No he sido capaz de salir de la cama en todo el día. Llevo 24 horas sin comer absolutamente nada. Me siento tan tan tan tan rota que a ratos pienso que al final no voy a salir de esta.
Dani no se separa de mi lado, mis animales no se separan de mi lado, mis amigos y mi hermana, a través de la pantalla, no se separan de mi lado.
Y yo sigo rota.
Echando de menos algo que no entiendo, queriendo volver a un lugar donde me hacen daño, donde no me valoran. Lo tengo todo para tener una vida increíble y aquí sigo, atascada en este dolor indescriptible.
He llamado incluso a mi padre. Para decirle que esto es en gran parte culpa suya, de cómo nos abandonó, de cómo nos ha seguido haciendo daño. Él dice que no sabemos perdonar, que lleva años sin hacer nada malo y que si no tenemos una relación mejor es porque nosotras no queremos.
Y otra vez la culpa es mía. Y tras esa llamada he entendido que es normal que me quede en sitios donde me siento pequeña, porque es a lo que mi cerebro está acostumbrada, a que me hagan daño, a que me abandonen y vuelvan intermitentemente. A no ser suficiente.
Yo solo quiero llorar, y llorar, y llorar. Y no sé cómo es que aún me quedan lágrimas. No sé cómo continúo en pie.
¿Qué está haciendo él? Seguir con su vida. Como debe ser, como debería ser capaz de hacer yo. Pero aquí estoy. Rota. Tomando decisiones que no quería tomar.
Sé que no es la primera vez que me siento así, pero hace tantísimo tiempo que no pasaba por esto (creo que la última vez fue en 2015), que ya no recuerdo como se sobrelleva, como se sigue adelante, como se resuelve este dolor aplastante y asfixiante.
Gracias a dios que tengo a Dani. Mi Dani, mi maravilloso Dani, que no tiene rencor, que no tiene malos sentimientos, que me quiere de forma incondicional y sincera.
Ojalá verme con sus ojos. Ojalá ser capaz de mirarme a mi misma como lo hace él, como si la mayor suerte de su vida fuese haberme encontrado, que yo sea parte de su vida y que estemos juntos. La felicidad pura que desprende ese hombre cuando está conmigo y ambos estamos bien, esa felicidad contagiosa que hace hasta que olvide los problemas.
La mayor suerte de mi vida la tuve aquel 20 de septiembre de 2008, y os aseguro, de corazón, que nunca podré devolverle o agradecerle su forma de ser conmigo, su forma de cuidarme y quererme. Su amor sincero y puro.
Voy a estar bien.
Me lo repito aunque ahora no lo crea, pero la semana que viene voy a Salou, voy a desconectar, a empezar, y a intentar aprender, poco a poco, a valorar lo que tengo. A mejorar.
Dan, he empezado esta entrada en una nube absoluta de oscuridad y angustia, y sin siquiera estar ahora mismo a mi lado, me salva simplemente pensar en ti y recordar tu forma de quererme. Gracias, gracias infinitas por salvarme siempre que me ahogo.
Voy a estar bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario