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miércoles, 23 de agosto de 2023

Son las dos de la mañana

Son las dos de la mañana, y una vez más estoy en la cama, dándole vueltas a todo lo que hago, lo que digo y lo que pienso. 
Enumero el día, los días, las palabras, los gestos... y pienso en los porqués.

Me saltan las alarmas, me invaden los recuerdos, y no termino de entender qué pasa, qué está ocurriendo en mi cabeza y si estoy volviendo a caer en una espiral sin salida.
O con una salida demasiado dura.

Me hago mil preguntas y consigo muy pocas respuestas. De día soy feliz, y de pronto la noche me atrapa en su oscuridad infinita, dejándome a las puertas de lo que en su momento fue tristeza y ahora es agonía.

Qué difícil es mantener la máscara, qué difícil diferenciar lo que me hace bien de lo que me hace mal.
Qué difícil de analizar es todo lo que ocupa mi cerebro.

Pero soy libre. Y esa libertad me está dando las alas para recordar que puedo ser feliz, y yo elijo de qué manera.
No estoy sola, y esa certeza me da una tranquilidad infinita, me siento cuidada, protegida, rodeada de gente que me ama.
He necesitado mucho esfuerzo, mucho trabajo y muchas dudas para lograr esta paz.

Pero se tambalea a menudo. Y vuelvo a sentirme sola de noche. Y necesito unos brazos que me arropen y unos labios que me digan que todo irá bien, que me quiten los miedos a besos.

Son las dos de la mañana, y sigo en mi cama muerta de miedo, pensando en qué ocurrirá mañana, pasado, en cómo avanzarán los días y hasta cuándo durará esto.

Esta pena mezclada de alegría, esta paz teñida de tristeza.


"Se llama Irene, que es paz en griego..."

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