Aviso a navegantes

Soy responsable de lo que escribo, no de lo que usted entienda o interprete

jueves, 17 de febrero de 2022

Querida María

Hola Maria, 
He estado dudando si escribir esto como amiga o como paciente de una gran profesional, y al final me he decidido a hacerlo como amiga porque esto empezó así, como una amistad entre dos personas que se ayudan y se apoyan (aunque una de las dos tuviera una formación súper buena que sabía usar 😜)

En 2007 mi vida estaba estancada, parada, no era capaz de ir a clase, no era capaz de estudiar ni de hacer nada. Y ni siquiera entendía porqué. Creía que estaba bien, que era normal, escondía la cabeza y vivía al día como buenamente podía.
Así estuve 7 años.
En el camino me enamoré, me saqué la ESO a duras penas, me quedé embarazada, tuve un hijo increíble, me separé de su padre y, en general, pasaron muchas cosas.
Pero mi vida seguía igual.
Seguía sin estudios, sin futuro, sin ser capaz de ir a clase por más que me matriculaba cada año, por más que mi cuerpo me pedía a gritos "¡estudia! ¡ve a clase!"

Y entonces, en 2014, apareciste tu. 
Ya te conocía, tuve esa suerte en la primavera de 2008, pero ese verano de 2014, por casualidades de la vida, nos conocimos de verdad, nos abrimos y nos dimos cuenta de que no estábamos solas, de que éramos tan parecidas como diferentes.

Y a partir de ese año me enseñaste a entenderme, a no juzgarme, a saber porqué me pasaba lo que me pasaba. Me diste tus brazos para refugiarme y tu hombro para llorar, me repetiste mil veces que éra válida y que mi vida merecía la pena.

Creaste una asociación para enseñar todo eso a muchas personas, personas a las que ni siquiera conocías, y fuiste cambiando nuestras vidas.

En solo un año a tu lado conseguí lo que no había logrado en siete, terminar primero de bachillerato. Aún recuerdo aquel logro, María, recuerdo los caminos al instituto con miedo, en los que tenia que llamarte o hablarte para ser capaz de entrar en clase, recuerdo volcar cada día mis miedos y tristezas en un foro en el que gente a la que tú habías unido me daba fuerzas y energía para seguir, recuerdo la de veces que me repetiste que podía y que era capaz. 
Recuerdo que llegué a segundo de bachiller y recuerdo ese mensaje diciéndote que ya no me daba miedo ir a clase.
Recuerdo conseguir una nota media de 9 en segundo de bachillerato, cómo me adoraron mis profesores y cómo me repitieron mil veces lo luchadora que era y todo lo que valía.

Recuerdo el grito y el llanto cuando supe que había entrado en Trabajo Social, mi verdadero sueño.

Todo gracias a ti.

También a las personas que estuvieron a mi lado ese tiempo, que fueron muchas. Pero tú siempre fuiste el ancla, el puerto seguro, tu siempre me sostuviste.

Y luego ayudaste a mi familia, a mi hijo, durante una época en la que creímos que nada tendría solución. 
Pero tu, convertida ya en una profesional de la cabeza a los pies, nos diste tu trabajo, tu apoyo y tu fuerza y sacaste adelante a un niño de 3 años y a una familia que se sentía perdida. Nos ayudaste a ser mejores padres, abuelas, titas... nos diste herramientas para aprender a educar a nuestro hijo de la manera en que queríamos hacerlo, con apoyo, con amor, con cariño.

En estos años no sólo salvaste mi vida, también salvaste la de lo que más quiero, mi hijo José Manuel.

Han seguido pasando los años, y la vida se fue "estabilizando", pero siempre he ido cogida de tu mano.

Este último año ha sido de los más duros, pero tu has continuado conmigo, no solo como amiga, si no como la profesional que necesitaba. Una profesional que ha hecho mucho más de lo que tenía que hacer, que se ha volcado como si fuera ella misma la que estaba al otro lado, que me ha cuidado como si fuera de su sangre. Una persona capaz de separar la amistad de lo profesional y ser increíble en ambos roles, mientras a la vez también luchaba sus propias batallas y seguía con su vida.

Porque en estos años también he podido ver tus logros y tus agobios. 
Esa tesis infernal, la lucha diaria por mantener la asociación a flote, las investigaciones en las que sólo por amor a tu trabajo te has dejado dinero que no tenías, una boda preciosa e increíble que tuvisteis que organizar entre agobios y cariño, te he visto vivir en mil sitios, alejada de tu familia, lidiando con la tristeza de no tenerlos cerca, aprendiendo, siempre aprendiendo, invirtiendo en formación, en mejorar, solo para poder ofrecer a los demás lo mejor de ti, lo mejor de tu trabajo y tu profesión. 
Vi la evolución de una estrella polar que se convirtió en María, la empresa que a día de hoy nos llena de orgullo a todos los que te conocemos (os conocemos). Veo tu trabajo y esfuerzo diarios, veo tus progresos, pero también los de las personas a las que ayudas. Veo como, tras casi una década, sigues cambiando vidas.

Veo la suerte que tengo.

Tengo una suerte infinita, porque pocas personas pueden decir que tienen una amiga como tu, tan increíble, maravillosa, buena, inteligente, generosa y honrada. Tan fantástica en todos los sentidos. 

Siempre he dicho que con solo cambiar una vida ya estás cambiando parte del mundo, y tú llevas muchísimas vidas cambiadas, imagina el mundo que estás creando... es ese mundo en el que quiero vivir y en el que quiero que mi hijo crezca. Un mundo con personas como tú.

He querido escribirte porque hoy me siento fuerte. Pasando una mala época, tras un año y una vida que no han sido fáciles... pero fuerte. Soy fuerte, María. Y soy fuerte en gran parte gracias a ti. A las herramientas que me has dado, al aliento, al amor y el cariño, gracias a tu atención y a sentir que siempre estás conmigo incluso aunque no hablemos.

Me siento fuerte y sé que mi vida seguirá avanzando. Sé que, poco a poco, conseguiré mis metas. Hoy mis Irenes están unidas, son una sola, y te gritan a voces "Gracias", gracias por ser amiga y profesional, por haberme acompañado como lo has hecho, y por seguir siempre conmigo.

Solo me sentí así de fuerte cuando terminé bachillerato, y aquello también fue gracias a ti. 

Dime, María, ¿como lo haces para aguantarme y a la vez conseguir que avance? ¡Si no me aguanto ni yo!

Llevo dos días llorando, triste, enfadada, frustrada... y aún así, justo esto, justo esta semana, es la que me ha hecho ver que soy fuerte, que valgo muchísimo más de lo que siempre he pensado. Y me ha hecho verlo gracias a ti.

En serio, María, gracias por tus enseñanzas, por tu acompañamiento, por estos años a mi lado. Por ser mi amiga y compañera.

Siento esta entrada gigantesca y escribirte tantísimo, pero lo necesitaba, necesitaba expresar cuán grande es mi agradecimiento y mi amor por ti, la inmensa suerte que tengo y he tenido, y el deseo de ser capaz de devolverte al menos un poquito de lo que me das.

Eres una de las personas más maravillosas que he conocido, de las más mágicas, y no sé ni cómo terminar de escribir todo esto, porque podría pasar otra vida entera y aún así no llegaría a describir de verdad todo lo que siento y todo lo que te agradezco.

Querida María, gracias por ser tu, por entregarte a los demás, por ejercer tu profesión no sólo como un trabajo, si no como si tus pacientes fueran tu familia, por ser mi amiga, por toda la ayuda y apoyo, y por todo el tiempo que hemos pasado y que seguiremos pasando juntas.

Te quiero, te quiero, 
¡Te quiero!