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miércoles, 27 de mayo de 2020

Días que pasan

Últimamente pienso demasiado en quien no debo. Quizá sea la época, que siempre me pone más sensible. Van muchos años que pasan cosas en mayo que me dejan marcada. Eso se junta con los exámenes, y mi cerebro se satura.
Este año, además, no paro de pensar que en dos semanas habré terminado la carrera.

12 de Junio. Último examen. Ya no me queda nada.

Me siento fuerte, pero también flaqueo a veces. Estudiar en casa y con el niño alrededor 24 horas no está siendo sencillo, pero creo que puedo conseguirlo.

Me gusta estar sola. Me gusta esta sensación de no verme obligada a sonreír ante nadie, o de fingir. 

La mente sí almacena el daño, pero el corazón nunca va a estar a salvo de otro intento.

Mi gata no me deja sola. Ahora que ya no está el gato pequeño ella no se mueve de mi lado.
"Mi gata". Nunca la había llamado así. Mi gata siempre ha sido Mimi, y esta, su hija, solía ser "la gata". Pero desde que su madre no está se ha unido tanto a mí que me sale solo el llamarla así. A veces siento que traiciono a Mimi, pero luego pienso que al fin y al cabo Mumi perdió a su madre, y yo a mi gata. Quizá sea lo natural que ahora estemos más unidas y la sienta mía. 

Me dan escalofríos cuando pienso en ella. Y automáticamente empiezo a llorar. Ya van casi 11 meses. Me sigue doliendo el pecho.

Perdemos por miedo al propio miedo.
Las heridas que se curan dejan cicatriz.
El amor también enseña a saber dejar ir.

Ayer tomé una decisión que me ha dejado más tranquila con mi vida. Hoy entra algo más de fresco por la ventana. Sigo muy feliz por la noticia de la semana pasada, de hecho hoy he soñado con ella.
Tengo mucha suerte.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Y me llamarán....

Hace dos días estaba hecha polvo, volcándome aquí y desesperada. Pero está claro que soy la persona con más suerte de este mundo, porque siempre que estoy tremendamente mal, de repente aparece algo que hace que todos los males desaparezcan, que las cosas cambien y que la sonrisa no se vaya de mi cara.

Si, no voy a tener graduación, ni viaje, al menos por ahora. Pero dios mio, ¡voy a acabar la carrera! La carrera de mis sueños, esa que llevaba queriendo hacer desde adolescente. Hace seis años no confiaba en mi misma y estaba segura de que jamás llegaría, pero he llegado. Estoy a solo 24 créditos de tener mi titulo y poder decir que soy trabajadora social. Y, además, tengo un bono maravilloso para hacer el viaje cuando quiera, y seguro que al final mi decana acepta celebrar la graduación el año que viene 😜😜

A veces dudo de lo que siento, de lo que me rodea, a veces ocurren cosas que me nublan la vista y provocan que me tambalee y no esté segura de nada. María me dijo una vez que la depresión te hace aislarte, y cada vez soy mas consciente de que cuando más le alejo es cuando peor estoy conmigo misma. Quizá el problema no sea él, quizá el problema sea mi cabeza. 
Porque está claro que tengo la mayor suerte del mundo. Está claro que me saca de quicio, que me hace querer matarle, que cuando no es capaz de hacer la compra él solo, le daría una patada en el culo que lo mandara lejos indefinidamente, que cuando me manda audios kilométricos me dan ganas de dejar de hablarle para siempre, que la mitad de las veces no me escucha y la otra mitad no me entiende.
Pero me quiere, vaya si me quiere. Se preocupa de que esté bien, me engorda trayendo sushi o chocolate cuando sabe que estoy triste o he pasado un día duro, se gasta el dinero que no tiene en cosas que cree que me harán estar mejor, o simplemente que me harán sonreír. Se esfuerza por mejorar, por aplacar y controlar su mal genio, por aprender a hacer cosas que nunca le han enseñado a hacer. Aguanta mis explosiones, aguanta incluso cuando le desplazo y parece que no siento nada por él.

Pero creo que sí que lo siento. Porque no me imagino a nadie más a mi lado, porque le miro y no puedo evitar pensar que es el hombre más guapo del mundo y tengo una suerte inmensa, porque me encanta verle feliz y me angustio cada vez que no lo es. Le quiero sin saber explicar muy bien cómo, le quiero porque me hace reír continuamente, porque está loco, porque es sentimental sin parecerlo, porque me da un cariño enorme pese a que normalmente es un cactus con todo el mundo. Le quiero porque me ha demostrado lo importante que es luchar por mejorar, y los premios enormes que trae consigo. Tengo a mi lado al mejor novio del universo, al mejor padre, a la mejor persona. Soy tremendamente afortunada. Y le quiero.

Hoy me han dado la mejor noticia de mi vida. En serio, la mejor. Creo que pasarán muchos años hasta que me den otra que la iguale. No hay nada en este mundo que pueda parecerse a la sensación que tengo ahora mismo en el cuerpo, a la felicidad, a la emoción, a la histeria. 
Me han despertado a las 8 de la mañana para dármela, y me despertaría el resto de mi vida a esa hora si a cambio recibiera noticias tan increíbles como la de hoy. 
Y gracias a esa noticia veo mi vida distinta, veo lo que merece la pena y lo que no, y veo todo lo bueno que tengo al lado y que a veces olvido.

En mi anterior entrada hablé del karma, y si hace dos días creía que el universo me estaba castigando, hoy me he dado cuenta de que he tenido que hacer las cosas tan sumamente bien en este tiempo, que el karma vio mi angustia del otro día y ha decidido recordarme quien soy, como lo he conseguido, y todo lo que aun me queda por andar, dándome la mayor recompensa que jamás podría darme.

¡A ser felices!

lunes, 18 de mayo de 2020

Karma

¿Cuántos de vosotros creéis en el karma?

Yo creo fuertemente en él. No me preguntéis por qué.
Quizá porque siempre he pensado que lo malo que me pasa es en justicia por el daño que he causado o las cosas que he hecho mal. Y que las cosas buenas son para premiar las que yo hice o hago. 

Tengo 28 años y siento que no me conozco, que no sé quién soy, qué quiero, qué necesito, porqué hago las cosas. 

El teléfono me dice que estás viva, pero solo veo distancia.

Me duele mucho el corazón, me duele mucho el alma. Ojalá mi gata estuviera aquí para abrazarme a ella. Desde que no está no he vuelto a sentir que duermo realmente bien. Siempre falta algo. Siempre va a faltar. Nunca pensé que de verdad la echaría tantísimo de menos.

Llevo años encerrada en mi misma, sin sentir que haya alguien que me entienda. Llevo años sintiendo que estoy rota. Sola. Y también siento que me gusta estar así. Es más fácil no contar nada, no expresar nada, no escuchar nada de vuelta.

¿Dónde está la Irene de 2016? En serio, ¿Dónde está? ¿En qué momento se perdió? ¿En mayo? ¿En septiembre? ¿Fue en febrero, cuando todo volvió a comenzar?
Quizá fue solo un espejismo que nunca llegó a existir. 

Nunca he sabido tomar decisiones, nunca lo he hecho bien. Al final siempre me arrepiento de todo, al final veo que tendría que haber tomado otros caminos. Y ahora no soy capaz de tomar ninguna porque me da miedo verme en un año arrepintiéndome de lo que decidí hoy. 
¿Y qué ocurre mientras?
Que hago daño a los que me rodean.
Como siempre.

José Manuel es mi ancla. Él es mi soporte. Y vivo muerta de miedo ante la idea de hacerle daño, de estropear su vida como estropeé la mía. 

No voy a tener graduación. Ni viaje de fin de carrera. Y no sabéis lo que me duele, lo que se me clava en el alma. Aunque en realidad no sea importante, aunque parezca una auténtica tontería. Siento que me han robado el premio por mi esfuerzo estos años, y entonces recuerdo que no me he esforzado tanto, y el karma viene a recordarme que es lo que me he ganado tras pasar cuatro años haciendo pensar a la gente que era buena en mi carrera cuando lo único que soy es un fraude con mucha suerte. Por eso no tengo mi graduación, ni mi viaje. Porque en realidad no me los he ganado.

Mi cabeza es un torbellino. Es un auténtico torbellino que no consigo parar. Nadie va a escuchar mis gritos de auxilio.

Un hombre cansado que sube de un bar, ese soy yo,
Cartel de cerrado en el paraíso,
El corazón me pide una tregua,
La luz de reserva se encendió.

Daría mi mundo por poder coger las maletas y a mi hijo y marcharme lejos. Muy lejos. Empezar de nuevo. Huir. Él y yo solos, felices en algún lugar remoto.
Pero es un pensamiento egoísta, porque él no sería feliz. Él echaría demasiado de menos. 
Ojalá pudiera decir lo mismo de mi.

Mi profesor de Salud nos contó que lo máximo que una persona puede estar llorando seguido son 10 minutos. El cuerpo humano no admite más tiempo de lágrimas. Desde entonces, cada vez que lloro pienso que va a durar como máximo diez minutos, y me siento algo mejor. Aunque otras veces siento que me gustaría pasarme llorando el resto de mi vida. 

De verdad que siento que alguien me aprieta el pecho. Me duele, y me duele, y me duele. Y no consigo pensar o tomar decisiones de forma lógica. No consigo dormir. Estoy aquí frente al ordenador y la simple idea de echarme en la cama me da una ansiedad enorme. 

Ojalá tener las cosas tan claras como los protagonistas de los libros que leo. Ojalá todo fuera tan fácil y sencillo. 

Escribir siempre me ayuda, y sin embargo esta vez no consigo que haga efecto, no me está sirviendo, sigo igual de enredada que al principio y me araña el dolor por dentro. Me están arañando el alma.

Ojalá subiera mi madre y me abrazara, y me hiciera sentir protegida, y segura. Ojalá me abrazara fuerte y me diera algún beso, sin exigirme nada, solo con la intención de hacerme sentir mejor.
Pero mi madre no es así, si mi madre sube ahora y me ve llorando se preocupará, pero me dirá que me tranquilice y me acueste. Sin nada más. Me dirá un "tienes que ser fuerte y seguir adelante"  me dirá un "no es tan grave". Y me dará un abrazo breve e incómodo. 
En realidad lo más probable es que se enfadase porque es muy tarde y en lugar de estar dormida estoy llorando. Me diría desde la puerta y con voz de fastidio "Venga, cálmate y vete a la cama ya".
Creo que necesito tanto a Mimi porque era la única que al verme mal venía a abrazarme simplemente. Sin nada más, y se quedaba conmigo pasara lo que pasara. Con ella no estaba sola. 

Que nadie me quería como tu a mi en el mundo...

Cada vez que paro de escribir miro el móvil, esperando que alguien haya acudido a rescatarme. Queriendo ver alguna notificación que me saque de esta angustia. 

Pero son las cuatro de la mañana. No va a pasar. 
Me leeré otro libro, o veré otra serie. O seguiré llorando hasta quedarme dormida. 

Al menos Mumi está esta noche conmigo.