuena, con mi hermana y Dani abrazándome, con el cariño de mi hijo al llegar a casa.


Esa semana (y los meses que siguieron, en realidad) fue un absoluto infierno. La ansiedad me devoraba, tuve la formación en la nueva empresa y no me enteré de nada, no hacía más que pensar que la había cagado, la cabeza me daba vueltas, quería morirme con tal de no sentir todo lo que sentía... y mis amigos me felicitaban. Aún recuerdo la pura felicidad real de Danil, como casi que le oí saltar de alegría al otro lado del teléfono cuando se lo dije. Todos diciéndome que por fin había salido de ahí, que era más fuerte de lo que pensaba, que había sido muy valiente, que ahora por fin podría ser feliz.


Siempre hay muchos malos en una misma historia. Depende de quién la cuente, de los detalles y versiones que se den, de cómo lo han percibido quienes lo han vivido.

En mi versión, lo único que tengo claro es que, objetivamente, vivo más tranquila desde que él ya no está en mi vida. Una vez superado el síndrome de abstinencia, la ansiedad ha desaparecido, he podido dejar los antidepresivos, ya no vivo con miedo de no saber qué mina será la que se pise hoy. Ya no hay nadie que me haga sentirme pequeña, mal conmigo misma, una molestia. 

Ya no tengo miedo. 

Miedo.

Jamás pensé que llegaría a estar tanto tiempo en una relación donde el sentimiento que mas veces me inundaba era ese.

Pero salí. Y ahora soy libre. Y vivo tranquila, en paz. Sanando las heridas, yendo a terapia, mejorándome a mi misma y a mi vida.

Quizá el capítulo aún no está tan cerrado como me gustaría, pero ya casi nunca pienso en él, no le echo en absoluto de menos, no me apetece verle ni hablar, ni tenerlo cerca en general. Es real que estoy mucho más feliz, y una parte de mi siente como que este año ha sido una nube extraña en la que ni siquiera he sido yo misma y mi vida no la controlaba yo. 

Ahora estoy bien. Recuperándome, pero bien. Bien rodeada, bien querida, bien cuidada. Me gusto, me quiero, sé quién soy. 

Ya no tengo miedo.





Hay un malo en cada serie
Cada uno aquí lo entiende a su manera
Siempre habrá quien odie todo lo que seas

La vida de los demás sе ha vuelto una novela
No sabemos la vеrdad, y nos da igual
Se hace fácil disparar cuando hay trinchera
Pero luego eres víctima y condenas

Y hay tanto que no digo
Tanto que me digo
Tanto que al final voy a explotar

Si no van a parar, a mí me da igual
El tiempo pondrá todo en su lugar
No voy a aparentar ni una cara más
Me doy la vuelta, y espalda para quien no se merezca
Ni una palabra, ni una sola letra
Estoy cansada de fingir en fiestas
Todos lo mismo, sois los mismos
Y os voy a dar un Oscar por las pelis que os montáis