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miércoles, 20 de mayo de 2020

Y me llamarán....

Hace dos días estaba hecha polvo, volcándome aquí y desesperada. Pero está claro que soy la persona con más suerte de este mundo, porque siempre que estoy tremendamente mal, de repente aparece algo que hace que todos los males desaparezcan, que las cosas cambien y que la sonrisa no se vaya de mi cara.

Si, no voy a tener graduación, ni viaje, al menos por ahora. Pero dios mio, ¡voy a acabar la carrera! La carrera de mis sueños, esa que llevaba queriendo hacer desde adolescente. Hace seis años no confiaba en mi misma y estaba segura de que jamás llegaría, pero he llegado. Estoy a solo 24 créditos de tener mi titulo y poder decir que soy trabajadora social. Y, además, tengo un bono maravilloso para hacer el viaje cuando quiera, y seguro que al final mi decana acepta celebrar la graduación el año que viene 😜😜

A veces dudo de lo que siento, de lo que me rodea, a veces ocurren cosas que me nublan la vista y provocan que me tambalee y no esté segura de nada. María me dijo una vez que la depresión te hace aislarte, y cada vez soy mas consciente de que cuando más le alejo es cuando peor estoy conmigo misma. Quizá el problema no sea él, quizá el problema sea mi cabeza. 
Porque está claro que tengo la mayor suerte del mundo. Está claro que me saca de quicio, que me hace querer matarle, que cuando no es capaz de hacer la compra él solo, le daría una patada en el culo que lo mandara lejos indefinidamente, que cuando me manda audios kilométricos me dan ganas de dejar de hablarle para siempre, que la mitad de las veces no me escucha y la otra mitad no me entiende.
Pero me quiere, vaya si me quiere. Se preocupa de que esté bien, me engorda trayendo sushi o chocolate cuando sabe que estoy triste o he pasado un día duro, se gasta el dinero que no tiene en cosas que cree que me harán estar mejor, o simplemente que me harán sonreír. Se esfuerza por mejorar, por aplacar y controlar su mal genio, por aprender a hacer cosas que nunca le han enseñado a hacer. Aguanta mis explosiones, aguanta incluso cuando le desplazo y parece que no siento nada por él.

Pero creo que sí que lo siento. Porque no me imagino a nadie más a mi lado, porque le miro y no puedo evitar pensar que es el hombre más guapo del mundo y tengo una suerte inmensa, porque me encanta verle feliz y me angustio cada vez que no lo es. Le quiero sin saber explicar muy bien cómo, le quiero porque me hace reír continuamente, porque está loco, porque es sentimental sin parecerlo, porque me da un cariño enorme pese a que normalmente es un cactus con todo el mundo. Le quiero porque me ha demostrado lo importante que es luchar por mejorar, y los premios enormes que trae consigo. Tengo a mi lado al mejor novio del universo, al mejor padre, a la mejor persona. Soy tremendamente afortunada. Y le quiero.

Hoy me han dado la mejor noticia de mi vida. En serio, la mejor. Creo que pasarán muchos años hasta que me den otra que la iguale. No hay nada en este mundo que pueda parecerse a la sensación que tengo ahora mismo en el cuerpo, a la felicidad, a la emoción, a la histeria. 
Me han despertado a las 8 de la mañana para dármela, y me despertaría el resto de mi vida a esa hora si a cambio recibiera noticias tan increíbles como la de hoy. 
Y gracias a esa noticia veo mi vida distinta, veo lo que merece la pena y lo que no, y veo todo lo bueno que tengo al lado y que a veces olvido.

En mi anterior entrada hablé del karma, y si hace dos días creía que el universo me estaba castigando, hoy me he dado cuenta de que he tenido que hacer las cosas tan sumamente bien en este tiempo, que el karma vio mi angustia del otro día y ha decidido recordarme quien soy, como lo he conseguido, y todo lo que aun me queda por andar, dándome la mayor recompensa que jamás podría darme.

¡A ser felices!

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