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martes, 30 de octubre de 2018

Inviernos

La noto sobre todo en los inviernos. 

Llevo ya varios de ellos atesorando cada noche que duerme a mi lado, porque soy consciente de que quizá el siguiente invierno ya no la tenga.

Siempre he odiado el invierno, y sin embargo su compañía en las noches me hace tenerle un cariño especial, una ilusión especial. Las ganas de que llegue la hora de dormir para que venga a traerme paz tumbándose bajo mi brazo, pegada a mi cara.

Paz. Precisamente eso es lo que siempre me ha dado. Apoyo incondicional, paz durante mis guerras. 
Su forma de oler mi estados de ánimo y apaciguarlos.


Tengo mucho miedo de que este sea nuestro último invierno. De que el año que viene ya no la tenga pegada a mi cuello por las noches. Notar su ausencia cada vez que tenga frío, cada vez que llore, cada vez que esté triste y no haya nadie en casa.

La noto sobre todo en los inviernos. 

En mis inviernos personales, cuando todo está oscuro, y los inviernos en los que el frío te hiela y la hora de ponerte el pijama es un suplicio. La noto cuando viene y estorba, cuando no me deja comer, ni me deja moverme.

La han sufrido todos aquellos a los que no he dejado sentarse en el sofá porque iban a moverla y molestarla. Todo aquel que me conoce y sabe que ella lo es todo, y tiene que tragarse las millones de fotos suyas que subo.

La noto sobre todo en los inviernos. 

Y sea cual sea el último invierno en el que venga a arroparme por las noches y a conseguir que nunca me sienta sola, el resto de inviernos de mi vida estará conmigo.


Siempre.

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