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domingo, 5 de julio de 2020

Blindar el corazón

Antes tenía muy claro cómo iba a empezar a escribir, pero ya no lo tengo tanto.
Sé sobre qué quiero escribir, y de hecho ya tengo escrito el título de la entrada, algo que no suele pasarme porque normalmente se lo pongo tras escribirla. 
Pero hoy sé que quiero hablar sobre eso, sobre blindar el corazón.
Estas ganas no vienen de la nada, vienen de una situación concreta que ha hecho que recuerde muchas otras. 
Viene de esa sensación continua de que soy una pesada, o de que doy demasiado y recibo demasiado poco, viene del pensamiento de "¿de verdad tu no tenías esas mismas ganas de besarnos y abrazarnos hasta el infinito que tenía yo? ¿de verdad soy la única que siente eso?" Viene de sentirme abatida demasiado a menudo porque me gustaría percibir que me tiene las mismas ganas que le tengo yo, pero a la vez recordar que cada persona es distinta y muestra su amor de manera diferente. Y que todo es respetable. Que no significa que me quiera menos.

Pero es que a veces es tan difícil... me he sentido hoy tan vulnerable, tan desnuda, tan... sola. 
Supongo que es lo que me merecía tras la conversación que hemos tenido, pero aún así a veces duele mucho, y es entonces cuando recuerdo que debo blindar el corazón.

Van tantas veces que me duele el pecho porque me siento en desequilibrio que no entiendo como aún no he aprendido a que esas cosas dejen de afectarme, o a dejar de actuar así, a aguantar las ganas por fuera y por dentro. ¿Quiero dejar de ser quien soy? ¿Quiero cambiarme? Unas veces pienso que no, que no sería justa conmigo misma, pero otras creo que quizá una vez que me acostumbre, sería más feliz.

No me gusta pedir las cosas, no me hubiera gustado pedirle hoy que me diera ese beso que necesitaba, que se echara encima mía a abrazarme y besarme de la misma forma en que me hubiera gustado hacerlo yo, porque en el mismo momento en que se lo digo, le estoy obligando a hacerlo, y si quedarme sin ese cariño me duele, me duele cien veces más tenerlo sintiendo que ha sido por obligación.

Él da su cariño de otra manera, con esos buenos días o buenas noches que nunca faltan, por ejemplo. Debo aceptarle con todo, incluyendo lo que no me gusta.

Aunque en ocasiones como las de hoy sea tan difícil y duela tanto.

Debo blindar el corazón. Y debo hacerlo para ser más fuerte, para acabar siendo más feliz, para dejar de sentir estas garras por dentro. Tengo que aprender a blindar el corazón porque he elegido un camino en la vida por el que seré más feliz si construyo esa coraza, si aprendo a contenerme y a demostrar el amor de otras maneras, si aprendo a callarme, a parar. Sobre todo a parar. Tengo que aprender a parar de rogar. Tengo que parar. 


¿Podré ser feliz?



Ya no voy a leerte más

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