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viernes, 15 de diciembre de 2017

Condescendencia

Me vuelvo a sentir vacía, y parece que todo lo avanzado retrocede. Sé que volveré a estar bien, que me repondré y me sentiré mejor dentro de poco.

Pero claro, me vuelvo a quedar esperando algo que no llega. Me quedo esperando palabras que no va a decir, y sigo sintiendo la condescendencia con la que me trata. Odio esos abrazos. Odio sentirme así de pequeña, como rogando amor, como suplicando para que me quieran.


Y mientras yo estoy aquí sintiéndome rota otra vez, el está sintiendo su triunfo, su victoria sobre mi. Él está tranquilo en casa sabiendo que me tiene, pensando que siempre me tendrá.

Y puede que siempre vaya a quererle, o que siempre me quede con las ganas de algo que no va a ocurrir. Pero no soy suya, ni voy a serlo. Soy mía, y yo decido mi felicidad, y yo decido por quién lloro, por quién me rompo, y a quién supero.
Y todos estos momentos de condescendencia, de miradas que me buscan con ganas inconscientes de hacer daño, todos esos momentos que me rompen... también van a hacerme más fuerte, y son los que van a conseguir que en algún momento deje de pensar en él.

Y quizá entonces él vuelva, y quizá entonces sea tarde.


Porque a quién debo querer primero es a mi, y me merezco ser feliz, y me merezco que me quieran bien e incondicionalmente, de la misma manera que quiero yo. Y si él no va a hacerlo, no voy a suplicar por un amor que no me merece. 

Y todas las lágrimas que estoy derramando ahora mismo, todas las que he derramado y todas las que derramaré, serán el agua que me limpie toda la oscuridad que flota dentro de mi y que me roba la sonrisa.


Porque sé que me puedo. Y sé que le puedo. Y seguir es lo más importante.

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