Me dicen que no he contado lo suficiente. Que no me he expresado, que no he dado detalles. Me dicen que no saben como me siento, que no saben lo que he vivido o como. Que tengo que pararme a hablar y explicar.
Me siguen haciendo preguntas que duelen. Siguen comparando situaciones que no se pueden comparar.
Sigo sintiéndome rota, aturdida, confusa. De verdad que no le deseo a nadie sentirse como me llevo sintiendo yo desde marzo. A nadie. Pero menos aun le deseo que se sienta así y que encima... se vea sola. Que las personas que llevan años a su lado no la arropen como ella lo haría. Porque es como morir dos veces.
A veces tengo la sensación de que nunca seguiré adelante. Que este daño se va a quedar aquí dentro para siempre.
Echarle de menos como lo hago es vivir un infierno. Recordar porqué ya no está conmigo es sentir cómo me arrancan la piel a tiras, el alma, el corazón. Iba a ser toda una vida y decidió romperlo todo.
Porque sí. Lo decidió. Y aunque los primeros meses me echase la culpa a mi misma, hoy puedo decir que no la tuve. Aunque quien le quiere defienda que no fue consciente, yo sé lo que viví, cómo fue. Nos conocemos mejor que nadie. Hay cosas que no se pueden discutir.
Aquel sábado terminó de destrozarme. Jamás me había sentido tan sola, tan triste, enfadada y decepcionada a la vez. Me he prometido que jamás volveré a anteponer a nadie como lo hice aquel día. Ojalá sea capaz de cumplirlo.
Llevo llorando desde que empecé a escribir esta entrada, y no sé cómo sacar todo lo que tengo acumulado. No sé cómo comenzar la tarea que me ha mandado mi terapeuta sin morir en el intento.
No estoy loca, yo sé que no estoy loca. Sé que no estoy exagerando, que no estoy pidiendo tanto. Sé que me merezco que me cuiden, sé que me merezco lo mismo que yo habría dado.
Intento hacer como que no pasa nada. Seguir adelante, tan normal. Sigo intentando proponer planes (aunque jamás salgan y el silencio sea la respuesta), sigo intentando ir cuando los proponen. Estoy intentando dejarlo estar, que continuemos como si nada hubiera pasado.
Pero a veces mi interior grita. Y siente que no es justo. Que no puede ser que todo vaya a seguir igual, que no puedo aceptar eso. Pero, no me queda otra, ¿no?
Danil, Germán, Maikel, Paula, Yeimi, Salo. Nunca pensé que fuesen ellos los que acabarían sosteniéndome ante algo así. Son la prueba de que no importa la cantidad, si no la calidad. Que dos años o cuatro meses pueden significar tres vidas.
En la sesión de hoy mi terapeuta me ha dicho "Me gusta Danil. Te mereces tener un amigo como tu, te mereces ese tipo de amistad".
Danil me está manteniendo viva.
Porque si pienso en la situación, en cómo está siendo todo desde marzo, en como me siento... mi primer pensamiento sigue siendo desaparecer. Creo que sería lo fácil, ¿sabéis? Ya no solo para mi, si no para quienes me rodean y ahora tienen que vivir lo incómodo de la situación, porque para ellos la situación tampoco es fácil. Pero la que sigue con el cuerpo y el alma rota soy yo. Y a veces no puedo mas. Simplemente no puedo. Y me siento sola, porque quien quiero que esté conmigo no lo está. Porque él se ha ido para siempre.
Ya no puedo más.
Le echo demasiado de menos. Demasiado. Echo de menos la vida que teníamos. Y, sin embargo, sé que lo idealizo, que no era feliz, que nunca llegué a serlo de forma plena, que se acabó por algo.
¿A quién acudo ahora? A las tres de la mañana, con ideas insoportables en la cabeza, al borde del colapso.
No puedo mas.
Los días en los que el reflejo del espejo me dolía
En los que contigo como arma me protegía
En los que creía que el amor me salvaría
Como ves, no siempre he sido mía