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viernes, 16 de marzo de 2018

La letra con sangre entra

Las palabras no hacen sangre, pero matan.

La rabia nos ciega, nos devora, nos impide ver con claridad. 
Si encima añadimos personas alrededor que nos tapan aún más los ojos, solo nos queda el rencor absoluto y la sed de venganza.


Intento no dejarme llevar nunca por esos sentimientos, porque las veces que lo he hecho, la única perjudicada he sido yo (y las personas a las que me he llevado en el camino), y he aprendido que hacerme daño no merece la pena.

Puedes engañarte toda una vida, mentirte a ti misma, creer que serás feliz así... hasta que te das cuenta de que has ido destrozándote poco a poco y que ya no queda casi nada de lo que fuiste, o de lo que querías ser.

Yo sigo creyendo en mi, en lo que hago, en lo que siento. Sigo orgullosa de mi misma cuando me miro en el espejo y recuerdo quién soy y como he llegado aquí. Y estoy orgullosa de todas las cosas que he hecho, porque incluso aquellas en las que me equivoqué me han ayudado a aprender, a crecer.

Y quien me quiere, quien me ha querido de verdad, y aquellos a los que les importo o he importado, también saben quién soy, porqué hago las cosas y porqué no, de lo que soy capaz y de lo que no, y hasta qué punto merezco la pena.

Al resto, y esto lo digo con una sonrisa en la cara porque ni el dolor que puedo sentir por dentro me la quita, que os vaya bien, porque si seguís acumulando tanta mierda, necesitaréis suerte en vuestra vida, y yo os la deseo toda, de corazón.

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