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jueves, 10 de abril de 2025

Vértigo

Es 10 de abril. Hoy se cumplen tres meses. 
Tres meses del cierre definitivo, del dolor desgarrador en el pecho, del punto y final para empezar una nueva vida.

Tres meses.

A ratos me parece que fue ayer, y otros ratos siento que fue en otra vida. No reconozco a la Irene de 2024, esa que pasó casi dos meses sin dormir con su hijo y el mismo tiempo sin ver a sus amigos. Esa que lo dejó todo. Esa que tenía ataques de ansiedad derivados del miedo.

Los primeros dos meses fueron el infierno en vida. Todo oscuridad, desesperación, angustia. 
Pero sobreviví. Volví a terapia. Tuve apoyo. 
Dani como pilar principal, mi familia conmigo, mis amigos hablando a diario, viéndonos todas las semanas, no sentirme nunca sola. En serio, nunca. Ni uno solo de los días que han pasado desde aquel 10 de enero he vuelto a sentirme sola. Ni siquiera en los momentos en los que la única opción que veía era desaparecer.

Y entonces la luz. Empezar a sentirme mejor, buscar formas de sanar, de sonreír. Seguir las indicaciones de mi terapeuta. Organizar planes, buscar gente nueva.
Aparecieron ellos, Amaro y Maikel, para, junto al resto de mis amigos, convertir este último mes en uno de los mejores que he tenido en muchos años.

Salir, bailar, reírme (en serio, cuantísimo me he reído y me sigo riendo cada día), disfrutar, dejar de pensar, valorarme, sentirme valorada. Sentirme deseada de esa manera tan vasta, tan necesaria. Conectar.  Hacer cosas distintas. Tener aún más razones para seguir adelante.

Llegar a la sesión de terapia el lunes pasado y poder decirle que estoy en paz, tranquila, que puedo centrarme en cumplir metas porque no estoy luchando por sobrevivir, porque no me cuesta levantarme por las mañanas. Porque la tormenta ha pasado.

Vendrán otras tormentas. Lo sé. Quizá la felicidad de hoy se convertirá en infierno mañana. Sé que la paz no dura para siempre, que vendrá el bajón tras el subidón, que en algún momento la vida será mas gris. Pero he avanzado de una forma que hace tres meses pensé que sería imposible, porque de verdad que de esta pensé que me moría. 

Y he sobrevivido. Estoy aquí, firme, fuerte, capaz. Tengo objetivos, ganas. Tengo fe y amor propio. 
Tengo los mejores amigos del mundo, la mejor familia, la mejor terapeuta.
Me tengo a mi.

Lo he conseguido.


Y cuando creí que tocaba fondo
Me agarré a la vida, ya no me escondo
Y aunque la tristeza nos deje huella
Pisa por encima y camina sin parar
Hasta que amanezca

¿Dónde se ha metido mi cordura?
Que no la puedo ver
¿Dónde se perdió esa criatura sin nada que perder?
Sin nada que perder


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