Es otro domingo. De esos que no estoy allí, y ya van tres.
Ya no tengo ni idea de cuando hay fútbol, tampoco sé horarios ni qué estará haciendo en este momento.
Pasan los días, la semanas. Voy sobreviviendo. Sigo recordando y repasando cada palabra de la última conversación, el "ya he quitado las fotos", los reproches, la culpabilidad. El daño.
A veces hay situaciones, canciones, lugares... que clavan puñales a traición y me rompen de nuevo, cuando parecía que todo estaba tranquilo.
Intento hacer una lista mental de todas las cosas que no funcionaban, que nos hacían absolutamente incompatibles. No son pocas, y de hecho son tantísimas que no entiendo cómo hemos durado tanto.
Y eso se me clava. Más de un año, convivencia, planes, rutinas... todo se ha ido, y por mucho que sepa que es lo mejor, se me sigue haciendo un mundo hacerme a la idea de que nada de eso volverá.
Pienso muchísimo en Dylan, cada vez que veo a mi perra, cada noche antes de dormir, con cada recuerdo.
Mi hijo me ve llorar todos los días, le he explicado lo que ha ocurrido y siempre me dice que soy muy fuerte y que es normal que esté así, que no pasa nada. Me ha dicho que está orgulloso de mi.
Danil me dice cada dos por tres que he hecho lo correcto, me dice también que está orgulloso de mi, igual que el resto de mis amigos. Joshua, Rocío, Almu, Paula, Dani...
Germán dice que en cuanto me recupere va a darme muchísima caña, pero ahora mismo siento que me cuida una barbaridad, y se lo agradezco tanto que no me valen las palabras.
No sé muy bien cómo seguir esta entrada. Qué más decir o cómo vaciarme. Tengo muchas ganas de irme a Salou, pero a la vez no me apetece en absoluto prepararlo todo, pensar, organizar...
Estoy continuando mi vida y me siento arropada y acompañada. En unos meses todo habrá quedado atrás y las cosas serán distintas. Pero ahora mismo sigo rota. Me sigue doliendo el alma, me queman los recuerdos y estoy, simplemente, hecha polvo.
Supongo que es normal, que me lo tengo que permitir, que es cuestión de tiempo. Pero estoy tan agotada, tan cansada, tan harta...
Una parte de mi sigue esperando una llamada, pero cada vez es más grande la parte que sabe que no. Que no es el camino.
Me recuero continuamente el "¿qué estará haciendo él?", y, aunque no sé cuál es su rutina ahora, si sé que no piensa en mi ni la mitad que yo en él, y eso es una de las formas de hacerme más fuerte.
Pero también duele mucho esa idea. Sentir que no he sido nada, que seré una más, que no recordará mis esfuerzos o que pensará que nunca he valorado los suyos.
Me sigue doliendo el pecho, siento una presión infinita y sigo ahogándome. Sigo deseando que ojalá hubiera funcionado. Que ojalá el amor hubiera sido como tenia que ser.
Y me duele todo. Por dentro y por fuera.
Yo solo quiero tener paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario