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lunes, 30 de junio de 2025

El tiempo me ha dicho

Me encantaría escribir.
Me encantaría decir como me siento, lo que pienso, lo que se me pasa por la cabeza.
Pero hay cosas que no se pueden publicar.
Que a la vez no sé con quién hablar o cómo.
No tengo mi diario a mano para volcarlo ahí, y no me gusta escribir desde el móvil algo que no publicaría. 

Ojalá pudiera. Ojala vaciar mi cabeza del caos, de la cantidad de pensamientos con los que lleva todo el día. Del querer y no poder.

Me pesa mucho mi forma de ser y de sentir. No quiero cambiarlo, pero me pesa. Tengo que aprender a quererme y valorarme de la forma en que quiero y valoro a los demás. De mirarme con la misma admiración con la que miro a muchas de las personas que me rodean. Tengo que recordar cuanto valgo y merezco, dejar de idealizar a los demás e idealizarme un poco a mi. Decir lo que quiero o necesito sin sentirme culpable, dejar de anteponer siempre a otras personas, anteponerme a veces a mi. Centrarme en mi.

Me sé la teoría, sé que soy buena persona, inteligente, capaz de mil cosas, sé que soy sincera, fuerte, valiente, divertida, atenta, cariñosa. Sé que sé sacarme partido, aunque no sea la mas guapa del mundo ni tenga un cuerpo de modelo. Sé que atraigo, sé que es difícil soltarme, sé que nunca he tenido problemas para ligar, para el sexo casual, para enamorarme o que se enamoren de mi. Sé que tengo una capacidad de resiliencia enorme y que jamás me conformo si lo que tengo no me hace feliz, que intento mejorar siempre que puedo. Sé que tengo mis metas y objetivos muy claros, conozco mis prioridades, sé a lo que aspiro y por qué. Sé que merece la pena estar a mi lado. Sé que la gente que me quiere lo hace de verdad.

Pero no lo pongo en práctica. No me comporto acorde a lo que soy. Me sigo comportando como la niña a la que pegaban e insultaban en el colegio y que solo quería ser invisible, la que no hablaba para no molestar, a la que en casa llamaban egoísta una y otra y otra vez y se moría por demostrar que ella no era egoísta. A la que llamaron fea toda su vida, tanto fuera como dentro de casa. Sigo comportándome como la niña a la que llamaban inútil todos los dias, la que nunca hacía las cosas suficientemente bien aunque se hubiera deslomado intentándolo. Esa que si llegaba a casa con menos de un nueve en alguna asignatura era castigada con la decepción. A la que han negado el cariño constantemente, con la que han aplicado demasiadas veces la ley del hielo. 

Crecí siendo eso, la tonta, la inútil, la fea, la egoísta, la mala, la que no sabia hacer las cosas. La que no merecía la pena.

Destruir eso es muy complicado.

Ojalá poder gritar lo que siento, escribir lo que mi cabeza ebulle. Y, sinceramente, ojalá tenerme a mi misma como amiga o novia, ojalá saber qué decirme a mi misma sin la culpabilidad y el síndrome de impostor aplastándome. Ojala ser capaz de hablarme y solucionar estados de animo igual que lo hago con la gente que me rodea.

Que ganas de verme dentro de unos años. Con mi piso, decorado a mi gusto, limpio, ordenado, con mis animales, mi hijo teniendo su propio espacio y trayendo a quien quiera cuando quiera. Comprando la comida que quiera, sin miedo a entrar en la cocina o hacer algo alli, saber que por fin tengo un lugar seguro al que volver, en el que estar. 
Siendo libre. 



miércoles, 29 de enero de 2025

Bendito Blog, cómo te quiero

He acabado gritando. Gritando mucho, muchísimo. Y llorando todo lo que no he llorado estos dos días atrás. 

He gritado que quiero volver con él, que estoy dispuesta a hacer lo que él quiera y cuando él quiera, que jamás volveré a poner pegas a sus planes, que iré a su casa todos los días o al menos todos los que no tenga al niño, que no le exigiré nada, que lo haremos a su manera. Que yo solo quiero estar con él. Y juro, de verdad que juro que he estado a punto de llamarlo y decirle que volvamos, que quiero ser su novia y que estemos bien y a su manera, que me da igual todo lo demás. 

No paro de pensar en si me leerá, en si verá mis fotos, en si se ha metido en su galería del móvil en algún momento y se ha roto al ver nuestras fotos, como me ha pasado a mi. A veces hasta he querido publicar algo solo para que él lo vea, pero me he frenado porque no quiero ser así, no quiero mandar indirectas, retuitear o publicar cosas solo para que él las vea, quiero subir, publicar o escribir solo para mi, solo lo que yo quiero y necesito, lo vea quien lo vea, sin pensar en el resto, solo en mi.

Nada es suficiente. Nada nunca es suficiente. 
El dolor me está desgarrando, el vacío en el pecho cada vez me inunda más. 
Necesito que esto pare. Lo necesito.

Y no lo consigo.

Ahora mismo deberíamos estar juntos, preparando las maletas y las cosas para irnos a Salou, mañana tendríamos que pasar juntos las horas de tren, tendríamos que bajarnos en la estación e ir a nuestra habitación de hotel, y pasar esos días increíbles juntos.

Pero no va a pasar, me voy sola. Yo sola. Y ni siquiera sé si lograré ser buena compañía o una persona útil para quienes me recibirán allí.

He parado de escribir tras el último párrafo. Y he pensado en este viaje. En cómo será. 
Me encanta viajar en tren, y me gusta hacerlo sola, porque puedo leer, escribir, o cualquier otra cosa sin pensar en nadie más, son solo horas para mi. 
Mi prima y Yoli me recibirán en la estación hiper contentas, me abrazarán fuerte, y comenzará una explosión de emoción, palabras, sentimientos... me contarán cosas mientras llegamos al piso, una vez allí conoceré a los demás, nos reiremos, me probaré el traje. Después me arreglaré y maquillaré, nos iremos de fiesta. El viernes también haremos cosas, el sábado será colosal y agotador, y el domingo volveré a coger el tren, cansada, con mil experiencias en la maleta y agradecida en el alma con la gente de Salou. 

Y entonces he pensado en cómo sería este mismo viaje con él. Y sé que estaría tensa, como lo estuve para el de Madrid. Sé que estaría pensando en qué cosas pueden molestarle, sé que me preocuparía si se está divirtiendo, que no estaría a gusto, que no llegaría a relajarme. Sé que no disfrutaría el viaje de verdad.

Y entonces he recordado el resto de viajes, el primero a Tarifa, Madrid, Málaga... y he recordado que en ninguno estuve a gusto o feliz. Que el mejor fue el de Madrid, y porque estuvieron mis amigos también. Que los viajes a solas siempre fueron un fracaso porque estuve tensa, porque fue difícil ponerse de acuerdo y porque no me sentí atendida. Que tras el primer viaje, que fue solo un mes después de empezar a salir... ya hablé con él sobre que sentía que no funcionaba. Y su respuesta fue "ya me lo imaginaba, después de tu acabar de salir de una relación larga es difícil que esto funcione"

Un mes. El primer viaje.
¿Cómo hemos durado tanto?

Si nunca me he sentido deseada, deseada de verdad, salvo las primeras veces, nunca he llegado a ver verdaderas ganas por su parte de acostarse conmigo, nunca le he visto mirarme como yo le miraba a él, disfrutar como lo hacía yo.

Si no me sentía escuchada, si él estaba todo el tiempo mirando el móvil, si aunque no estuviera con el móvil, no solía echarme cuenta al hablarle, si me daba pánico estar mal, porque sabía que él no iba a llevarlo bien.

Si casi nunca hacíamos cosas juntos a solas, salvo estar en su casa y ver la tele. Si tuve que rogarle hacer planes románticos, si no usábamos tiempo de calidad en nosotros dos. Si él solo quería estar en grupo.

Si pocas veces me sentí prioridad. 

Si me daban miedo sus reacciones y las consecuencias de las cosas que iban ocurriendo.

Si lo fui sacrificando todo. 

Él dejó de confiar en mi. Y es posible que tenga razón. Es posible que, de forma inconsciente, buscase fuera lo que no encontraba con él. Sentirme deseada, atendida, prioridad. 

Hubo muchísimas alarmas y no quise escuchar ninguna.

Lo que no entiendo es por qué no quise escucharlas.

Quizá fue porque no quería otro fracaso en mi expediente, porque ya había sacrificado mi relación con Dani y otras muchas cosas para estar con él. Quizá porque no quería darle la razón a mi madre y admitir que me había equivocado. Quizá porque amaba a su perro y a su familia y me negaba a perderles. Quizá porque sigo intentando salvar y reparar todo lo que veo roto, aunque me rompa yo misma en el camino. 

La realidad, de la forma más objetiva, dentro de la subjetividad de los sentimientos... es que nunca llegué a ser feliz de verdad con él. 

Hubo momentos, días. Épocas. Pero no estabilidad.

En mis primeras conversaciones con Germán sobre él ya me quejaba de cosas básicas. Y Germán ya me avisaba de que me estaba enamorando y que tenía que decidir si merecía la pena.

Decidí enamorarme.

Y me equivoqué.

En la historia no hay buenos ni hay malos, ni él es el demonio ni yo una santa, yo no hice cosas solo para acostarme con cualquiera ni soy un monstruo, y él me quiso muchísimo y lo intentó, sé que lo intentó. 

Pero no funcionamos. 
Yo sé lo que quiero. Lo sé. 

Quiero una historia de comedia romántica, sentirme la persona más deseada del mundo, tener sexo a menudo, disfrutarlo e innovar cosas, quiero una relación donde se rompan rutinas y que a la vez estar juntos sea la rutina que más paz de. Quiero tener una relación romántica, donde ambos tengamos detalles continuos, donde no nos acomodemos, donde aunque nos tengamos, sigamos queriendo enamorar al otro cada día de una forma distinta.
Quiero pelearme con mi pareja y que después podamos hablar las cosas, quiero alguien que me diga claro lo que siente, lo que necesita y lo que quiere. Que me diga de frente las cosas en las que la cago, que me explique como y por qué le he hecho daño, para que yo pueda evitar el volver a hacerlo. Donde yo pueda hacer lo mismo en la situación inversa. 
Quiero que quien sea mi pareja también sea mi mejor amiga.

Y ese no era él. 
Igual que no lo fue Dani, ni Joshua, ni Raúl o Jose.

Quizás no exista, quizá no encuentre nunca a esa persona. 
Pero tampoco debería conformarme con algo que no quiero. 
Para eso prefiero estar sola.

Disfrutar sola.
Conocer gente.
Acostarme con quien quiera, experimentar cosas nuevas.
Salir a divertirme.
Quedarme en casa haciendo puzles.
Jugar a los sims.
Volver a leer.
Estudiar.

Avanzar. 

Estuve sola casi cinco años, y fueron años duros, pero también maravillosos. Sé que puedo estar sola.

Lo que no sé es cómo evitar enamorarme. 

Pero acabaré aprendiendo a elegir solo aquello que me hace bien, sea el camino que sea.

Y sé que puedo. 



P.D. Por esto me encanta escribir, porque cuando lo hago mis pensamientos se aclaran, porque el lío de mi cabeza se va deshaciendo, porque empiezo hecha jirones y termino siendo fuerte, porque me desahogo y me conozco más a mi misma, porque en un párrafo cambio mi estado de ánimo. 
Porque en un año podré leer esta entrada y saber que lo logré. 

Bendito blog, cómo te quiero.

Y además... hoy he firmado un documento importate 💜

sábado, 29 de diciembre de 2018

De musas y pérdidas

Una de las cosas que más me duele es haber perdido la inspiración. 
Aún recuerdo aquella época en la que respirar era escribir, las horas infinitas frente al ordenador, a los cuadernos, frente a cualquier cosa que sirviera para volcar palabras.

Hoy solo consigo escribir sobre mi misma, y normalmente ni siquiera lo hago bien.
Sin embargo hubo una época en la que mi cabeza fabricaba ideas continuamente, en la que solo me quedaba en blanco a la hora de elegir nombres para mis personajes, o títulos para mis poemas.
No sé en qué momento se terminó aquello.

Ahora siento que tengo muchas cosas que decir, pero sigo sin saber como hacerlo.
A veces llega algo, así de improviso, y me siento exageradamente bien al conseguir expresarlo. Pero echo mucho en falta esa sensación más a menudo.

Hoy, por ejemplo, me encantaría poder sumergirme en la historia de Silvana y dejar en blanco mi propia vida, pero... no consigo encontrar su historia.
Esa que empecé a escribir hace doce años y que aún sigue esperándome. 
Esa que algún día juro que acabaré.

Hasta entonces, me conformaré con esto. Con dejar un trocito de mí al descubierto, en carne viva y vulnerable, cada vez que escribo una entrada en este blog.
Y ahora, por fin, buenas noches.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Somos solo luz

30-10-17

Hasta la noche, amor, ten un buen día.

¿Quién no quiere encontrar esos detalles al despertar? Una nota, un beso en la frente, un mensaje con un te quiero. 
Esas ganas de tener alguien con quien compartir tu vida son una de las mayores causas de frustración cada día en miles de personas que sueñan con tener una historia de amor. 

Yo misma lo dije el otro día, "no quiero un novio, quiero una historia de amor"
¿Cuántas veces hemos empezado algo que sabíamos que no llegaría a ningún sitio solo por sentir esa sensación de compañía de nuevo? 

1-11-17

Hola, amor. 
Aunque en realidad no sé quien eres, a quién me dirijo. Dicen que a veces es necesario escribir sin destinatario, sin rumbo. Mezclaros a todos en un mismo nombre, ser uno, y a la vez ninguno.

Soy consciente de que mañana voy a arrepentirme de estar despierta todavía, pero es que necesito escribir, necesito decir algo a alguien que no se quién es. 

Hoy he vuelto a leer a Silvana. Llevaba casi diez años sin saber nada de ella, ni de Ángel, y de pronto en estos meses han ido apareciendo sin previo aviso cada vez de forma más frecuente. 

Las cosas que escribimos a veces pueden ser un arma y otras una cura. A veces nos salvan, y otras nos llevan a la locura.

Voy a seguir escribiendo mañana. Hoy está siendo mi gata quien me está salvando de no dormir, porque quiere que apague la luz y le de mimos mientras nos dormimos.
Buenas noches. 

3-11-17

Hoy me he despertado entre un millón de sensaciones.
Llevo unas semanas teniendo días muy raros. Será que yo estoy rara también, y que todo a mi alrededor se sale de la normalidad a la que estoy acostumbrada.
He cogido mi bloc de notas y he volcado en esta entrada lo que he ido escribiendo estos días. Aún así, no he escrito todo lo que me gustaría, ni todo lo que se me pasaba por la cabeza. Han sido días muy difíciles a la hora de saber expresar todo lo que llevo por dentro.

Tengo ganas de hacer muchas cosas. Y voy a empezar a hacerlas. Me lo debo.

El rencor al dolor del amor que no acaba del todo