Aviso a navegantes

Soy responsable de lo que escribo, no de lo que usted entienda o interprete
Mostrando entradas con la etiqueta Amistad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Amistad. Mostrar todas las entradas

jueves, 17 de febrero de 2022

Querida María

Hola Maria, 
He estado dudando si escribir esto como amiga o como paciente de una gran profesional, y al final me he decidido a hacerlo como amiga porque esto empezó así, como una amistad entre dos personas que se ayudan y se apoyan (aunque una de las dos tuviera una formación súper buena que sabía usar 😜)

En 2007 mi vida estaba estancada, parada, no era capaz de ir a clase, no era capaz de estudiar ni de hacer nada. Y ni siquiera entendía porqué. Creía que estaba bien, que era normal, escondía la cabeza y vivía al día como buenamente podía.
Así estuve 7 años.
En el camino me enamoré, me saqué la ESO a duras penas, me quedé embarazada, tuve un hijo increíble, me separé de su padre y, en general, pasaron muchas cosas.
Pero mi vida seguía igual.
Seguía sin estudios, sin futuro, sin ser capaz de ir a clase por más que me matriculaba cada año, por más que mi cuerpo me pedía a gritos "¡estudia! ¡ve a clase!"

Y entonces, en 2014, apareciste tu. 
Ya te conocía, tuve esa suerte en la primavera de 2008, pero ese verano de 2014, por casualidades de la vida, nos conocimos de verdad, nos abrimos y nos dimos cuenta de que no estábamos solas, de que éramos tan parecidas como diferentes.

Y a partir de ese año me enseñaste a entenderme, a no juzgarme, a saber porqué me pasaba lo que me pasaba. Me diste tus brazos para refugiarme y tu hombro para llorar, me repetiste mil veces que éra válida y que mi vida merecía la pena.

Creaste una asociación para enseñar todo eso a muchas personas, personas a las que ni siquiera conocías, y fuiste cambiando nuestras vidas.

En solo un año a tu lado conseguí lo que no había logrado en siete, terminar primero de bachillerato. Aún recuerdo aquel logro, María, recuerdo los caminos al instituto con miedo, en los que tenia que llamarte o hablarte para ser capaz de entrar en clase, recuerdo volcar cada día mis miedos y tristezas en un foro en el que gente a la que tú habías unido me daba fuerzas y energía para seguir, recuerdo la de veces que me repetiste que podía y que era capaz. 
Recuerdo que llegué a segundo de bachiller y recuerdo ese mensaje diciéndote que ya no me daba miedo ir a clase.
Recuerdo conseguir una nota media de 9 en segundo de bachillerato, cómo me adoraron mis profesores y cómo me repitieron mil veces lo luchadora que era y todo lo que valía.

Recuerdo el grito y el llanto cuando supe que había entrado en Trabajo Social, mi verdadero sueño.

Todo gracias a ti.

También a las personas que estuvieron a mi lado ese tiempo, que fueron muchas. Pero tú siempre fuiste el ancla, el puerto seguro, tu siempre me sostuviste.

Y luego ayudaste a mi familia, a mi hijo, durante una época en la que creímos que nada tendría solución. 
Pero tu, convertida ya en una profesional de la cabeza a los pies, nos diste tu trabajo, tu apoyo y tu fuerza y sacaste adelante a un niño de 3 años y a una familia que se sentía perdida. Nos ayudaste a ser mejores padres, abuelas, titas... nos diste herramientas para aprender a educar a nuestro hijo de la manera en que queríamos hacerlo, con apoyo, con amor, con cariño.

En estos años no sólo salvaste mi vida, también salvaste la de lo que más quiero, mi hijo José Manuel.

Han seguido pasando los años, y la vida se fue "estabilizando", pero siempre he ido cogida de tu mano.

Este último año ha sido de los más duros, pero tu has continuado conmigo, no solo como amiga, si no como la profesional que necesitaba. Una profesional que ha hecho mucho más de lo que tenía que hacer, que se ha volcado como si fuera ella misma la que estaba al otro lado, que me ha cuidado como si fuera de su sangre. Una persona capaz de separar la amistad de lo profesional y ser increíble en ambos roles, mientras a la vez también luchaba sus propias batallas y seguía con su vida.

Porque en estos años también he podido ver tus logros y tus agobios. 
Esa tesis infernal, la lucha diaria por mantener la asociación a flote, las investigaciones en las que sólo por amor a tu trabajo te has dejado dinero que no tenías, una boda preciosa e increíble que tuvisteis que organizar entre agobios y cariño, te he visto vivir en mil sitios, alejada de tu familia, lidiando con la tristeza de no tenerlos cerca, aprendiendo, siempre aprendiendo, invirtiendo en formación, en mejorar, solo para poder ofrecer a los demás lo mejor de ti, lo mejor de tu trabajo y tu profesión. 
Vi la evolución de una estrella polar que se convirtió en María, la empresa que a día de hoy nos llena de orgullo a todos los que te conocemos (os conocemos). Veo tu trabajo y esfuerzo diarios, veo tus progresos, pero también los de las personas a las que ayudas. Veo como, tras casi una década, sigues cambiando vidas.

Veo la suerte que tengo.

Tengo una suerte infinita, porque pocas personas pueden decir que tienen una amiga como tu, tan increíble, maravillosa, buena, inteligente, generosa y honrada. Tan fantástica en todos los sentidos. 

Siempre he dicho que con solo cambiar una vida ya estás cambiando parte del mundo, y tú llevas muchísimas vidas cambiadas, imagina el mundo que estás creando... es ese mundo en el que quiero vivir y en el que quiero que mi hijo crezca. Un mundo con personas como tú.

He querido escribirte porque hoy me siento fuerte. Pasando una mala época, tras un año y una vida que no han sido fáciles... pero fuerte. Soy fuerte, María. Y soy fuerte en gran parte gracias a ti. A las herramientas que me has dado, al aliento, al amor y el cariño, gracias a tu atención y a sentir que siempre estás conmigo incluso aunque no hablemos.

Me siento fuerte y sé que mi vida seguirá avanzando. Sé que, poco a poco, conseguiré mis metas. Hoy mis Irenes están unidas, son una sola, y te gritan a voces "Gracias", gracias por ser amiga y profesional, por haberme acompañado como lo has hecho, y por seguir siempre conmigo.

Solo me sentí así de fuerte cuando terminé bachillerato, y aquello también fue gracias a ti. 

Dime, María, ¿como lo haces para aguantarme y a la vez conseguir que avance? ¡Si no me aguanto ni yo!

Llevo dos días llorando, triste, enfadada, frustrada... y aún así, justo esto, justo esta semana, es la que me ha hecho ver que soy fuerte, que valgo muchísimo más de lo que siempre he pensado. Y me ha hecho verlo gracias a ti.

En serio, María, gracias por tus enseñanzas, por tu acompañamiento, por estos años a mi lado. Por ser mi amiga y compañera.

Siento esta entrada gigantesca y escribirte tantísimo, pero lo necesitaba, necesitaba expresar cuán grande es mi agradecimiento y mi amor por ti, la inmensa suerte que tengo y he tenido, y el deseo de ser capaz de devolverte al menos un poquito de lo que me das.

Eres una de las personas más maravillosas que he conocido, de las más mágicas, y no sé ni cómo terminar de escribir todo esto, porque podría pasar otra vida entera y aún así no llegaría a describir de verdad todo lo que siento y todo lo que te agradezco.

Querida María, gracias por ser tu, por entregarte a los demás, por ejercer tu profesión no sólo como un trabajo, si no como si tus pacientes fueran tu familia, por ser mi amiga, por toda la ayuda y apoyo, y por todo el tiempo que hemos pasado y que seguiremos pasando juntas.

Te quiero, te quiero, 
¡Te quiero!

viernes, 23 de noviembre de 2018

Esencial

"Y es que yo tengo tan poco, y eso es lo mejor que tengo porque es poco pero es tan esencial"

¿Sabéis qué tengo? Lo tengo todo.

Tengo a Rocío. Desde hace casi 17 años tengo a la mejor hermana, amiga, confidente y persona que jamás hubiera podido encontrar. Es esa persona que ha seguido ahí incluso cuando le he fallado. Es esa persona que me ha aguantado sufriendo por cosas que ella ya me avisó que debía evitar, la que me sigue aconsejando aunque sepa que no voy a seguir sus consejos, la que al final siempre tiene razón. La más cabezota del universo, con la que no se puede discutir. La que me pega cada guantazo a base de realidades que no sé cómo me mantengo en pie después. Esa que me quiere como a nadie, esa que me demuestra cada día que soy la persona más afortunada del universo desde aquel 1 de Febrero de 2002 en el que la vi por primera vez. La primera vez que volvimos juntas a casa.

Tengo a mi madre y a mi hermana. Y no son una madre y una hermana cualquieras. Son dos personas con las que choco día si y día también, que prácticamente nunca están de acuerdo con mis decisiones o mi forma de vida, dos personas a las que saco de quicio y no trato todo lo bien que debería, a las que seguramente infravaloro mucho más de lo que debo, de esas que sufren el hecho de que haga más hincapié en sus fallos que en sus virtudes.
Y pese a todo eso, ahí están. Pese a todo siempre están buscando formas de que sea feliz, de que esté bien. Pese a todo les quito el sueño por las noches porque no pueden verme sufrir, y hacen todos los sacrificios que haga falta para que yo mantenga mi salud mental, por muy difícil que sea eso. Me han mantenido viva 27 años, nunca han desaparecido. Donde otras familias fallan, ellas han sido un muro, a su manera, con sus formas, pero a mi lado. En las peores épocas, en las mejores. Cuando he sentido que me moría, cuándo no sabía cómo seguir o cómo actuar, cuando el miedo me recorría cada vena. Cuando lloraba casi 24 horas al día y ellas me reñían porque llorar me afecta a la tensión ocular (y menos mal que no me están viendo mientras escribo esto) pero aún así me abrazaban el tiempo que hiciera falta. 
Mi madre es esa mujer que no puede verme llorar, y que en cuanto me ve cara de tristeza cambia cualquier mal humor que tuviera para estar bien conmigo e intentar ayudarme a ponerme mejor. Mi hermana es esa mujer que lleva desde que nací intentando hacerme la vida más fácil, quitando obstáculos, apaciguando mis fuegos, incluso aunque me odiara, o me tuviera envidia, o yo misma le hiciera daño. Mi hermana es esa mujer que si tiene que pegar a su padre para defenderme, lo hace. Ellas lo son todo.

Tengo a María. ¡Puñetera niña, cómo ha cambiado mi vida! La única persona capaz de empatizar conmigo al 100%, de comprenderme, de saber porqué mi cabeza funciona como funciona. La única que ha conseguido quitarme de la cabeza el pensamiento de que hay algo mal en mi, que estoy loca, que no tengo sentido. La que ha soportado historias y más historias y más historias sin pestañear ni una sola vez, sin juzgarme ni una sola vez. La que consiguió que me sacara bachiller, que llegara a la universidad. La que mantiene mi cordura (cuando la dejo hacerlo). La que siente mis alegrías y triunfos como si fueran suyos. Bendito el día en que me paré a contarte la historia de mi vida en el colegio. Bendito el día en que me escuchaste y me hiciste ver que yo no estaba sola.

Tengo a José Manuel. Tengo al mejor hijo del universo. Tengo un hijo que me dice cosas bonitas todos los días, que si me ve triste me abraza, me hace dibujos, me trae a todos los animales de la casa, y así hasta que no se queda convencido de que al menos estoy algo mejor. Tengo un hijo que ha luchado desde hace tres años contra si mismo y sus demonios, con su carácter, su intolerancia a la frustración, su impaciencia, su intranquilidad. Tengo a un niño que es tremendamente fuerte, y solo tiene 6 años. Tengo un hijo que es tan bueno que no es capaz de ver la maldad de las personas, y, aunque esto me de miedo, le admiro por ello. Tengo un hijo que se parece tanto a mi que asusta, que se parece tanto a su padre que asusta más aún. Que es capaz de controlarse mejor que ambos juntos, y que guarda dentro de su corazoncito de seis años más amor del que jamás he conocido.
Tengo un hijo que me salvó la vida hace siete años, y que desde entonces ha vuelto a salvármela incontables veces. Es mi motor, mi razón para continuar, es mi ejemplo a seguir. Es mi vida. Y estoy orgullosa de ser su madre.

Y, por último, tengo a Dani. Tengo a Dani. Por fin puedo decirlo, alto y claro, ¡tengo a Dani!.
Y nos hemos ganado a pulso el tenernos el uno al otro. Y sé que hay una gran cantidad de personas que no están de acuerdo, que tienen miedo, que creen que somos unos inconscientes. Y quizá tengan razón, pero...
Ellos no saben lo que han sido estos últimos dos años. Ellos no saben cómo ha sido cambiar toda nuestra forma de actuar, sin ni siquiera plantearnos que pudiéramos volver en el futuro, si no hacerlo porque era lo más sano para nosotros y nuestro hijo. Cómo hemos solucionado peleas, discusiones y desencuentros sin necesidad de gritos, ni de reproches. Solo con respeto y diciendo las cosas claras, pero sin hacer daño.
La gente no sabe la lucha que ha significado ir dándose cuenta de que las cosas cambiaban, y aún así no querer arriesgarse a nada por el miedo, por la lógica, porque el daño que podríamos llegar a hacernos sería demasiado duro. La gente no sabe las dudas, el dolor de esas dudas, el deseo contenido, la razón imponiéndose al corazón una, y otra, y otra vez. Alejarnos, y luego volver a encontrarnos, y no saber qué hacer o cómo actuar, ni qué sentir.
Nos hemos hecho tanto daño en estos diez años, que a día de hoy no podemos negar que hemos sido lo peor el uno para el otro. No podemos negar que durante casi dos años estuvimos en una guerra que nos dejó rotos y destrozados. Que durante cinco años estuvimos en una relación irrespetuosa, dañina, insana. Una relación que nos mantuvo inmaduros mucho más tiempo del que debíamos.
Han pasado diez años. Y aquellos Daniel e Irene desaparecieron hace mucho. Nuestra base siempre ha sido la misma, esa base que nunca ha cambiado, esa base irrompible pese a querer romperla una y mil veces. Nos queremos. Nos hemos querido cada día desde que comenzamos a crecer juntos aquel 2008. Nos hemos querido mal, nos hemos querido de forma egoísta. Y hemos tardado mucho tiempo en aprender a hacerlo bien, pero el esfuerzo da siempre sus frutos.
Dani es esa persona que ha soportado mis malas formas, y aún así se ha quedado para demostrarme que eso no iba a echarle atrás. Es esa persona que se ha pegado horas y horas adaptándome documentos de clase, que se ha venido a estudiar a la biblioteca conmigo en vez de irse a dormir, aunque él no tuviera nada útil que hacer alli, solo para que yo no estuviera sola. Es esa persona que ha venido en dos minutos a la puerta de mi casa siempre que le he necesitado, aunque estuviera roto después de un día muy duro de trabajo. Es esa persona que, pese a que le cuesta entender el funcionamiento de mi cabeza, se ha partido los cuernos cada día intentándolo. Es esa persona que se dio cuenta de que no hacía las cosas bien y luchó por cambiarlas, no solo conmigo, si no con nuestro hijo, y también consigo mismo. Es esa persona que se puede pegar una hora entera haciendo tonterías hasta hacerme sonreír. Es esa persona menos cariñosa que un cactus pero al que conmigo le sale ser un oso de peluche, es quien está todo el día mandándome vídeos de gatos porque sabe que me encantan y me hacen reír, y que cuando quiere que vea un vídeo que le interesa a él, aguanta pacientemente que yo le ignore, que se me olvide, y que al final nunca llegue a verlo o lo haga mil años después. Es esa persona a la que saco de quicio y que me saca de quicio, pero a la vez me hace reír más que nadie en este mundo. Es esa persona que cuando estoy mal, sin que yo se lo pida o sin que se me pase por la cabeza siquiera, pone automáticamente en el coche la emisora de radio que me gusta, aunque él la odie. Es esa persona que me quiere incondicionalmente. Es esa persona que pese a todos sus miedos, ha acabado contándome todos los errores que ha cometido, todas las cosas que sabe que me harían daño, y que ha luchado conmigo para sentar las bases de nuestra relación de forma sólida y sincera, sin mentiras, sin nada más que ocultar. Es esa persona que ha perdonado y entendido cada uno de mis fallos, incluso los cometidos cuando ya habíamos formalizado la relación, esa persona que ha aceptado todas las cosas que también le he contado yo, y que ha decidido seguir adelante. Es esa persona que todos los días me da los buenos días y las buenas noches aunque yo le ignore la mitad de las veces. Es esa persona que cada vez que me mira me hace sentir la mujer más amada de este universo, porque jamás nadie me ha mirado como él. Es quién durante los momentos más oscuros de este verano y del pozo que fue, se quedó conmigo sosteniendo mis ganas de vivir para que no se fueran, aguantando mis tormentas y entendiendo lo que otra persona jamás habría entendido. Dani es esa persona que lleva toda la vida siendo niño, y que ha estado luchando durante los dos últimos años para convertirse en el hombre que realmente es. El que no ha querido permitir que ninguna noche me fuera a dormir estando triste o mal, aunque a veces yo no le haya dejado conseguirlo. El que se ha robado a sí mismo horas y horas de sueño necesarias solo para estar conmigo, porque era la única forma de vernos.
Soy consciente de que hay personas que jamás entenderán que estemos juntos, que jamás lo verán una buena idea y estarán toda la vida pendientes de que cometamos algún fallo y demostrarse a sí mismos que tenían razón. Sin embargo me da exactamente igual, porque incluso aunque al final salga mal, nadie va a quitarme nunca la realidad de lo que siento, de lo que siente él, y de todo lo que hemos luchado a lo largo de estos diez años para llegar ahora a donde estamos. A la felicidad plena y sana, sin dobleces, sin egoísmo. A ir sanando juntos todas las heridas que nos hicimos. A recomponer lo que nosotros mismos rompimos. A aprender a estar de verdad el uno para el otro.
En 2010, durante unos meses en los que lo dejamos y yo tenía una confusión absoluta, Rocío me dijo una frase que jamás he olvidado, y, aunque muchas veces he estado totalmente convencida de que no tenía razón, hoy soy consciente de que, como siempre, Rocío nunca se equivoca.
"Yo pienso que llega un momento en la vida que encuentras a ESA persona, la que es para siempre, y creo sinceramente que tu ya la has encontrado y es Dani"
No sé si será para siempre, pero ojalá lo sea, porque jamás he sido tan feliz con nadie como lo soy con él.


En conclusión; no tengo dinero, ni carnet de coche, ni independencia, ni ganas de estudiar, ni una carrera, ni trabajo, ni un millón de amigos. No soy popular, ni sociable siquiera, no tengo un cuerpo perfecto ni soy la más guapa del universo, no sé hablar inglés en condiciones, no tengo casa propia, ni una cama de las grandes. No tengo constancia, ni ropa a raudales y a la moda, ni maquillaje de marca. No tengo seguridad en mi misma, y mi autoestima es especialmente baja. 
Pero tengo a todas las personas que he nombrado, y no solo eso, también tengo a mi gata (el amor de mi vida), al resto de mis animales. A mi familia extensa, primos y tíos maravillosos, a amigos como Kaike, Raúl, Almudena, Joshua, Paula, Ale... y otros tantos que son también increíbles. Lo tengo todo, tengo lo esencial, y, además, lo tengo de una calidad increíble.

Gracias por estar en mi vida. Gracias por crecer conmigo y por hacerme mejor persona. 
Sois esenciales, irreemplazables, únicos. ¡Los mejores!


Bueno... antes de acabar del todo, me he dado cuenta de que me había olvidado de alguien super importante. 
Me tengo a mí misma. ¿A quién si no?
He tenido muchísima ayuda, soy consciente de que sola no habría podido, pero, ¿sabéis qué? Estoy en tercero de carrera, sin ninguna segunda matrícula a mis espaldas de ningún año, con cuatro matrículas de honor, con notas bastante altas y una media de 8,11. Tengo un hijo que es quién es en gran parte gracias a mi, al que le repito todos los días que tiene que ser buena persona, ayudar a los demás, al que le doy tantos besos y abrazos que le acabo hartando, al que he aguantado en sus momentos más duros, al que he ayudado a luchar. Soy una buena madre, mucho mejor de lo que creí que sería. Soy fuerte. He superado demasiados baches, demasiadas heridas, demasiado daño. Pero lo he superado, estoy aquí, y pienso seguir así. Y también estoy orgullosa de mi misma. Mucho.

A partir de hoy voy a recordarme esto cada día, y si tengo que leerme esta entrada cada mañana, lo haré. Y cogeré mi portátil nuevo y me sacaré este año con las mejores notas posibles. Y acompañaré, jugaré y estaré con mi hijo todo el tiempo que pueda. Y disfrutaré de la felicidad que me proporciona Dani, y del amor que me dan mi madre, mi hermana, Rocío y el resto de mis amigos y familia. Y del calor que me da mi gata cada noche, y de los lametazos de mis perros y los masajes de mi otra gata. 
Disfrutaré de mi vida, que ya va siendo hora. Me lo merezco, me lo he ganado.

Y, como diría Mary Richmond, yo soy mi mejor recurso. Así que voy a sacarme provecho.

viernes, 16 de marzo de 2018

La letra con sangre entra

Las palabras no hacen sangre, pero matan.

La rabia nos ciega, nos devora, nos impide ver con claridad. 
Si encima añadimos personas alrededor que nos tapan aún más los ojos, solo nos queda el rencor absoluto y la sed de venganza.


Intento no dejarme llevar nunca por esos sentimientos, porque las veces que lo he hecho, la única perjudicada he sido yo (y las personas a las que me he llevado en el camino), y he aprendido que hacerme daño no merece la pena.

Puedes engañarte toda una vida, mentirte a ti misma, creer que serás feliz así... hasta que te das cuenta de que has ido destrozándote poco a poco y que ya no queda casi nada de lo que fuiste, o de lo que querías ser.

Yo sigo creyendo en mi, en lo que hago, en lo que siento. Sigo orgullosa de mi misma cuando me miro en el espejo y recuerdo quién soy y como he llegado aquí. Y estoy orgullosa de todas las cosas que he hecho, porque incluso aquellas en las que me equivoqué me han ayudado a aprender, a crecer.

Y quien me quiere, quien me ha querido de verdad, y aquellos a los que les importo o he importado, también saben quién soy, porqué hago las cosas y porqué no, de lo que soy capaz y de lo que no, y hasta qué punto merezco la pena.

Al resto, y esto lo digo con una sonrisa en la cara porque ni el dolor que puedo sentir por dentro me la quita, que os vaya bien, porque si seguís acumulando tanta mierda, necesitaréis suerte en vuestra vida, y yo os la deseo toda, de corazón.

lunes, 5 de marzo de 2018

No hubiera dudado

He vuelto a verte, me has llegado hasta el pulmón. Y voy tocado entre los gritos, pero ahora tengo más motivos que dolor. No digas nada, que tengo miedo a las heridas provocadas en tu honor.
Y se ha hecho tarde, mi amor. 
Yo nunca hubiera dudado de un "tu y yo"

Esas veces que alguien no para de rondarte la cabeza, que te llevas días y días pensando, dándole vueltas. "¿Cómo estará?" Y sabes que la respuesta es "mal". Y sabes que no puedes hacer nada. Y sabes que esa persona no quiere que tu hagas nada. 
Y aún así no paras de pensar en ella. Y quieres pensar que estás equivocada, que no todo es como tu crees. Que todo va bien. Que el miedo es solo miedo.

Pero cuánto miedo. Cuánto miedo a perder, a no saber cómo actuar, a elegir, a defender tus elecciones. Cuánto miedo de mirar al futuro e imaginarlo sin las personas que realmente te importan.
Aunque no sepas cómo demostrarles que te importan porque todo es demasiado complicado, y tu además le añades complicaciones. Porque tu no sabes lo que es hacer la vida sencilla.

Recordar cien mil te quieros, cien mil promesas de no desaparecer, de permanecer unidos, recordar cien mil momentos en los que estuvisteis juntos y deseaste que jamás se fuera de tu lado. En los que le agradeciste el simple hecho de existir y de estar en tu vida.

Sigo sin saber cómo demostrarles a los demás cuánto me importan, y sigo sin saber como actuar en la mitad de las situaciones de mi vida. Sobre todo cuando implican a más personas, cuando los afectados son otros más que tu misma.

Echo de menos a Raúl. Lo echo de menos de verdad. Están pasando tantas cosas que no sabe, hay tantas veces que necesito hablar con él y no puedo simplemente porque no está al día y no me dan las fuerzas para explicárselo todo... Pero luego todo se pone en mi contra y parece imposible verle. Y recuerdo la frase de "quien de verdad tiene interés convierte las noches en días" y dudo de mi misma y de si esa frase tendrá razón y es que no tengo interés, o es que realmente mi vida es la locura que creo que es.
Quiero pensar que es la segunda opción, porque sería demasiado masoca si sintiendo este dolor tan intenso en el pecho y esa sensación de que algo me falta, no pusiera interés real en solucionarlo.

A veces ser adulto es una mierda. La vida real es una mierda. El amor es una mierda. La amistad es una mierda. La esperanza es una mierda. El futuro es una mierda. 
Y el miedo... el miedo es la mayor mierda de todas.

Quiero que entiendas esto si ya no entiendes nada, "Amor" es la palabra que resuelve el crucigrama.

Y las ganas de llorar vuelven a mi vida.


El corazón es un alumno limitado que nunca aprende


Todos aquellos nombres, todos aquellos números... para acabar volviendo a ti.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Pérdidas

Últimamente he estado pensando mucho en eso que solemos decir de "he perdido a alguien".
He llegado a la conclusión de que a las únicas personas que perdemos son a aquellas que nos quita la muerte, pero que el resto no son pérdidas.


¿A quién he perdido yo? Siempre he usado ese término para novios o amigos que ya no están, personas que una vez fueron importantes en mi vida y que ahora ya casi no están en ella. Pero no los perdí, ¿verdad? Lo que pasó fue que no los cuidé, o no me cuidaron. No se pierde a alguien por arte de magia, se pierde por muchas razones, y hay que asumir la propia culpa para evitar repetirlo.

Hace ya más de diez años, yo perdí a Rocío. Nos perdimos mutuamente. Y fue porque no nos cuidamos, fue porque no nos tuvimos en cuenta la una a la otra y, aunque sin querer, nos hicimos daño. ¿Cómo nos recuperamos? Hablando, queriéndonos, y dejando a un lado el orgullo. Ella me pidió perdón por haberme abandonado y haberme hecho daño, y yo hice lo mismo con ella. A veces sentimos que nos han traicionado a más no poder, pero también, a veces, merece la pena perdonar de verdad esa traición. 
Recuerdo que me sentí muy traicionada por Rocío en aquella época, y sentí que no me valoró ni me quiso. Luego comprendí que a veces nos ciega el egoísmo, porque ella sintió lo mismo por mi parte, ¿quién tiene razón entonces? Pues las dos. Porque las dos nos hicimos daño, y ninguna lo hizo de forma consciente.

Desde aquel día que hablamos y vi que Rocío seguiría conmigo, supe que nunca se iría, que habíamos superado algo muy difícil, y que si tras eso habíamos conseguido seguir, podríamos con todo. Porque nos queremos, porque somos hermanas.

También perdí un día a mi otra mejor amiga, esa que tenía desde que tengo recuerdos, mi Cristina, mi hermana. Y recuerdo que le eché la culpa por completo a ella. A día de hoy a veces aún lo hago. A ella la perdí y no la recuperé, a pesar de que también hablamos para arreglarlo. ¿Cuál es la diferencia entre ella y Rocío? ¿Por qué a Rocío la recuperé de verdad y a ella no? 
Porque ninguna hemos hecho el esfuerzo real de recuperarnos. Porque aunque habláramos en su momento, y aunque a día de hoy de vez en cuando nos preocupemos por la otra, aunque nos sigamos queriendo... realmente no pusimos interés en recuperar lo que un día tuvimos. Y eso hay que reconocerlo, de nada sirve decir "yo lo he intentado pero ella no". Es verdad que a veces una parte lo intenta de verdad y la otra parte no hace esfuerzos, y ahí pues no hay mucho que hacer, pero concretamente en mi caso... eso solo me ha pasado una vez, con Jony. El resto de "pérdidas" no han sido pérdidas, han sido amistades que no se cuidaron y que no se puso esfuerzo en recuperar, por ninguna de las partes.


Las relaciones siempre son cosa de dos, siempre. No hay excepciones, no hay forma de echarle la culpa al otro por completo y decir "yo no hice nada", porque lo único que harías sería engañarte a ti mismo, y eso al final no sirve de nada.
Es verdad que Cristina me hizo daño, muchísimo daño. Y recuerdo aquel vacío en el pecho al pensar cómo era posible que después de toda una vida ella me hiciera algo así, recuerdo las noches de llantos, las conversaciones con la gente de mi alrededor en las que solo sabía repetir "no lo entiendo, no me lo explico", esa manera en la que el dolor me corroía por dentro. 
A día de hoy me pongo a pensar y me doy cuenta de que yo tampoco me porté con ella todo lo bien que debía, que las excusas que ella me dio para lo que pasó, no eran tan pobres como me lo parecieron en ese momento, ¿sabéis por qué? Porque he aprendido que cada uno siente como siente, y le duele lo que le duele, aunque nosotros no lo entendamos, aunque nos parezcan tonterías o exageraciones. Rocío lleva toda la vida diciéndomelo, y yo le decía que tenía razón porque me sonaba lógico, pero hasta ahora no he llegado a ver de verdad hasta qué punto tiene razón, y cuanta verdad hay en esa afirmación. Para mantener una amistad, para cuidarla, no es necesario entender porqué le duelen las cosas que le duelen al otro, hay entender simplemente que le duelen,  respetarlas e intentar evitarlas.


Dije que después de aquella pérdida ninguna me haría daño. 
Mentira. 
Hay amistades que crees eternas y no lo son, como me pasó con Cristina. Hay amistades que sabes que no van a ser para siempre, y aún así no estás preparada para que se vayan. No estaba preparada para la última amistad que se ha roto.


Llevo años convenciéndome a mi misma de que no volvería a dolerme tanto que alguien desapareciera de mi vida, y me he dado cuenta de que me estaba engañando. Cuando quieres a alguien siempre va a dolerte que desaparezca, y a veces los años no son indicativo para la fuerza de la amistad. La fuerza de una amistad se mide en las veces que aguantamos al otro, que le levantamos cuando cae, que le ayudamos a mejorar, a sentirse bien, que le ponemos el hombro para que descanse, para que llore. Se mide en las veces que nos sacrificamos para que el otro sea más feliz. Y viceversa, porque siempre debe ser algo que fluya en ambas direcciones.

Hay personas que cuando desaparecen, te dejan un hueco en el pecho que va a quedarse toda la vida.
El tiempo no cura nada, solo te ayuda a acostumbrarte a vivir con las heridas para que no te escuezan, te ayuda a cerrar cicatrices, pero esas cicatrices siempre se quedarán en tu piel.


Voy a intentar no volver a decir que he perdido a alguien, porque no los he perdido, nos echamos mutuamente. Y hay que asumir esos errores, si no, nunca podremos crecer ni mejorar.


Te quiero