Me estoy ahogando. De verdad que me ahogo.
Esta angustia, este dolor infinito. Esa ansiedad de ver sus fotos, de recordar. De olvidar lo malo y resaltar lo bueno.
Convencerme de que es lo mejor, que en un tiempo veré que era lo correcto. Releer conversaciones, leerme a mi misma. Recordar las cosas que tanto han dolido.
Pero me sigo ahogando. Me duele el pecho, me desespero. Quiero gritar, gritar de verdad, fuerte, con todas mis ganas. Quiero llorar 24 horas al día, y no recordaba lo que era sentirse tan sumamente mal. Incluso sabiendo que es lo mejor, aunque me repita cien veces que es lo mejor.
Me agarro y aferro a mi gente, me recuerdan cosas, me dan amor infinito. Aunque me siga ahogando. Aunque el llanto no pare. Aunque no sea capaz de controlar el dolor.
Me dicen que pasará. Yo sé que pasará, porque no es la primera vez, porque ya he vivido otras pérdidas en las que pensé que no sobreviviría.
Pero al final siempre sobrevivo, siempre sigo adelante. Con amor, con apoyo, con fuerza.
Aunque ahora... ahora me estoy ahogando.
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