Vivo con intensidad, con rabia, con amor.
Vivo llena de traumas y recuerdos, de cosas que me habrían gustado que fuesen de otra manera, de momentos que me encantaría repetir.
Hay épocas a las que me gustaría regresar.
Me conozco mucho, pero aún me sorprendo de mí misma, de mis dudas, de mis fracasos, de mis agobios o mis miedos.
De cómo reacciono a veces, de cómo funciona mi cerebro.
Intento sobrevivir dentro del caos y el desorden, del oleaje que no me permite mantenerme estable y tranquila, de la vida que no controlo.
A veces es demasiado difícil, y a veces se vuelve muy sencillo.
Tengo la sensación de que tengo muchas vidas, de que mi momento cambia en función de quien está a mi lado, y eso me agobia y frustra, me deja fuera de juego.
A veces tengo ganas de llorar sin razón aparente, y a veces canto a pleno pulmón de pura felicidad sin que haya ocurrido nada.
Vivo agotada. Agotada de mi misma, de no sentirme suficiente, mientras a la vez siento que valgo muchísimo. Buscando aquello que me haga sentir valorada.
Adoro la intensidad. La mía, la de los demás, la de mi hijo. Hasta la de mi perra, tan loca ella y a la vez tan adorable.
Hoy me han hecho plantearme algo, y una parte de mi rebosa seguridad, mientras una pequeña voz me pregunta si me estaré equivocando.
¿Dejará algún día la vida de presentarse en el modo difícil?
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