Aviso a navegantes

Soy responsable de lo que escribo, no de lo que usted entienda o interprete

jueves, 6 de abril de 2023

Ausencias elegidas

Pasas toda una vida acostumbrada a una ausencia, y aún así esa ausencia nunca deja de doler, nunca sana.
De la nada he visto fotos tuyas, antiguas, y luego más recientes.. y he tenido la sensación de que eras alguien lejano a mi, como si viera tu cara desde fuera, como si nunca hubiera convivido con ella cada día. Y ha sido como una flecha directa al alma que me ha hecho preguntarme en qué momento te convertiste en un extraño, y sobre todo.. por qué lo hiciste.

Cien mil excusas, cien mil motivos, cien mil responsables y culpas... pero soy madre, soy tía, y absolutamente nada en el mundo podría alejarme de esos niños que son mi vida, mi sangre y mi fuente de alegría y esperanza.

31 años, mi hermana 39, y aún pensamos en nuestra infancia, en qué nos afectó, qué tuvimos y qué nos faltó. Y miramos a nuestros hijos y pensamos... ¿cómo pudieron hacernos todo aquello?
Miro a Dani, y con todos sus fallos, su historia, su vida... con todo eso y más, no tengo ninguna duda de que jamás abandonaría a su hijo, ese con el se pasa la vida peleando. Sé que tampoco lo haría mi cuñado.

Pienso en ti muchísimo más de lo que me gustaría o mereces, pienso en ti casi cada día, y cada vez que te pienso me duele tu ausencia. Aunque la eligieras tu, aunque yo sepa que es lo mejor, y que tu presencia suele causar más daño que bien.

Pero la niña que hay en mí echa de menos las horas y horas de biblioteca, los paseos al parque en bici, dormir sobre tu barriga y disfrutar de tus comidas. La niña a la que dejaste siempre te perdona, y tiene que venir la adulta a recordarle que se puede perdonar, pero no olvidar. La niña a la que responsabilizaste de tus problemas tiene que hablar a menudo con la adulta a la que ahora responsabilizas de tu alejamiento y abandono, para preguntarle por qué, para preguntarle qué soluciones hay.
Pero la adulta tiene que responderle que no existe una respuesta lógica a ese porqué, y que ya no hay solución porque no está en nuestra mano.


Veo a mi hijo llorar y entristecerse por el abuelo presente al que perdió, el que jugaba con él, le cuidaba y quería, y que se fue sin querer hacerlo. Y automáticamente después siempre piensa en el abuelo que sí tiene aún, pero que no se preocupa por él ni le demuestra cariño alguno. Veo su infinita tristeza y se me rompe el alma por lo injusto que me parece.

Me recuerdo a mi misma de pequeña, echando siempre de menos a un abuelo que eligió no estar ni quererme, que eligió no saber ni mi nombre. Él no se merecía que le quisiera, pero los niños siempre queremos a la gente sin lógica ni razón, y a día de hoy aún tengo en mi cuarto la foto de ese abuelo que jamás se preocupó por mi.

Te echo de menos y me enfado conmigo misma cada vez que lo pienso, cada vez que me descubro pensando que ojalá poder contarte algo que me ha pasado, o preguntarte cómo estás, qué es de ti. Cada vez que hablo con mi hijo y veo tus rasgos en él, y le doy vueltas a cuantísimo disfrutaríais hablando de historia o cultura. Cuánto podrías haberle enseñado si aún quedara algo en ti del hombre que me contaba cuentos inventados por él, basados en la historia real de diferentes culturas, que me fascinaban. 


Mi hermana y yo ni hemos tenido ni estamos teniendo una vida fácil, ambas hemos sufrido cosas en nuestra historia semejantes a las que te han pasado a ti, y ambas nos parecemos muchísimo a ti en demasiadas cosas. 
Lo que nos diferencia en absoluto de ti es el amor. 
El amor profundo que sentimos la una por la otra y por los que nos rodean, ese amor que antepone sus necesidades a las nuestras, que nos hace volcarnos y buscar siempre lo mejor para aquellos a los que amamos. 
Y también nos diferencia de ti las ganas de luchar, porque jamás nos faltan ganas de luchar. Acudimos a terapia, nos apoyamos, buscamos recursos cuando estamos al borde del precipicio y nunca, jamás, nos rendimos. 
Tu te rendiste. Y decidiste culpar a los demás de tu falta de valor.
Nosotras somos conscientes de nuestros errores, de las cosas que han sido culpa nuestra y las que no, y todos los días intentamos mejorar. Vemos en nuestros hijos aquello que nosotras mismas fuimos, y juntas hacemos lo imposible para que sean felices. Y también para ser felices nosotras.
Nosotras también somos importantes.

No llegamos a conocer a tu madre, nuestra abuela, pero creo sinceramente que está orgullosa de nosotras. Igual que lo están nuestros abuelos maternos, igual que lo está nuestra madre y la familia y amigos que nos rodean. Igual que lo estamos nosotras mismas, aunque a veces lo olvidemos.

Puede que hoy me toque pasar un día repleto de llanto desconsolado, de recuerdos y de añoranza. Puede que hoy te quiera más que otro día y olvide un poco las cosas en las que me has fallado. Pero soy tremendamente fuerte, y tengo tanto amor a mi alrededor que al final nadie me dejará sufrir demasiado tiempo por tu ausencia. Incluida yo misma. 

Mañana seguiré queriéndote, pero tu ausencia cada vez dolerá menos.