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jueves, 16 de mayo de 2024

Qué suerte tenerme

Qué difícil es ser una misma.

Sobre todo cuando has crecido en un entorno que te ha repetido cien millones de veces que ser tú estaba mal. Que eras pesada, egoísta, cansina y otros tantos adjetivos que usaban de manera negativa para recordarte que no eras suficiente. Nunca hacías las cosas lo suficientemente bien, nunca te esforzabas como debías, nunca cambiabas lo que había que cambiar.

He sido cariñosa desde muy pequeña, y siempre he sido la pesada de mi familia, la cansina que no dejaba de dar abrazos o querer besos. Tengo fotos de mis primos favoritos hasta las narices de que yo quisiera abrazarles, tengo recuerdos de mi padre diciéndome "déjame en paz ya" o de mi madre con un "que si, que si, quita" y de mi hermana repitiéndome lo pesada que soy. Pesada. Siempre la misma palabra persiguiéndome. Siempre recibiendo sermones porque las cosas me dolían mas de lo que ellos pensaban que tenían que dolerme. Mi madre diciéndome "deja ya de llorar y sé fuerte", como una imposición, como algo que tenía que hacer sí o sí. Miles de veces la frase "¿en serio te vas a poner así por eso?". 

No solo me ha pasado en la infancia y adolescencia. La adultez siguió el mismo camino, aunque ahí ya había aprendido a no ser lo que soy, a aguantarme las ganas de un beso o un abrazo, a reprimir emociones, a ser yo misma solo con gente muy concreta que me había demostrado que me aceptaba tal y como soy.

La terapia me hizo enfrentarme a todas las voces que había en mi cabeza. Nunca olvidaré aquel ejercicio que mi terapeuta hizo conmigo en el que me pidió que me dibujara a mi misma en el sitio que yo quisiera, tal y como me sintiera. Me dibujé en mi cuarto, debajo de la cama. Porque lo que sentía era eso, que vivía escondida y asustada, atrapada. Tras eso me pidió que escribiese a mi alrededor las voces que había, de quienes eran y qué me decían. Recuerdo las muchas voces de personas a las que amaba diciéndome cosas malas de mi misma, recuerdo solo una o dos voces que decían cosas positivas.

Hoy ya no estoy debajo de esa cama. Si tuviera que dibujarme hoy lo haría en un campo de flores, con los brazos extendidos, libre. Porque realmente me siento libre. 

Aún habría voces negativas, aún habría voces diciendo lo pesada que soy, diciendo que siento demasiado las cosas, que soy exagerada, que no soy suficiente. Por suerte esta vez ganarían las voces que me gritan cosas preciosas, en las que incluiría la mía propia.

Pero qué difícil es mantener esa libertad, qué difícil es conseguir que mi mente siga pensando que sí valgo la pena, que quien me quiere jamás me verá pesada, que hay gente que me ama con todo lo que soy. 

Cuánto me curó mi hijo y su forma de ser, tan parecida a la mía, y como me odio cada vez que se me escapa decirle pesado o intenso. 

Cuantísimo agradezco a Dani que nunca me haya rechazado el cariño, que durante quince años y pese a todo lo malo entre nosotros, nunca me haya hecho sentir que soy pesada o que no soy suficiente, que me quiera de manera incondicional. Cómo se lo agradezco a Rocío, a Paula y Joshua. A María y Alec, a Germán. A toda la gente que me ha hecho sentir que ser intensa era una de las razones por las que me querían. A Danil, que me ha hecho ver que no estoy sola y no soy la única adulta intensa y explosiva.

Sigo adaptándome al entorno, he aprendido con quién puedo ser yo y con quién no. Aunque a veces me confío, se me olvida y empiezo a ser demasiado yo con personas a las que en realidad les molesta mi forma de ser, y cuando dejan ver que molesto duele el doble, porque mi niña interior se había relajado demasiado y el golpe ha hecho más daño al no esperarlo. Después de eso toca recomponerse, alzar de nuevo la coraza y reprimir ganas, actos, frases, palabras y sentimientos. Y durante un ratito pegarme un poquito más a la gente con la que puedo ser 100% yo, mi gente vitamina, los que aman por lo que soy y no pese a lo que soy.

Me sigue doliendo una barbaridad cada vez que alguien me dice pesada, cansina o intensa, incluso aunque lo hagan en modo cariñoso o en broma. Hay heridas que no se cierran lo suficiente, y han sido demasiados rechazos a lo largo de mi vida que siguen haciendo sangre. 

Soy fuerte, y quizá esta noche haya tenido pesadillas, y haya escrito esta entrada envuelta en lágrimas y gastando pañuelitos a más no poder, pero también sé que me quiero, que valgo la pena, y que las lágrimas de hoy serán risas otro día con esa gente que me valora y me ama con la misma intensidad con la que amo yo.

Qué suerte tenerles.

Qué suerte tenerme.


Prueba 1 de que tenía a mi primo hasta las narices con los abrazos 😂



Porque es que cuando te vas mi mundo queda ardiendo en llamas, y nunca es tarde para andar detrás, te quiero

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