Aviso a navegantes

Soy responsable de lo que escribo, no de lo que usted entienda o interprete
Mostrando entradas con la etiqueta Pérdidas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pérdidas. Mostrar todas las entradas

martes, 17 de junio de 2025

Todo lo que perdemos

No sé muy bien cómo explicarme.
Llevo días sumida en una tristeza profunda que, siendo razonables a simple vista, no tiene sentido. Una relación a distancia ni es algo tan grave ni es el fin del mundo, más aún si hay amor, comunicación y capacidad para llevarla.

Y entonces, hablando con Danil, fui consciente de la realidad. Y la realidad es que hablar de esto, echarle la culpa de mi estado a que se haya ido, es lo fácil, lo sencillo, lo que todo el mundo va a entender... pero ni de lejos es lo más grave o lo que mas me afecta, porque en realidad es algo en lo que confío y que me da tranquilidad, porque sé que ambos estamos igual de volcados en que salga bien.
Lo cierto es que solo ha sido la gota que ha desbordado mi vaso.

Iba a casarme. Estábamos buscando piso. Nos conocíamos, nos compenetrábamos. No era sencillo, pero era nuestro. No estábamos listos, pero si en proceso.
Le echo de menos. Es una realidad que nunca me quiero admitir, pero le echo muchísimo de menos. Echo de menos poder contar con él, la rutina que teníamos, su forma de cuidar de mi. Su cariño, sus palabras de afecto. Echo de menos sentir que mi familia no está tan rota, que podría acabar siendo una de esas familias estructuradas y normativas que nunca tuve y que siempre quise. Echo de menos el futuro que nunca va a ser. Echo de menos a la persona que más me ha conocido en toda mi vida, a la persona que más conozco. 
Hemos crecido juntos, se suponía que íbamos a envejecer juntos. Han sido diecisiete años de amor permanente, pese a todos los altibajos.

Y ya no está. Y ya no hay nada. Y, lo peor, no quiero que lo haya. No quiero por nada del mundo volver atrás, no quiero tenerle cerca, no quiero ningún roce con él, no quiero que jamás vuelva a estar en mi vida. Aunque a veces aún me descoloque el mundo cuando aparece. Tengo muy claro que no lo quiero aquí.

Llevo analizando estos diecisiete años todo este tiempo, estos meses... y he llegado a la conclusión de que no es justo. De que nunca lo ha sido. Perdoné cosas que no debería haber perdonado, seguimos cuando no deberíamos haber seguido. Hemos estirado el chicle hasta romperlo, y se ha roto muy mal.
Solo me quedan sentimientos negativos, este casi odio, este coraje, esta rabia. Odiarle por romperlo todo. Por seguir haciendolo con su actitud, por no poder sentirme segura, menos aún si está cerca. Por el miedo que he desarrollado hacia él. 

Tengo la sensación de que jamás volveré a estar segura. Si le he perdido a él, si él me ha perdido a mi... no sé ni cómo seguir esta entrada. Sigo reviviendo esa mañana, la noche anterior, la semana entera. Analizando cada palabra, acto y pensamiento. 
Me siento absolutamente rota.

Me siento una absoluta fracasada. Me siento un fracaso como madre, aunque la lógica diga que he hecho todo lo posible por mi hijo. Me siento un fracaso como novia, como ex, como persona. Sé que será una racha, sé que acabaré superándolo. Pero también sé que han sido demasiadas cosas en demasiado poco tiempo. 

Estoy agotada en absolutamente todos los sentidos. Y, si ya de por si mantener una relación requiere esfuerzo, si encima es a distancia requiere el triple, y creo que mi cuerpo ya no da más, por eso se ha apagado. Y no es la relación la que lo apaga, es el cansancio, el no poder con todo, la necesidad de rendirse y decir simplemente "no puedo".

No puedo con las pérdidas, no puedo con el duelo. No puedo con seguir gestionando a mi último ex, las cosas que aún tengo pendientes con él y seguir recuperándome del daño que hizo. No puedo con lo que ocurrió en marzo y que volcó todo mi mundo, no puedo con estos sentimientos y este dolor infinito. No puedo con el sentimiento de culpabilidad respecto a la vida de mi hijo y su futuro. No puedo con el sentimiento de soledad.

Y creo que tengo derecho a no poder. Creo que tengo derecho a estar sin ganas de hacer nada, tengo derecho a olvidarme de comer y no tener hambre, a estar llorando o durmiendo 24/7, a no querer trabajar, hablar ni salir. Tengo derecho a hundirme, porque me paso la vida luchando por no hacerlo. 
Y eso agota. Y ya no puedo mas.

Sé que no estaré siempre así. Pero tampoco tengo prisa en averiguar cuánto va a durar. Me merezco un descanso, merezco dejar de pensar en cómo seguir adelante. 
Quien se quiera quedar en el proceso, que se quede. Quien se quiera ir que se vaya. Quien quiera cuidarme, yo encantada. Quien quiera exigirme, mejor que desaparezca.

Lo que sí tengo claro ahora mismo es que no soy un problema. Mis cosas me las gestiono sola, ni arrastro a nadie ni hago daño a nadie por no gestionarlas bien. Sigo entregandome a los demás, sigo estando si me necesitan. No obligo a nadie a quedarse, no obligo a nadie a apoyarme ni a estar ahí. Quien está es porque lo elige libremente, y si me eligen es porque lo que ofrezco merece la pena.

Así que sí, ahora estoy en un momento muy bajo y quizá no seré "la de siempre", pero esto también soy yo, y creo que lo importante es que al final lo sigo intentando. Continúo en el proceso.

Aunque ahora mismo me haya rendido y necesite una pausa.

He perdido demasiado, necesito descansar.


lunes, 23 de septiembre de 2019

Crecer

Crecer es una mierda ¿no creéis?

Llevo tres días aplazando esta entrada, pero ya no puedo seguir absorbiendo los sentimientos como si no estuvieran, permitiendo que me exploten dentro.
El sábado murió mi tío Luis, hermano de mi abuelo, y con él se ha ido lo que me quedaba de esas ilusiones y esperanzas infantiles, con él se ha ido la Irene que fui hasta 2001, la que creció de golpe en 2004, la niña que amaba a su familia por encima de todo. 
Últimamente me he dado cuenta de golpe de que he crecido, que de pronto los 16 desaparecieron hace más de 10 años, que ya no soy una niña, ni siquiera una adolescente. De que tengo un hijo que ya tiene 7 años, que dejé la libertad de la juventud a los 20, que ya ha pasado más de un tercio de mi vida, que ya nunca volverán aquellos años felices yendo a ver funciones de navidad con mis abuelos, ni las salidas con Rocío a comprar el pan, que mi gata nunca volverá a trepar por mi pierna antes de entrar a la ducha para que la coja. 

Siento que he perdido todo lo que me unía con mi yo de niña. Ya no están mis abuelos, ya no está mi gata, ya no está mi padre, ya no está Cristina, ya no está mi tío. ¿Cómo se despide una de lo que la hizo ser quién es?
Tengo la sensación de que han sido demasiadas pérdidas de golpe, parece que mi abuelo ha vuelto a morir y que vuelvo a sentirme tan perdida y sola como cuando se fue hace diez años. Solo que al menos en aquel momento tenía a mi gata.
Diez años. Ya han pasado diez años desde que se marchó una de las personas a las que más he querido en mi vida. Y sé que hoy estoy aquí, que continué con mi vida, que seguiré continuando, pero, ¿por qué leches tenemos que perder a tantos seres queridos por el camino? ¿Por qué no podía ser mi gata inmortal? ¿Por qué no pudo mi padre tomar otras decisiones que le hubieran mantenido cerca y bien? ¿Por qué tuve que ser la más pequeña de mi familia y por lo tanto la que menos tiempo pasó con mis abuelos? ¿Por qué no pudo mi abuelo conocer a mi hijo? ¿Por qué mi tío Luis no podrá venir a mi boda?
Estoy harta de las pérdidas, estoy harta de crecer, estoy harta de las responsabilidades, las preocupaciones, las decisiones constantes. Tengo mucho miedo cada vez que pienso en José Manuel y en que todo lo que yo hago le afecta a él y a su futuro. Tengo miedo de hacerle daño. Tengo miedo de no conseguir mis metas. Tengo miedo de seguir perdiendo aún más.

Echo de menos a mi gata. La echo tanto, tanto, tanto de menos que a veces me duele respirar. Me da mucho miedo que empiece el invierno, porque no sé como se pasan los inviernos sin ella. La necesito cada vez que entro por la puerta, cada vez que me siento feliz, cada vez que rompo en llanto, la echo de menos cada vez que miro a su hija y la veo tan sola.
¿Sabéis en la mano de quién se durmió por primera vez? En la mano de mi tío Luis. Su casa en la Algaba fue la primera que mi gata pisó, pues cuando nos la regalaron iba con mis abuelos camino de ver a mis tíos en el pueblo. Tengo ese día grabado a fuego, a mi tío Luis con la mano en alto sin poder merendar porque la gata se había quedado frita y le daba pena moverla. A mi tía Encarni poniéndole un plato de leche en el suelo. A mi misma mirando a mi gata y a mi familia con adoración. 
Y ahora ninguno de ellos está. Ni mi tío, ni mis abuelos, ni mi gata. 
Ojalá mi tía Encarni aún esté mucho tiempo.

Echo de menos la risa de mi abuelo, esa risa maravillosa, ese carácter tan bromista, esa manía de ser tan pesado que hasta te enfadaba, y entonces al enfadarte se enfadaba él. Echo de menos sus arranques de cariño, su interés por mi vida y todo lo que yo hacía. 

Crecer es una mierda. 
Y aquí estoy, creciendo. Y aquí está mi hijo, creciendo también. Y hay seres queridos que han crecido tanto que se han ido. Y nos toca a los que nos quedamos seguir adelante sin ellos, recordándolos, pensando en ellos cada dos minutos, cada dos días, cada dos segundos. Y nos toca preguntarnos continuamente por qué, por qué tienen que ser así las cosas. Por qué no pudimos quedarnos en aquellos años donde todo era mucho más fácil, aunque en aquel momento no fuéramos conscientes. 
En 2001 yo tenía a mi gata, a mis abuelos, a todos mis tíos, a mi padre, a Cristina. Tenía hasta mi vista intacta. Yo en 2001 lo tenía todo, incluso aunque me martirizaran cada día en el colegio. 

No quiero seguir creciendo, no quiero seguir perdiendo. Necesito a mi gata, necesito a mi gata, necesito a mi gata, necesito a mi gata, necesito a mi gata, necesito a mi gata, necesito a mi gata. 
Han sido 18 años, 18 años sabiendo que si me sentía sola la tenía a ella, ahora me siento sola y ya no tengo nada, ya no viene a refregarse contra mi cuello. Ya no está mi abuelo para hacerme reír o rabiar. Ya ni siquiera está mi hermana para pegarme hablando con ella hasta las tres de la mañana.


Y ahora tengo que ser fuerte, secarme las lágrimas, serenarme, irme a dormir, levantarme mañana y seguir con mi vida, ayudar a mi hijo, estudiar, ir a clase, hacer epds, tomar la siguiente decisión, seguir creciendo. 
Pero ojalá poder parar el tiempo. Ojalá poder volver atrás aunque solo fuera un ratito, para abrazar más fuerte, para hablar más, para aprovechar más el tiempo, para disfrutar una vez más de sus sonrisas, de sus charlas, de sus ronroneos. 

Ojalá dejar de crecer sin que eso significara morir. Ojalá poder quedarte para siempre con las cosas y personas buenas de tu vida. 
Ojalá todos aquellos que ya no están aquí ahora estén disfrutando mucho allá donde estén, y se cuiden entre ellos, y nos cuiden a nosotros. 
Y ojalá nos ayuden a eso tan horrible e inevitable;
Crecer.

miércoles, 10 de julio de 2019

Mimi

Hace 18 años y medio mis abuelos me hicieron el mejor regalo que nadie me ha hecho en la vida. 
Fue en marzo de 2001, yo tenía 9 años, y en un mercadillo un señor me puso de golpe un gato en las manos y me dijo que me lo llevara. Yo insistí diciendo que no, porque mi madre no me dejaba, pero mis abuelos aparecieron y me dijeron que me lo llevara, que ellos se ocuparian de mi madre. El señor me dijo que era una gata y tenía 25 días, había nacido el 14 de febrero. Me la llevé super feliz y mi abuelo me preguntó "¿Cómo se le vas a poner?" y yo automáticamente dije "Mimi", porque ese nombre llevaba semanas rondando mi cabeza como un buen nombre para una mascota. Era el diminutivo de Miriam por el que llamaban a una compañera de clase.
Mi madre le montó un pollo tremendo a mis abuelos cuando llegamos y dijo "bueno, pero se queda solo hasta que se haga grande, después os la lleváis al campo" 

El viernes, tras los mejores 18 años de mi vida, se la llevaron con ellos, allá donde quiera que estén. 

Hace once años también se fue mi Babel, la perra que teníamos cuando Mimi llegó a casa, y que la adoptó como si fuera su hija. Mi gata lo pasó tremendamente mal cuando ella murió, y ahora me la imagino super feliz de nuevo con ella, con mis abuelos, con Onara y Micu, jugando con botes de lacasitos.

Han pasado 5 días y sigo sin saber como procesarlo, como aceptarlo, como seguir adelante sin ella. Siento su ausencia en cada rincón de la casa, y cada vez que entro y no la veo en el sofá el mundo se me viene encima. Por más que la busco no está en ningún sitio, y yo tengo que aprender a vivir con ello.
Estaba muy malita, y cuando dejó de comer y beber el veterinario nos dijo que lo mejor para ella era dormirla, y se durmió en mis brazos mientras la abrazaba fuerte, porque no quería que se fuera, porque pese a saber que el día tendría que llegar en algún momento, aun no estaba lista. Sigo sin estar lista. 
No he sido capaz de contárselo a nadie, de hablarlo con nadie. No soy capaz de pararme y explicar las razones su marcha, ni de decir cómo me siento. Porque todo eso lo hace real, hace que no pueda evadirme y pensar que no ha pasado, y que si bajo estará metida en el escurridor de platos o maullando para pedir comida.
Me duele el alma cada día, cuando me despierto y me doy cuenta de que su pérdida es real, no he dejado de tener pesadillas desde el viernes, y aunque intento continuamente hacer mi vida normal, y ser feliz, y disfrutar de cosas como aprobarlas todas, que mi hermana haya terminado la carrera, que todo vaya bien en general... por dentro siento que no podré volver a ser feliz, aunque sepa que seguramente sea una exageración.

No recuerdo lo que es vivir sin ella, no sé cómo se hace, no sé quien va a dormir conmigo en los inviernos, quién va a venir a consolarme cuando llore o esté triste, quién va a meter la pata por medio cada vez que esté comiendo. 
Lo único que pido es que de verdad exista el cielo, o una vida más allá, que me asegure que voy a volver a verla y estar con ella algún día, que ese abrazo no es el último que voy a darle, que va a volver a dejarme cicatrices y arañazos por todos lados.

Gracias por ser mi mejor amiga, gracias por acompañarme, por no dejarme nunca sola, por haberme ayudado a crecer, gracias por tus 18 años y medio de vida, por haber aguantado aún dos años desde que te diagnosticaron la enfermedad, gracias por ser el mayor apoyo que he tenido, y por mejorarlo todo solo con tu presencia. Espero haber sido para ti al menos la mitad de lo que has sido para mi, y nunca, jamás, podré olvidarte ni sustituirte, porque eres lo mejor que he tenido en toda mi vida, y nada ni nadie podrá igualarte.
Me quedo con tu huella tatuada en mi piel.

Te amo, aquí y en todas las vidas posibles. 



martes, 2 de julio de 2019

Estrellas Fugaces

¿Cómo desaparecen las personas de tu vida? Esas personas tan importantes, con las que tanto hablabas, que tanto sabían de ti... ¿cómo pasan a ser casi desconocidos?

Cuando hay una pelea, una discusión, un problema... es fácil de entender, es verdad que no siempre, pero al menos puedes encontrarle cierta lógica. ¿Pero y esas personas que simplemente desaparecen? Que cambian la conversación semanal por el silencio, que dejan un vacío que no se puede llenar porque ni siquiera sabes cómo se ha formado.

¿Y tu qué dices corazón?
Que no se me acomode el amor pa cuando estalle.
¿Y tu qué dices corazón?
Que me tiendas al sol en plena calle.
¿Y tu qué dices corazón?
Que el tiempo es la fragua que aprieta mis alambres.
¿Y tu qué dices corazón?
Que te calles, que te calles, que te calles.


Las echas de menos, sientes que te falta algo, pero no sabes cómo solucionarlo, no sabes cómo arreglar algo que no terminas de entender cómo se ha roto ni porqué. 
Y vuelves a sentirte responsable, el mundo se te viene encima y la presión en el pecho te ahoga. Otra vez. Como siempre. 
¿A cuántas personas tenemos que perder para dejar de aferrarnos a los que nos rodean?
Tenia que pasar, ¿no?. Tenia que romperme en algún momento, La situación acabaría por vencerme tarde o temprano, y, aunque he intentado evitarlo, al final es algo inevitable.

Claro que no puedo ver cómo todo se acaba
Te vas cuando todo llega y llego cuando tú te vas
Claro que depende todo de cómo miraba
Si el cielo tan solo es cielo, ¿por qué no puedo llegar?


Estoy tan cansada de todo que no se cómo me mantengo. Lo intento, y lo intento, y lo intento. Pero no sirve, al final nunca sirve. Al final queda lo de siempre, la frustración. 
Y las ganas de aislarme me superan. Las ganas de desaparecer, de no volver a hablar con absolutamente nadie. 

Puto Spotify, que parece que tiene el don de la oportunidad. 
Pero esta vez lo quito, no pienso hacerme mas daño si puedo evitarlo.

Normalmente cuando escribo termino con una decisión tomada, elijo qué camino seguir tras desenredar mis nudos. Pero esta vez no se qué decisión tomar, porque siento que ya lo intenté todo, que solo me queda aceptar la realidad. Y no quiero hacerlo, no quiero aceptar que he perdido de esta manera a tres de las personas mas importantes que ha habido en mi vida. Porque una parte de mi piensa que no las he perdido. Porque soy la imbécil que nunca pierde la esperanza.

Qué asco sentirse así. 


Acabo de pegarme como media hora llorando, y he acabado enviándole un mensaje kilométrico a Rocío por whatsapp. Aún tengo las gafas manchadas y los ojos encharcados. Y no sé si me arrepentiré, si podría haberlo hecho mejor, o diferente. Pero voy a terminarme el capítulo de Glee, quizá a leer un rato, y a dormir hasta que el cuerpo me lo pida.

Tengo examen el viernes y aún me queda mucho que estudiar.

Y sin embargo, se me dilatan las pupilas al verte, 
se me corta el aire si te tengo enfrente;
sólo pido que no tengas compasión, si aún me quieres.
Y mientras tanto me sobrevuelan las estrellas fugaces, 

y me suplican por favor que me decante, que ya no pueden desear por mi:
ni conmigo, ni sin ti.

lunes, 11 de diciembre de 2017

De cien a cero

No quería escribir nada, pero de pronto pongo youtube y me recomienda esta canción, que jamás había escuchado. Y comienza a reproducir vídeos de Rafa Espino, al que ya conocía. Y necesito ponerlos todos aquí. Todos los que me están acompañando.

Mírame y dime que ya no me quieres
Que este barco se hunde y no me queda nada
Tu, la tormenta que rompía mi calma
Y aunque me duela la verdad es la que manda

Y aunque sé que nos quisimos
Para qué fingimos si ahora nos duele
Nos perdimos en el camino, aminoré aunque te frene
Dale un motivo al destino para que el camino llegue
Me está llamando el olvido, y tu sin gritar que me quede

El amor se muere, no sabes como hiere esta derrota
Que los besos que mas quieres ya no beben de tu boca
La complicidad de ayer, la confianza que hoy se agota

Claro que quema pensar en todo lo que fuimos
Y ahora dos desconocidos del ultimo tren
¿Como no hacer drama del recuerdo si eres todo lo que quiero?
Pero si me quedo no haré bien

Así que no pienso retroceder y si me llamas no miraré atrás
Porque aunque ya no sea contigo necesito sentir que prosigo, así que decido marchar

Hoy el viento me susurra que no estoy contigo
La luna ve como se me desgarra el alma
El sol dice que ya no quiere estar conmigo

Y tu dale que dale con tus celos
Y yo dale que dale con mis miedos
No sé si te odio más de lo que te quiero
Puedes ser infierno o llevarme al cielo

Las peleas, las mentiras, los abrazos
Los te quiero, los te odio, los portazos
Los no vuelvas mas si te vas por esa puerta
Los si no vuelves cariño te juro que me mato

Me arrepiento tanto de aquello que no dije
Fuimos infelices comimos deslices
Finales felices solo en hollywood
Ahora ya no estás tu y me sobran las actrices.








Creo que puedo ir a mejor. Y aunque ahora me siento mal y todo por dentro es negativo, sé que a partir de mañana seré una persona distinta, con perspectivas distintas, con deseos distintos. Sé que los sueños se transforman y se adaptan. Sé que puedo conseguir cosas maravillosas. Y sé que me merezco mucho más de lo que me doy. 

Estoy viendo que después de todo, voy a irme a dormir con mejor ánimo del que esperaba, con más formas de ver lo que me rodea y hasta con una sonrisa.

"Que todo lo bueno llega aunque parezca demasiado tarde"

Este recuerdo triste me viste y me dice que es hora de irse. 
Le pido 100 años de más y me insiste: "Ya no hay vuelta atrás, ella no es la mitad que elegiste". 
¿No ves que ya no es como antes? Que ya no eres la paz que le calme. 
Que sólo hay mal sabor y un fino bálsamo de ese amor que te dice y no te hace. 
Se le ve sonreír como si te olvidara de la noche a la mañana. 
Mis ganas ya no pintan nada, cerré la ventana para no ver cómo acaba. 
Y aún no me creo que estemos aquí, que mirar nuestras fotos me duela tan fuerte. 
Que te ame y tenga que olvidarme de ti, que sin ti que es de mí, que no importe perderme.
No quiero marcharme pero si tú lo haces no quedan opciones. 
Nunca quise que acabase y dejases de querer besarme y tenerme en todas ocasiones. 
Espero que siempre recuerdes mi voz, que no quiero dos si no mil años contigo. 
Que cada canción la cantó el corazón y que es la penúltima vez que te escribo.







miércoles, 6 de diciembre de 2017

Mares de calma

Hay días fáciles y otros difíciles. Hoy está siendo un día difícil.
No consigo dejar de pensar en lo que no será, en lo que no puedo ni podré tener. Soy consciente de que me llevará tiempo, y, aunque sabía que iba a doler, tampoco esperaba que me doliera tanto.
El problema es que no recuerdo cómo es olvidarse de alguien a quien quieres y aceptar que lo vuestro definitivamente no volverá. Hace demasiado tiempo que no lo hago, y esta vez creo que va a ser la más difícil, porque implica mucho más de lo que parece.

Tengo mis mares de calma, tengo mis vidas positivas y mis historias de paz. Sé que igual que hoy está siendo un día difícil, habrá muchos otros que serán fáciles. Y sé que hay cosas que nunca voy a olvidar, pero con las que aprenderé a vivir.

Lo importante es seguir siendo fuerte, y soy capaz de sobra, me lo he demostrado muchas veces. 

El problema es que las certezas queman, se te hunden en el pecho y te hacen caminar tambaleándote. Estoy bastante bloqueada hoy, con todo. Y necesito una manera de salir del bloqueo y empezar a caminar firme. Pero hoy no confío en mi.

Y ahora me toca ser actriz y pasar la tarde con la felicidad en la cara y el dolor escondido. Menos mal que se me da bien.

Mañana será otro día, y este finde va a ser genial. Córdoba me espera y todo lo que voy a aprender y a disfrutar va a merecer la pena, ¡a ver si llega ya el viernes!

Y tanto hoy como mañana voy a disfrutar muchísimo con el enano. Me quedo con eso.

Gracias Miliki
Por los momentos tan bonitos de mi infancia 
Por los recuerdos que suaviza la distancia 
Y aquellos años que ya nunca volverán… 
Gracias Miliki
Por ayudarme a conseguir una manera de vivir 
que se parece mucho a la felicidad