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martes, 30 de octubre de 2018

Inviernos

La noto sobre todo en los inviernos. 

Llevo ya varios de ellos atesorando cada noche que duerme a mi lado, porque soy consciente de que quizá el siguiente invierno ya no la tenga.

Siempre he odiado el invierno, y sin embargo su compañía en las noches me hace tenerle un cariño especial, una ilusión especial. Las ganas de que llegue la hora de dormir para que venga a traerme paz tumbándose bajo mi brazo, pegada a mi cara.

Paz. Precisamente eso es lo que siempre me ha dado. Apoyo incondicional, paz durante mis guerras. 
Su forma de oler mi estados de ánimo y apaciguarlos.


Tengo mucho miedo de que este sea nuestro último invierno. De que el año que viene ya no la tenga pegada a mi cuello por las noches. Notar su ausencia cada vez que tenga frío, cada vez que llore, cada vez que esté triste y no haya nadie en casa.

La noto sobre todo en los inviernos. 

En mis inviernos personales, cuando todo está oscuro, y los inviernos en los que el frío te hiela y la hora de ponerte el pijama es un suplicio. La noto cuando viene y estorba, cuando no me deja comer, ni me deja moverme.

La han sufrido todos aquellos a los que no he dejado sentarse en el sofá porque iban a moverla y molestarla. Todo aquel que me conoce y sabe que ella lo es todo, y tiene que tragarse las millones de fotos suyas que subo.

La noto sobre todo en los inviernos. 

Y sea cual sea el último invierno en el que venga a arroparme por las noches y a conseguir que nunca me sienta sola, el resto de inviernos de mi vida estará conmigo.


Siempre.

martes, 9 de octubre de 2018

De malos y buenos

Hoy, después de un día y medio de emociones contenidas, he llegado al desgaste, a la explosión, a llorar desde que he llegado hasta que he tenido que recoger a mi hijo del colegio.
Durante todo ese tiempo de llanto, he estado pensando en la impotencia que siento, en la frustración, el dolor que ello me provoca.
Quieres a alguien, has hecho mil cosas buenas por esa persona... pero al final siempre pesan más los errores, eclipsando todo lo demás. 
Aunque en proporción las cosas buenas ganen con diferencia.

En el último momento de desesperación y agobio y pena, me he planteado de verdad si seré tan mala, si no tengo perdón, si me merezco tanto odio.
Y me ha salido la pregunta más estúpida del mundo.
-¿Mamá, yo no soy mala, verdad?

Mi madre me ha dicho que nunca piense eso, que ni de lejos soy mala, que me equivoco, que soy torpe, que puedo hacer daño... pero que jamás he hecho algo con maldad y con la intención de hacer daño. Y que no me lo dice solo porque sea mi madre, si no porque me conoce.
Claro que es muy fácil preguntarle eso a una madre.
Sin embargo, creo que tiene razón, creo que no soy mala, si no que cometo errores. Pero siempre los reconozco (o lo intento) e intento ponerles remedio y no volver a repetirlos. Creo que eso es lo que más importa, al menos para mi.
Aún así, siempre habrá gente que dirá que soy mala, que tengo mal fondo. Gente que me guardará rencor y hablará mal de mi cada vez que en una conversación salga mi nombre, o que lo recuerde. 
Pero he visto a lo largo de mi vida que el rencor solo acaba haciendo daño a uno mismo, que te envenena por dentro, que no te deja ser feliz ni vivir tranquilo.
Y, que a veces, por ese rencor haces daño o perjudicas a personas a las que quieres.

Por todo esto puedo decir que me siento orgullosa de mí misma, de mi forma de ser, de mi forma de pensar. Y voy a seguir así, voy a seguir guiándome por lo que creo que es correcto, y aguantando el tirón de todas las personas que me miran pensando que soy el diablo reencarnado, de todas las personas que hablan sobre lo mal que he hecho las cosas, y de todo lo que intente hacerme creer que solo merezco cosas malas, porque la realidad, la única realidad, es que merezco ser feliz.
Y voy a seguir luchando por ello.