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miércoles, 22 de septiembre de 2021

La vida que quise

Nunca tendré la vida que quise tener.
Tomamos decisiones, nos equivocamos, a veces acertamos. Vamos formando un camino, intentando cumplir metas, y muchas se quedan atrás, irrecuperables.

Siempre quise hacer bachillerato en el instituto donde lo hicieron todos mis amigos. Recuerdo esa época, en la que todos estaban juntos en los recreos, en las clases... y yo me quedaba aparte. Siempre quise hacer el bachiller de ciencias, para tener mil ramas abiertas de cara a la universidad. 

Soñaba estudiar. Siempre quise estudiar. Vivir la vida universitaria al máximo, irme de erasmus, saltarme clases para irme a un césped a no hacer nada con mis compañeros, esas cosas que mi hermana siempre me contó que hacía en su primer año. Irme a estudiar en grupo, centrarme en estudiar cuando tocaba, volcarme y vivir para la universidad, no sólo en el ámbito académico, si no en todos los ámbitos. Disfrutarla.

Creí que mi grupo de amigos y yo iríamos más o menos a la vez en las cosas vitales, estudiar, encontrar trabajo, independizarnos, tener hijos... sabía que cada uno tendría sus tiempos, pero nunca pensé estar tan lejos de los suyos.

Quería tener hijos cuando ya tuviera trabajo y estabilidad. Quería tres hijos como mínimo. Siempre me ha dado miedo envejecer sin pareja, y quería a alguien de culo inquieto como yo, que propusiera planes, que me mantuviese activa, que rara vez dijera que no. 

Los años han pasado y miles de circunstancias se cruzaron en el camino, que lo fueron cambiando todo. Tuve que improvisar, elaborar nuevos planes, cambiar de sueños, adaptarme. Nos pasa a todos. Todos tenemos un plan que nos dejamos en el corazón porque nunca se pudo cumplir.

Hacer el erasmus, mi graduación (con el añadido de dar el discurso), el viaje fin de carrera a Grecia, tener hijos que se llevaran poco tiempo entre ellos y tenerlos más a menos a la vez que mis amigos. Esos son los sueños que tenía y nunca podrán cumplirse, que ya he perdido. Algunos siento que me los robó la vida por pura injusticia, otros fueron inevitables y alguno fue decisión propia.

Hay otros sueños que siento que nunca se van a cumplir, que cada vez voy aceptando más que no pasarán. Tener otro hijo, ir a argentina, el crucero a Grecia, casarme, que mi padre vuelva a hacerme de comer o tumbarme en el sofá sobre su barriga sintiéndome en paz, un piso propio con una gran terraza y habitaciones grandes. Avanzar.

Intento recordar los que sí he conseguido. Soy trabajadora social, mi primer hijo fue niño y se llama José Manuel, y encima es cariñoso, inteligente y bueno, y sus padrinos son mi hermana y mi primo. Mis compañeros de clase en la universidad me querían, incluso me cuidaban. Me eligieron para dar el discurso en nuestra graduación. Mis profesores también me quisieron y cuidaron (la mayoría). Tengo algo que no todo el mundo tiene, una familia increíble, amigos de verdad, relaciones que van a ser para siempre.

Nunca tendré la vida que quise tener. Tengo otra, con sus cosas buenas y con otras malas. Voy luchando con lo que llega y agradeciendo lo que me hace bien.
Pero a veces es muy difícil.

Y la vida se me escapa.